La lechería está en un proceso de fuerte transformación. Se evidencia en el hecho de que cada vez hay tambos más grandes con tecnología de punta que mejoran la eficiencia de los procesos, mientras que, en paralelo, van quedando fuera los establecimientos chicos y familiares.
Según las estadísticas oficiales de organismos como Senasa y la Secretaria de Agricultura, Ganadería y Pesca, que fueron recopilados por el Observatorio de la Cadena Láctea, en Argentina ya hay menos de 9.000 tambos y la sangría continúa.
Los que se van del sistema son los productores chicos, mientras los grandes suman vacas, tecnología, escala y eficiencia. Justamente por eso, los que producen más de 6.000 litros a diario, que representan sólo un 16% de los tambos que siguen en pie -unos 1450 establecimientos- en agosto aportaron el 53% de la producción nacional.
La sangría en el sector se debe principalmente a que a los tambos chicos y medianos les resulta complicado alcanzar la productividad suficiente para tener rentabilidad. Además, con el nivel actual de las tasas de interés, que encarecen el financiamiento, no logran acceder a la tecnología suficiente y muchas veces ni siquiera a la reposición necesaria de genética.
Para colmo de males, no hay muchas perspectivas de recambio, porque las nuevas generaciones no se muestran renuentes hacia la actividad, que es de por sí muy sacrificada. En cambio, la alternativa de hacer agricultura, que tiene sus riesgos, pero también rentas más altas y menores exigencias, resulta muy tentadora para darle un destino diferente a la tierra propia o alquilada.
La concentración del sector lechero en Argentina es clara, aunque avanza a un ritmo menor que en otros países. Incluso, este año se redujo el ritmo de cierre de tambos con relación al 2024, cuando la sequía tuvo fuerte impacto en la actividad.
“El año 2025 inició con 9.129 unidades productivas, de las cuales en agosto se registran 8.995. Ello implica 134 tambos menos que si lo extrapolamos al año significaría un 2,20% menos, tasa levemente inferior a la observada en los últimos 10 años (-2,4% promedio anual)”, informaron desde OCLA. Cabe destacar que en países como España, por ejemplo, el cierre de tambos llega a tasas del 6% anual.