La que rodea a Suipacha, a 120 kilómetros de Buenos Aires, es una región muy lechera, con tambos, fábricas de quesos y grandes usinas lácteas. Su exposición rural, la ExpoSuipacha, por lógica siempre tuvo una tradición lechera muy relevante. Tanta relevancia, que este viernes se convirtió en un punto de reunión de prácticamente toda la cadena: analistas, productores, industriales pymes y grandes y hasta el principal responsable de la política lechera del gobierno.
El atractivo de la charla estaba cantado y Bichos de Campo estuvo allí escuchando todas las posiciones: ¿Es la buena situación actual de la lechería una nueva posibilidad para el tan demorado despegue de la producción argentina, que está estancada desde 1998? ¿O será una nueva decepción como en otras tantas ocasiones?
La pregunta es pertinente porque la historia reciente del sector es como la película “el día de la marmota” o un “Groundhog Day” lechero, donde esta ilusión de crecer se renueva cada tanto, pero luego viene un exceso de oferta que no se puede colocar en el mercado, deprime los precios pagados a los productores, que se frustran y vuelven a moderar la oferta de materia prima. Y así, hasta que la ilusión se renueva porque los precios se tonifican y vuelve a ponerse en marcha la rueda de los sueños tamberos.
Como sea, en esta lechería de marmotas la Argentina produce entre 10 mil y 11 mil millones de litros de leche cada año, cuando los estudios más pesimistas indican que podría fácilmente producir 15 mil millones de litros o muchos más. Pero como su consumo interno está siempre rondando los 7 mil millones, el eterno desafío es ver cómo se gestionan los litros excedentes. Porque si no se gestionan, la sobreoferta desencadenará una nueva crisis. Y de allí una renovada frustración.
Ahora bien, había una extraña sensación de que esta vez podría ser distinto entre los diferentes sectores, una curiosa convicción de que este nuevo amanecer lechero no sería una reedición de sucesos anteriores.
El consultor Marcos Snyder puso el telón de fondo: dijo que por diversos factores en diferentes países productores de leche a mediano plazo va a haber un faltante de 20 mil millones de litros de leche. Esa demanda por cubrir, de confirmarse, luce desafiante: Es dos veces la producción de toda la Argentina.
El especialista, en base a ese dato, volvió a encender la eterna ilusión lechera de convertir a la Argentina finalmente en un país que crezca en producción y pueda colocar sus excedentes en un mercado demandante. Es la ilusión que siempre queda trunca, a la vuelta de la esquina. Poder se puede hacer, porque las condiciones naturales que tiene la Argentina para la producción lechera son envidiables, con uno de los costos más bajos del mundo.
¿Hay fundamentos para volver a ilusionarse? En la ExpoSuipacha el consultor Snyder afirmó que sí, pero que habrá que correr esta carrera desde atrás, porque la reciente sequía pegó fuerte entre los productores y dejó un faltante de 50.000 vacas lecheras. Por eso la producción actual de leche está 1.100 millones de litros de leche por debajo de los que se venían produciendo. Es ese faltante de leche, más una ecuación ventajosa entre insumos y productos (básicamente por los bajos precios del maíz) los que sostienen los buenos precios actuales para los tamberos.
Todos los actores saben que esta baja en la producción ya comenzó a revertirse y que de aquí a octubre irá creciendo paulatinamente la oferta de leche, por estacionalidad natural, casi 30%, poniendo al sector de nuevo en la eterna disyuntiva: ¿Será esta una nueva posibilidad o el inicio de otro día de la marmota?
Snyder, al plantear el panorama, aceptó que en estos momentos “se está trancando un poco la exportación y el consumo se esta recuperando pero todavía lento”, con los cual los estímulos no son demasiado visibles desde el lado de la demanda. Además se está registrando un elevado stock sobre todo de quesos. El desafío de exportar los excedentes es cada vez más evidente.
“La Argentina produce 250 litros por habitante, toma 200 y sobran 50. Hay que exportar ese excedente”, remarcó el especialista, que enfatizó en la necesidad de que los tambos trabajen mucho para ganar eficiencia y optimizar sus costos, previendo nuevos chubascos en el horizonte.
Snyder valoró la estabilidad macroeconómica como base para este nuevo sueño exportador, pero alertó que en AACREA, entidad a la que asesora, evalúan que los costos de producción de los tambos están creciendo entre 3 y 4% anual en dólares (solo el valor de la tierra crece 1,7% anual). Por eso remarcó que el momento es el de lograr una mucha mayor eficiencia.
En este escenario, en Suipacha cobraban mucho sentido las opiniones del resto de los sectores.
Gustavo De la Vega, un ejecutivo de Mastellone Hermanos que representó en la charla a las grandes industrias, se mostró a favor de comenzar a discutir con los productores algunas transformaciones de fondo, en esta etapa de aparente bonanza, como el cambio en la modalidad de pago de la leche, ya no por cantidad de litros sino aplicando parámetros de calidad. También destacó que en los últimos 20 años de estancamiento “la producción fue constante, pero las capacidades industriales han crecido y ganado en eficiencia”, por lo que existe ahora una industria demandante de materia prima.
“El peor negocio en el mercado interno supera actualmente al mejor negocio de exportación. Por lo tanto, todas las empresas, vamos a hacer los mayores esfuerzos posibles para colocar toda la leche posible en el mercado interno. Eso no alcanza, porque hasta octubre la producción va a crecer 30%, y todo ese volumen necesariamente tiene que ir al mercado de exportación. Hay que trabajar para que eso no afecte el precio al productor y se genere de nuevo el circulo vicioso que provoca que la lechería nacional siga estancada desde hace 25 años en el mismo volumen”, se sinceró De la Vega.
Pablo Villano, el presidente de Apymel, que agrupa a las pymes lácteas, abordó el quid de la cuestión: “El crecimiento lo tenemos que apuntalar por un lado recuperando el consumo interno”, dando cuenta de que los argentinos son los mayores clientes del sector, pero con la crisis el consumo per cápita había caído a menos de 180 litros por año. “Ahora se recupero y estamos arriba de 180, pero tenemos que apuntar a mucha mas cantidad. En Estados Unidos el consumo está en 300 litros”.
El directivo agregó que, en este tránsito hacia crecer en consumo interno, también “tenemos que proyectar” las exportaciones del sector. Allí puso reparos concretos en la situación actual: “El precio internacional es buen precio pero nos tropezamos con el tema del dólar”, en referencia al atraso del tipo de cambio.
Según Villano, es imperativo entonces en “solucionar el tema de los altos costos, y ahí entra todo lo que tiene que ver con el Estado Nacional y todos los impuestos, porque con el dólar como esta se hace difícil exportar”, indicó. También recomendó trabajar para reducir los costos logísticos y comenzar a hablar seriamente en la eficiencia del flete de leche.
“Todo lo que aumenta la producción de acá a la primavera va a tener que salir al mercado externo, pero lo lógico seria es que la gente consuma un pco más” indicó Villano, quien reconoció que “estamos pasando por un gobierno con reglas de juego que no experimentamos antes y nos es difícil proyectar lo que va a pasar”. En este contexto, lamentó la reducción de las compras de grandes cantidades de leche por parte del Estado para los planes sociales definidas por el gobierno de Milei, porque traccionaban algo de demanda.
Cuando le llegó el turno a los productores, el que tomó la posta fue el ex presidente de Carbap, oriundo de Suipacha, Horacio Salaverri. “Estamos en una situación muy interesante porque el gobierno ha dado las condiciones para un sistema desregulado y libre de comercialización”, evaluó. Pero a la hora de ir a los bifes sobre como sacar los posibles excedentes de leche del mercado, el dirigente rural alertó por el tipo de cambio atrasado y la alta presión impositiva.
“La lechería actualmente está bien, pero hay un axioma perverso que hay que dar vuelta, y es la relación que nosotros entendemos de que cada vez que hay más leche hay menos precio. Eso es un tema a resolver desde hace mucho tiempo. Estamos hace 27 años produciendo lo mismo. Algo pasa”, razonó.
Y arrojó que “desde la producción hay un ítem que es muy importante además de la eficiencia nuestra, que es la prseión tributaria. El proceso de desregulación es muy importante, pero necesitamos mas desde lo impositivo: si queremos aumentarla única chance es vender al mercado exterior, y para eso necesitamos no exportar más impuestos”, reclamó Salaverri, que extendió ese mismo reclamo a provincias y municipios.
En ese punto, todas las miradas se orientaron a Sebastián Alconada, el director nacional de Lechería, que estaba conectado de modo virtual y hasta aquí (en su gestión y también en esta charla) se mantiene casi un observador/relator de los procesos, pues salvo la extensión de la eliminación de retenciones y algunos créditos a valor producto, ha logrado muy pocas medidas concretas del gobierno de Milei a favor de una proyección de largo plazo, como la que necesita el sector. De hecho, no ha convocado a un espacio oficial para debatir sobre estos temas concretos.
“A veces tenemos que decir verdades que son incomodas: Nosotros nos hacemos cargo de que la carga fiscal es una de las cargas que le quita competitividad a la cadena”, reconoció el funcionario de la Secretaría de Agricultura, quien de todos modos alentó al sector a trabajar fuerte sobre sus costos, ya que en el nuevo contexto económico “no va a haber mas compensaciones ni subsidios” por vía de las tasas inflacionarias.
“Nos tenemos que acostumbrar a ser un país normal. Ahora nos parecemos a los países a los que nos queríamos parecer, como Uruguay o Nueva Zelandia”, alentó el funcionario a los privados a hacer su propio ajuste porque “en diez años van a faltar dos Argentinas enteras de leche. Una va a ser cubierta por los actuales actores, pero la otra no sabemos quien la cubrirá. Y tenemos una oportunidad gigante”.
De lo contrario, quedó claro, será un nuevo día de la marmota.