La organización Agrocultura, conformada por varias entidades de la cadena productiva para mostrar la relevancia cotidiana de todo lo que se produce en el campo, aprovechó la celebración de Halloween este jueves 31 para hablar de un cultivo casi desconocido que se cultiva en el país: el sorgo escobero. ¿Y cuál es la relación que permite vincular ambas cosas? Las escobas que utilizan las brujas para poder volar, que son marca registrada. Algo así como la Aerolíneas Argentinas de las brujas pero ya privatizadas.
“La noche de brujas nos trae inmediatamente la icónica imagen de la bruja volando por los cielos sobre una escoba de paja, reivindicada mucho más acá por la saga del mago más joven y famoso; Harry Potter”, comienza el informe de Agrocultura, que valoriza luego que “aunque lejano parezca, el campo argentino tiene su aporte y no se trata de las tradicionales calabazas protagonistas de las postales del 31 de octubre, sino de las escobas que normalmente llamamos ‘de paja’, pero que se fabrican a partir de la cosecha de sorgo escobero o sorgo de escoba, el mal llamado maíz de guinea por ser originario del Golfo de Guinea (África)”.
En Bichos de Campo ya hemos hablado de este cultivo que es una verdadera especialidad regional. Ahora Agrocultura retoma diciendo que “la planta del sorgo de escoba se diferencia de otros sorgos por poseer una panoja de fibras largas y flexibles que son utilizadas para confeccionar escobas y cepillos desde hace aproximadamente 300 años”.
Luego aclara que el mayor porcentaje de sorgo cultivado en Argentina corresponde al tipo estándar, una planta muy alta que puede alcanzar unos 3 metros de altura y que según las últimas estimaciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires en esta campaña alcanzará una superficie de 1 millón de hectáreas que podría resultar en una cosecha de 3,3 millones de toneladas.
La planta de sorgo que sirve como insumo para la fabricación de escobas tiene una altura menor, con 1,7 metros, y viene de una semilla que se produce en regiones como Formosa (INTA El Colorado). Se trata de una variedad obtenida por mejoramiento genético conjuntamente con INTA Manfredi en Córdoba y que se la llama Petaco INTA. La misma posee un alto potencial de productividad de la paja para hacer escobas, y además por su baja altura facilita la cosecha manual.
“El color amarillo-oro se consigue en años de veranos de pocas precipitaciones y óptimas condiciones de cosecha, es una característica demandada por mercado nacional e internacional”, apunta el informe. Y añade que la cosecha o volteo de la planta sigue realizándose de forma manual por eso no son tan extensas las áreas de siembra (entre 20 a 30 hectáreas). La mejor calidad de la hebra de sorgo de escoba se logra cosechando cuando la paja presenta color ‘verde nilo’ o semejante a un grano de arveja. Es el momento en el que se requiere de secaderos especiales como galpones con estantes donde colocar la paja para su secado a la sombra.
En buenas condiciones se llega a cosechar entre 90 mil y 100 mil plantas por hectárea. Según datos del gobierno de la provincia de Formosa se obtienen entre 800 y 1200 kilos por hectárea de fibra trillada y aseguran que a partir de la primer hectárea se pueden obtener entre 7 mil y 8 mil escobas por hectárea.
“La producción del sorgo de escoba se destina principalmente a la fabricación de escobas y en mínima proporción a la de cepillos, mientras que el grano es empleado para la alimentación de aves, cerdos, etcétera”. Para su venta existen firmas que operan en diferentes regiones productoras, comprando la paja para el abastecimiento del mercado interno (las famosas escoberías) y además seleccionan la mercadería para el mercado de exportación.
El proceso de fabricación de escobas implica lograr una longitud de las escobillas de unos 60 cm. Una vez secado el sorgo en el campo, este se recoge, se ata en bloques y se almacena en cámaras. Tras la clasificación se enrolla la paja en un mango de madera rotado por una máquina. Con el alambre, el sorgo se tensa y se fija con un clavo. Este proceso se realiza exclusivamente a mano. El paso que sigue es el cosido de las escobas donde se utiliza hilo reciclable. Luego se le dan los retoques, como la rectificación o el acortado del final de la escoba.
Las escobas se empaquetan de a diez unidades en un bloque. Según las necesidades o los requerimientos del comprador, los bloques pueden variar en número de unidades y en el proceso de empaquetado.
“La escoba tiene su lugar inamovible dentro de la casa. Es de esos objetos que indiscutiblemente están y es signo de limpieza pero también de fantasías alrededor de un cuento de hadas, de magos o de brujas. Más allá del ‘Había una vez…’ la certeza es que, como tanto otros objetos, la escoba de sorgo escobero es también un signo del campo argentino, del fruto de la tierra, del trabajo del hombre que aún hoy moldea manualmente ese instrumento de labor y de trabajo”, concluye Agrocultura.