Nos habían dicho, recién llegados a Antofagasta de la Sierra, en plena puna catamarqueña, que las pastoras de llamas y ovejas serían difíciles de entrevistar, porque rehuyen a la exposición y mucho más a las cámaras. Pero eso se demostró falso, especialmente en el caso de Gumersinda Verónica Cruz, que se nos acercó muy predispuesta a contestar nuestras preguntas y sobre todo con ganas de contra su propia historia.
Ella, nacida allí mismo, en Antofagasta, lo primero que nos relató es que su padre Alfonso Cruz era salteño, de San Antonio de los Cobres, una localidad ubicada tanto o más arriba sobre el nivel del mar que esta de Catamarca, que se instaló entre dos riachos a unos 3.600 metros de altitud. “Es un clima parecido a este. Asimismo es. Pasa que acá en Antofagasta hay más vegetación, muchas plantas y allá dice mi papá que no había. Acá es mejor”.
La historia de Gumersinda muestra que la ganadería en estas zonas, basada sobre todo en las llamas y las ovejas (y ocasionalmente cabras) tiene tanto o más protagonismo de las mujeres que de los hombres. De hecho, la que comenzó con la actividad era la madre , Paula Gerónima Vázquez de Cruz, que era nativa de Antofagasta.
“Nos hacemos cargo de los animales tanto las mujeres como los hombres, pero cuando no están los hombres lo hacemos las mujeres”, nos confirma. Luego se explaya que son ellas las que trabajan muchas veces pastoreando el ganado, y luego con la lana que obtienen, para hacer los hilados.
Luego dice los que nos quería decir: “Acá es muy sacrificiado (sic) criar los animales. ¿Sabe por qué lo digo? Porque acá cuesta bastante. Más que todo es por agua y por pasto. Acá el agua, que nos viene de allá del río, hasta que llega el agua acá a la vega, la laguna se termina secando. También que no llueve”.
Mirá la entrevista completa:
Gumersinda Cruz nos advierte que el problema de la sequía “se va agravando año a año” también en la Puna, cerca de los glaciares que se van encogiendo.
“Antes era mejor, era mejor, llovía. Ahora no está lloviendo nada. Hace como dos o tres años que no está lloviendo. Si llega a llover con mucho llueve dos o tres días y no llueve más”, se lamenta.
La pastora solo cuida actualmente unas 35 llamas que le quedaron a su familia, y que llevó a exponer en la Feria de la Puna. No crece más por obvias razones. “Le vuelvo a repetir, por la escasez de pasto y de agua. Por eso no criamos mucho como la mayoría de la gente. Si hubiera mucho pasto y agua, viera que criamos al doble”, aseguró.
-¿Le lleva mucho trabajo cuidarlas?
-No, hay un encierro, un alambrado, así como esto. Uno va y las deja ahí. Pero bueno, hay que andar, hay que estar viéndolas. En la loma principal, que tengan el agua, porque si ellas no tienen agua van a salir del alambrado.
-¿Las esquila usted misma ahí? ¿O tiene que contratar a alguien que esquile?
–Contratamos alguien que nos esquile, pero como no son muchas entonces ocupo dos personas y en un día lo hacen.
Luego Gumersinda Cruz, como muchas otras mujeres de la Puna, utiliza la fibra obtenida para hacer sus propias confecciones, sus artesanías. “Son tejidos, más que todo en las medias, en la bufanda, en los guantes, en los chalecos”, enumera. Le conviene más eso que vender el vellón sin trabajar.
-¿Y están pagando bien la lana?
–Mire acá por la lana ahora están ofreciendo 3.000 o 4.000 pesos. ¿Pero para qué? Con esa plata qué se va a comprar. Este trabajo que lleva todo el año y ocupa a una persona que te corte la lana y te saca 7.000 pesos que vale la hora.
-¿Y la carne se aprovecha de algún modo?
–Sí, sí. La carne de acá es muy rica. Y se la llevaron así a Buenos Aires. No sé a dónde lo van a llevar, pero dado que es muy liviana y muy sana y que no tiene colesterol. No es dañina.