Cuando nos referimos a la actividad lechera, el foco generalmente está puesto en cómo lograr que la vaca produzca más y sea más eficiente. De eso busca correrse una de las líneas de trabajo que hoy llevan adelante los investigadores del INTA Rafaela, en la que también discuten sobre el bienestar animal y la productividad, pero de los terneros que hay en los tambos.
En realidad, su propuesta es, en algún modo, ver si la Argentina puede acoplarse a una tendencia internacional que promueve grandes cambios en el manejo de la guachera. Y es que el sistema de estacas, mediante el cual cada ternero es separado de su madre y atado de forma aislada, fue prohibido en la Unión Europea, Chile y Uruguay pero aún está muy arraigado en nuestra cuenca lechera por sus “beneficios” en materia de sanidad.
Si la palabra “beneficios” está entre comillas es porque justamente lo que ponen en tela de juicio los investigadores que promueven un sistema de crianza en libertad -en pequeños corrales y junto a otros terneros- e intentan demostrar, con números y ensayos, cómo impacta en la ganancia de kilos y la producción a futuro.
Georgina Frossasco es una de las integrantes de ese grupo de especialistas que hoy propone un cambio de perspectiva para empezar a considerar una modificación estratégica del trabajo en el tambo, que concibe al ternero no sólo como un animal al que hay que cuidar para que no se muera.
“La crianza de terneros es como las inferiores de un club, porque van a ser después los futuros jugadores”, ilustró la trabajadora del INTA en diálogo con Bichos de Campo.
De hecho, los trabajos que hoy llevan adelante en la estación experimental apuntan a derribar algunos de los preconceptos más arraigados a la producción tradicional y convencer a los tamberos de que un sistema de crianza colectivo -en grupos de entre 2 y 10 terneros- es mejor que la estaca individual.
En paralelo, en la experimental de Rafaela desarrollaron un sistema de corrales móviles, con paneles que pueden montarse y desmontarse como bloques. Eso evita grandes inversiones para instalar infraestructura en campos arrendados y a la vez permite que se pueda hacer limpieza y mantenimiento con maquinaria.
Mirá la entrevista completa con Georgina Frossasco:
Detrás de este proyecto para romper con el individualismo tradicional en la crianza de los terneros, y facilitar su vínculo con otros animales, Georgina enfatiza que hay un sustento muy claro, que es el bienestar animal.
Pero no únicamente vinculado a la presión social, las certificaciones o a la posibilidad -aún remota- de que las cadenas industriales empiecen a demandarlo a los productores, sino con un anclaje muy claro en lo productivo.
“En las crianzas que son de a pares o grupales, el animal imita comportamientos y empieza a consumir balanceado mucho antes. Este mayor consumo impacta en mayores ganancias de peso”, señaló la investigadora, que atribuye eso al hecho de que, como es un animal gregario, el bovino necesita interactuar con otros para estar saludable.
Así las cosas, pareciera descabellado seguir manteniendo el sistema de estacas con tantos beneficios de la cría en corrales. Pero si aún no es parte del paisaje más habitual en la cuenca lechera es porque a los investigadores les queda mucho trabajo por hacer.
En particular, Frossasco insiste en que debe atenderse al manejo, ya que eso evita que juntar los animales, en vez de tenerlos estaqueados, devenga en problemas de sanidad y en la muerte prematura. “Es importante que el ternero esté bien calostrado, que se haga un monitoreo y que no se mezclen animales de diferentes edades y pesos”, explicó la investigadora.
También se recomienda que esos animales se mantengan unidos durante toda la crianza, y que sólo se los separe si alguno de ellos está enfermo.
Ahora bien, nada asegura que, al tenerlos aislados y sin tanto manejo, se eviten de plano esos problemas. En la práctica, asegura Georgina, suele pasar que los terneros se contagian aún con el sistema de estacas a través del excremento que, de forma accidental, trasladan los operarios en sus suelas.
“No debe ser pensado como un costo, sino como una inversión”, insiste la investigadora, que recuerda a los productores que esos mismos terneros serán, en el caso de las hembras, las vacas lecheras a futuro.
Si se alimenten bien e interactúan, sea con corrales móviles como los que promueve el INTA o fijos, eso puede derivar en mayor potencial genético y mejor producción.