Fundada en 1971 por la Cooperativa de Luz de Azul, la firma Lácteos Luz Azul estuvo durante décadas dedicada a la producción de quesos con un fin social: acercar alimentos lácteos a buen precio a los vecinos de la localidad bonaerense de Azul.
Sin embargo, para 2012, la empresa se encontraba en una situación terminal. La fábrica, que en su momento había sido un modelo en tecnología, estaba completamente deteriorada: techos rotos, máquinas en desuso, malezas creciendo dentro del predio y una producción diaria que apenas alcanzaba los 8.000 litros de leche.
Fue en ese contexto que Gabriela Benac, empresaria con experiencia en la industria láctea por herencia familiar, decidió tomar las riendas del proyecto junto a su socio Ismael Bracco. La planta estaba al borde del cierre, con solo 15 empleados, pero ellos vieron una oportunidad donde otros veían ruinas. En apenas 20 días pusieron en condiciones las instalaciones, retomaron la producción con dos tinas de leche, comenzaron a elaborar quesos y se trazaron un objetivo claro: ofrecer productos de calidad con buena relación precio/calidad y sin intermediarios, vendiendo directo al consumidor.
La apuesta fue exitosa. En pocos años, Luz Azul multiplicó por seis su volumen de producción y pasó de facturar 180 millones de pesos en 2018 a 1.200 millones en 2021, según la última información dada a conocer por la compañía.
Actualmente Luz Azul procesa 80.000 litros de leche por mes, tiene un portfolio de más de 50 productos (entre quesos, leche fluida, dulce de leche, manteca, crema, ricota y una nueva línea de cheddar y leche chocolatada) y emplea a más de 500 personas.
Uno de los hitos de su expansión fue el desarrollo de su red de franquicias, un proyecto que Benac considera el “broche de oro” del modelo comercial. Actualmente, Luz Azul cuenta con 70 locales franquiciados en 17 provincias. Desde que comenzó la pandemia abrió 34 puntos nuevos, con una inversión promedio de entre 70.000 y 80.000 dólares por local. Incluso construyó un centro de capacitación exclusivo en avenida Cabildo, en el barrio porteño de Belgrano, que incluye aulas, un local modelo y habitaciones para alojar a franquiciados del interior.
La planta industrial también experimentó un fuerte proceso de modernización. En 2024, Luz Azul invirtió 900.000 dólares para ampliar la capacidad de producción e incorporar una nueva línea de quesos con ojos como fontina y gruyere. Sumó además tecnología sustentable como paneles solares y automatización de procesos.
En este marco, además de apuntalar su crecimiento en el país, la empresa busca expandirse en la región. Tiene en carpeta una instalación propia en Uruguay, a partir de la reactivación de una planta inactiva de quesos, y evalúa también desembarcar en Paraguay y Chile con el mismo modelo de franquicias. A la par, fortaleció su canal de venta online: lanzó su propio canal, desarrolló una aplicación móvil y firmó acuerdos con plataformas como PedidosYa para comercializar sus productos en áreas urbanas.
El producto insignia de Luz Azul sigue siendo el dulce de leche, pero la clave del negocio está en la propuesta integral. Desde el tambo hasta la góndola, todo el proceso es controlado por la empresa, que prioriza calidad, eficiencia y precios competitivos. A contramano de otras firmas que se expanden desde Buenos Aires hacia el interior, Luz Azul hizo el camino inverso, consolidando una base regional fuerte y creciendo a nivel nacional con identidad propia.