Ya pasaron 6 meses desde que el Senasa dispuso, de forma definitiva, la apertura de la barrera sanitaria y permitió que los cortes con hueso plano también ingresen desde el norte a la Patagonia. La excusa era bajar los precios de la carne para los habitantes de aquella región. Pero cuando se pregunta qué efecto ha tenido, la respuesta es unánime: los precios bajaron sólo para el asado, pero el que ingresa es de tan baja calidad que es muy poco elegido y, encima, genera efectos negativos a nivel productivo.
A diferencia del diagnóstico que trazó Bichos de Campo en ocasiones anteriores, esta vez queda de manifiesto que el sector ya no tiene mucho más que hacer. Del lado del gobierno no se volvió a tocar el tema, los recursos presentados fueron “cajoneados” en la Justicia y, como no hubo finalmente un impacto en las exportaciones a Chile y la Unión Europea, la barrera sólo quedó en la agenda de los patagónicos.
Cabe recordar que esa medida sanitaria fue instaurada hace décadas cuando al sur del Río Colorado las provincias adquirieron el estatus de libre de Aftosa sin vacunación e impusieron controles para que no ingresara ni hacienda ni cortes de carne con hueso, que son vías por las cuales puede filtrarse ese virus en caso de haber un brote.
También cabe recordar que el país no tiene circulación de esta infección desde 2006, un dato que motivó a que este año el Senasa decidiera flexibilizar los controles. La idea de fondo era que el norte enviara allí su asado para aumentar la oferta y bajar los precios en la Patagonia. Pero al día de hoy, a 6 meses de que la medida haya quedado firme, aseguran que parte de ese efecto se diluye por el tipo de carne que ingresa. Lo que entra a bajo precio es el asado de vaca vieja, con mucha grasa y poca carne, que casi nadie comería.

En efecto, las fuentes consultadas por este medio coinciden en que el mayor impacto se vio en el caso del asado, que iguala a los precios de góndola del centro del país aunque con una baja calidad. Por el contrario, se perciben incrementos en los cortes sin hueso.
Teniendo en cuenta la suba de precios a nivel país, del 10% en el último mes, hoy el asado común en el Alto Valle ronda los 14.000 pesos el kilo, muy cercano a lo que se paga del otro lado de la barrera sanitaria. El de mayor calidad se estabilizó en torno a los 18.000 y 20.000 pesos, y puede estar por encima de eso en las zonas más petroleras.
“Acá hubo una corrección: bajó el asado, pero subió la carne picada y los cortes magros. Sufrió más la clase baja que la alta y la verdad que no hay mucho olor a asado”, aseguró Enrique Jamieson, presidente de la Federación de Instituciones Agropecuarias de Santa Cruz (FIAS). Tanto allí, como en la provincia vecina de Chubut, el precio de los cortes sin hueso ronda entre los 22.000 y 24.000 pesos.
“Acá llegan dos tipos de asado: uno de muy mala calidad que es básicamente hueso y grasa, se saca a un precio muy bajo, pero tiene baja aceptación; y otro de mediana calidad a un precio intermedio”, explicó Tabaré Bassi, secretario de Ganadería de Río Negro, que asegura que, por eso, en el mercado todavía se impone la oferta de asado local, de novillos de entre 90 y 110 kilos, un poco más costoso pero de calidad superior.
“Lo que llega no compite con lo local, por eso la gente no lo elige”, evaluó, en la misma línea, el ruralista chubutense Osvaldo Luján, presidente de las Federaciones Rurales de esa provincia.
De hecho, en toda la Patagonia coinciden en que, como quien se quema con leche, hoy el consumidor ya no elige los cortes congelados que en un principio representaban una novedad en las cadenas de supermercados o en ciertos distribuidores.
“Al producto lo quemaron, porque la gente salió a comprar y se clavó con asado de vaca mala y grasoso”, asegura Jamieson, que recuerda que esos cortes llegaron prácticamente a “rematarse” por 9000 pesos el kilo porque se vencía en las heladeras.

Eso no quita, sin embargo, que no haya habido efectos productivos derivados de este cambio en las reglas de juego. Así lo ilustra Diego García Rambeaud, secretario de Producción e Industria neuquino, quien en diálogo con Bichos de Campo lamentó que hoy en la ganadería del Alto Valle se vean con claridad las consecuencias.
El principal problema, explica el funcionario, fue que, cuando el Senasa publicó la tan discutida resolución 180/2025 del mes de marzo, fue el momento del destete de hacienda, cuando se decide si el ternero se vende o retiene. La incertidumbre de entonces tuvo efectos productivos muy marcados.
“Hoy hay menos hacienda saliendo a faena producto de una inestabilidad en el mes de marzo y abril cuando los recriadores y engordadores tenían que decidir si compraban o no”, señaló García. Eso, sumado a lo que fue un invierno complejo en términos climáticos para los neuquinos -con baja disponibilidad de forraje-, genera mayor presión sobre los precios en las góndolas.
Por eso, el funcionario asegura que la decisión gubernamental “generó distorsiones comparadas al cierre de importaciones en gobiernos anteriores, ya que hubo parálisis en los mercados, incertidumbre y mucha fluctuación”

Más allá de los problemas productivos, que en realidad responden a factores también climáticos -como la sequía en Neuquén o los fuertes vientos en Santa Cruz- el sector agradece que no haya habido problemas respecto a la exportación y se persigna para que así se mantenga.
En ese sentido, los principales destinos de la carne bovina y ovina patagónica están hoy habilitados: Chile reabrió sus puertas hace ya varios meses y la Unión Europea no se ha expedido respecto a los cambios en la barrera sanitaria.
Eso es lo que también ha operado como un calma aguas en términos judiciales, pues ninguno de los recursos de amparo presentados por las provincias avanzó en los tribunales. “Se han demorado en contestar y van a patear la pelota al córner, porque esta altura del partido ya no tiene sentido”, explicó Jamieson.
“Lo seguimos hablando, pero en la medida que no exista un brote que afecte el estatus sanitario de Patagonia esto no va a cambiar”, agregó, en la misma línea, Luján.
Lo que aún no fue resuelto fue el eterno reclamo de la Patagonia Norte A, que es la zona que comprende zonas de la provincia de Rio Negro, Neuquén y Buenos Aires y aún no fue reconocida como libre de Aftosa sin vacunación por parte de Chile y Estados Unidos, por lo que no pueden exportar allí ni cortes con hueso ni hacienda en pie.
Esa región dejó de inocular en 2013 y 6 años más tarde, por gestiones del gobierno de Macri, la Unión Europea le abrió sus puertas. “Es un pedido de larga data que seguimos haciendo”, recordó el secretario de Ganadería rionegrino.





