Cuando la empresa Pentre decidió insertarse en el mercado hidropónico, hace unos 15 años, los técnicos no terminaban de comprender cómo era que una técnica tan novedosa y con tantas comodidades no se aplicaba en cada campo. La respuesta caía de madura: El intenso trabajo manual, y de control, que se requiere para evitar pérdidas.
Y fue eso, precisamente, lo que impulsó la creación de Silo Siembra, que es una firma subsidiaria abocada al desarrollo de carpas para producir forraje hidropónico, sin necesidad de un monitoreo exhaustivo y con sistemas automatizados.
“Solamente colocas la semilla sobre la bandeja, elegís la función en el programa, y entre 8 y 12 días después venís a buscar el pan de pasto”, graficó Rubén Moser, responsable del desarrollo tecnológico dentro de la empresa.
Aunque recién está apareciendo con fuerza como opción productiva, el forraje verde es clave en la suplementación de la dieta y suele integrarse en hasta un 40%. Por la alta demanda que suelen tener los establecimientos ganaderos y tamberos, por lo general representa un insumo importante y no menos despreciable en términos de costos, sobre todo porque se necesita todo el año.
La idea de la producción hidropónica, que no requiere de determinadas condiciones del suelo o climáticas, y puede aplicarse con éxito en cualquier punto del país, es ser útil en ese aspecto.
“Lo ideal es que todos los días vos siembres y coseches forraje, para tener constancia y regularidad”, explicó Rubén. Para eso, lo que hacen es instalar granjas, compuestas por varias de esas carpas -o módulos-, y eso asegura que, una vez iniciado el ciclo de entre 8 y 12 días, puedan obtenerse 1200 kilos de forraje por carpa a diario.
En las planchas pueden colocarse semillas de girasol, trigo, maíz, avena, cebada, centeno o sorgo. Como el sistema cuenta con las variables ya cargadas, lo único que hay que hacer es indicarle qué semilla se sembró para que el resto lo haga solo. “Sólo vas y cosechás”, asegura el especialista.
La clave está en un sistema de algoritmos que controla todos los parámetros, como humedad, temperatura y dióxido de carbono. “Así logramos un mayor desarrollo de las proteínas, la energía y la materia seca del producto”, dice Moser. Y eso también se traduce en ahorro de mano de obra y de tiempos de trabajo.
Mirá la entrevista completa con Rubén Moser:
Más allá de la cuestión climática y de monitoreo, también hay un aspecto productivo. Quien instale una granja de varios módulos también sabe que puede producir forraje verde en una menor superficie, liberando tierra para dedicarla a otra actividad.
“En una hectárea podés producir la misma cantidad de pasturas que en 200”, estima Moser.
La buena noticia es que este desarrollo, que tiene detrás mucho talento argentino y cooperación con expertos de otros países sudamericanos, ya es demandado puertas afuera. Incluso, está la posibilidad concreta de abrir franquicias en Brasil, Bolivia y Perú, y se espera que pronto también llegue a México.