“Sí, mi padre es francés, por eso soy Huberto (o Hübert) Bourlon. Nací en Buenos Aires en marzo de 1979, crecí yendo a un campo en el norte que tenía mi padre, pero cuando tuve que estudiar traté de escaparle a eso de mirar el cielo y estudié economía. Sin embargo, en la crisis de 2001 mi viejo me propuso volver para desarrollar la ganadería, volví, lo hicimos, pero después me engolosiné con la agricultura y me la puse de frente, perdí todo y pagué mis deudas por años”.
Así se presenta Huberto Bourlon de Rouvere, más conocido en redes sociales como “El Guiso de bagre” (“en Salta les dicen así a los borrachines para no decirles chupín… era mi apodo de la adolescencia, aunque mi hermanita me decía Hube”), quien después de ese derrotero que bien narró al comienzo de la nota se volvió a Buenos Aires y, en plena pandemia, medio deprimido, sin saber cómo ganarse el mango, empezó a hacer dulces. “Los publiqué y explotó, no dábamos abasto con mi mujer, fue tremendo, pensábamos ‘aprovechemos porque no sabemos hasta cuando va a durar’”, relató Huberto. Así nació “La Sucrerie”.
“Cuando empecé en las redes sociales quería ser anónimo y no sabía que poner y puse @elguisodebagre”, cómico para lo que es ahora que tiene 16.000 seguidores en instagram y casi 42.000 en X. Ahí sube recetas, recomendaciones, consultas, fotos de preparaciones caseras y un montón de cosas más (por ejemplo, autos, otra de sus pasiones).
En la familia son 5… “Bah, 6 con el caniche Raúl”: Mercedes, su mujer, con quien se conocen desde los 15 años (hoy tiene 44). Y tres hijas: Francisca de 15, Josefina de 11 y Antonia de 9.
Toda la vorágine lo llevó un día a cocinar en un concurso del programa de Juana Viale (cuando Juanita hacía los mediodías de domingo reemplazando a su abuela Mirtha). Es un emprendedor nato, ávido, curioso, de buscar cosas nuevas y sociedades.
Hace poco hizo una alianza con Jabalina, unos emprendedores que desde 2018 hacen cerveza en Villa Martelli (tuvieron primer puesto en la Copa Argentina de Cervezas 2022 y en 2023 fueron medalla de bronce en la World Beer Cup de Nashville, EE.UU.). Ambos emprendedores hicieron una serie de Mermeladas de cerveza y les está yendo muy bien. Primero hicieron una IPA, después una de amber ale, una Sour con maracuyá y finalmente una de Stout.
Pero la cosa no termina ahí: Huberto adelantó a Bichos de Campo y El podcast de tu vida que están preparando una salsa barbacoa con Stout y también está la idea es hacer un ketchup de gin.
-¿Qué es el campo para vos?
-El campo para mí significa muchas cosas. Por un lado, mi niñez, mi papá es productor agropecuario con lo cual pasé gran parte de mi niñez en el campo. Fui productor agropecuario también lo cual fue un desafío, aunque me expulsó a la larga porque no me terminó yendo bien. Y hoy es el lugar para ir los fines de semana a descansar a tratar de producir algo y para mí es la raíz, conectarse con las cosas. Todo surge en el campo. El campo está siempre presente. También está presente en la familia porque el padre de mi mujer administraba campos, tiene campos… Me rodea por todos lados el campo. Para mí el campo me llevó a cocinar. Estábamos en el campo en Salta, en un pueblito, éramos 15 hombres que vivíamos solos, laburábamos todo el día y nos juntábamos a comer a la noche y ahí surge la pasión de cocinar.
-¿Cuál es tu historia vinculada al campo y la ruralidad?
-Papá es francés, vino a Argentina en 1969, casado con una argentina que no es mi madre llegó vendiendo damajuanas, sacando fotos, haciendo de todo y en algún momento le ofrecieron comprarse un campo en salta, buscó socios y se compró un campo en la zona de embarcación, cerca de Bolivia, bien al norte. Y ahí empezó nuestra historia con el campo, lo habían pensado como un negocio inmobiliario al principio, fueron vendiendo partes de ese campo y al final se quedaron cada socio con un campo cada uno y pasé toda mi infancia yendo a ese campo, es uno de los lugares más calientes del país. Mis recuerdos eran bañarme en la pileta en invierno porque hacía 30 grados. Pasé toda mi infancia estudiando en Buenos Aires pero yendo y viniendo a Embarcación a acompañar a papá, que se volvió productor, hizo de todo: aserradero, soja, ganadería, todo eso me generó cierta pasión, traté de luchar en contra pero me terminó atrapando.
-¿Qué olores, sabores, colores te quedaron en el alma de aquellos días de campo y niñez?
-Hacíamos poroto, mamá hacía puré de porotos, ensaladas de porotos, era muy distinto, y había cantidad de paltas en el jardín, era un jardín con muchos frutales, y me quedó eso. Comíamos en la galería con un ventilador. Y después ir al campo a ver las vacas, los caballos que me apasionaron desde chico. Nuestra gran diversión era esa, andar a caballo… Después historias disparatadas como que decían que le habían hecho una brujería a mi viejo y convivíamos con un curandero… viste, las cosas te salen mal y vos querés que sea algo sobrenatural… no llovía, a mi viejo le había agarrado una alergia rara. A mamá le gustaba contarnos historias de miedo… en fin…
-¿Y cuántos hermanos son?
-Somos 3. Yo el más grande, una hermana tres años menor y un hermano 10 más chico. Yo estaba mucho con mi hermana y estábamos mucho con los vecinos que era el socio de papá, porque el campo envuelve al pueblo. Y teníamos una casa dividida en dos.
-Llegó el momento de estudiar, ¿Qué estudiaste y por qué?
-En algún momento intenté escaparme del campo porque a los 17-18 nos tocaron años malos 1995-96, vivíamos muy ajustados, yo quería hacer filosofía pero mis viejos me dijeron que no, historia menos, y dije qué es lo más práctico, Economía y ahí me metí en Economía primero y después en Empresarial en la Universidad Di Tella. Elegí esa universidad porque en ese momento promocionaban que podías ir a terminar la carrera en Francia… cosa que no pasó.
-¿Y por qué economía?
-Elegí economía para dedicarme a otra cosa que no sea el campo, no me iba a dedicar a mirar el cielo a ver si llueve y no llueve o a sembrar soja que valía 70 dólares en esa época, era otra época y otro norte argentino, el dos décadas el norte creció muchísimo. Hoy es más vivible que ahora. Ni bien me recibí conseguí trabajo en una automotriz en recursos humanos durante tres años. Y fue una experiencia rara, trabajar en una fábrica en el conurbano, me agarraron los saqueos de 2001, fue una época revuelta. En eso que no estaba bien con el laburo apareció mi viejo y me ofreció armar la parte de ganadería en el campo de nuevo. Renuncié al trabajo y me fui a Salta.
-Uff… ¿y cómo fue esa vuelta a aquello que habías escapado?
-Duro al principio. Llegué en mayo. Plena cosecha de soja. Durante un tiempo me tuvieron de peón raso para hacerme pagar todos los derechos de piso habidos y por haber. ¡Tenía 24-25 años y parecía más chico! La gente pensaba pobrecito, no quiso trabajar y lo mandan a laburar al campo… Yo tenia un posgrado en finanzas… nada que ver, pero le puse el pecho. Ahí estuve 15 años en el campo en Salta.
-¿Cómo fue la cosa?
-Los primeros años estuve laburando con mi viejo en la parte agrícola. Ahí la soja estaba mucho mejor que antes, los precios eran otros. Y fuimos armando de a poco la ganadería con una doble visión: Ocupar el campo, porque teníamos problemas con usurpadores, y desarrollar otra pata que nos de trabajos e ingresos todo el año.
-¿Usurpadores?
-Los usurpadores eran “falsos originarios”, que cuando iba a hablar me decían que nosotros les habíamos robado a ellos. Y yo le decía que mi viejo vino, se bajó del barco y compró tierra, no le robó nada a nadie, lo podría haber hecho ésa persona o algún antepasado también.
-¿Y cómo anduvo la ganadería?
-Empezamos con 17 vacas que nos pagaron de un arriendo. Con un lote de 11 hectáreas y cuando me fui era un lote que tenía casi 500 madres hace 4 años.
-¿Y por qué no seguiste?
-El desenlace fue porque en esos años me largué a producir solo. Lo máximo que produje fueron 800 hectáreas en 2013 y ese año no llovió nunca. Me fundí. Me entró una crisis bastante fuerte, depresión, y estuve varios años en ese problema, pagando deudas, y una relación con mi viejo que se volvió muy mala. Porque ese año él me había pedido que no siembre, que arrendemos el campo a terceros y yo le dije que no, que le pagaba el arriendo y sembraba yo porque quería largar solo y me la choqué a 200 kilómetros por hora de frente. Vendí lo que tenía para pagar cuentas y tardé 5 años. Pero es así, uno se arriesga a veces… ya venía produciendo poco y me venía yendo bien, me engolosiné. A veces el campo es como la ruleta…
-¿Y qué aprendiste de esa experiencia?
-Y después de ese palo, soy más sereno, pienso más las cosas antes de hacerlas, trato de hacerlas mejor. Me volví más conservador, creo. Igual, me dejás sembrar de nuevo y siembro, no me tiembla el pulso. Pero no es el momento ahora, ya volveré y lo haré. La pica me quedó, necesito una buena campaña. ¡Ojo, me dejás sembrar de vuelta y siembro! No me tiembla el pulso. Hoy estoy sembrando zapallos, productos para lo que produzco, pero quiero hacer algo más extensivo.
-Contame de tu mujer y cómo fue acompañando este proceso tuyo. Me dijiste que se conocen desde los 15 y vos desde entonces le metiste norte, capital, norte de nuevo, ahora CABA de nuevo…
-Mi mujer también es de Buenos Aires, es muy amiga de la hija del que era socio-vecino de mi viejo en el campo en Salta. Empezamos a salir cuando teníamos 18. Me acompañó toda la carrera. En algún momento me fui a estudiar afuera y vino conmigo. En un momento, cuando tuvimos nuestra primer hija estuvo viviendo 4 años conmigo en Salta, pero me dijo que cuando Francisca empezara el colegio se volvía a Buenos Aires. Y así fue. Yo empecé a ir y venir. Eso también hizo querer irme del campo, porque era mucho el tiempo que estaba trabajando y poco el tiempo que estaba con mi familia. Tres semanas en el campo y una con mi familia y en algún momento necesité estar más tiempo con mi familia.
-En un momento empezaste a hacer dulces, nació tu actual empresa, ¿Cómo arrancaste?
-Esto arrancó antes. En el campo, me aburría y empecé a hacer conservas que me salían bastante bien, tenía mano para eso. Y cada vez que volvía a Buenos Aires le traía a mi hija más chica unos dulces de batata de Jujuy que no se conseguían en Buenos Aires marca Otito que son fabulosos. Las conservas, mermeladas y esos dulces eran los regalos que traía yo.
-¿De qué año estamos hablando que vos dejaste el campo y te volviste a Buenos Aires?
-Me vine a Buenos Aires a fines de 2019 y no sabía bien qué iba a ser de mi vida. Empecé a buscar trabajo y pensé que iba a trabajar en alguna agroquímica o vendiendo productos, quería seguir vinculado al campo, pero me agarró la pandemia de lleno. Mi mujer cose, hace cosas para chicos, y en pandemia se puso a hacer barbijos, y le empezó a ir bien. Entonces un día, pensando qué hacer, dije, voy a probar hacer dulces. Ella tenía algo de plata que me prestó y traté de hacer dulces que no había en Buenos Aires. Un buen dulce de batata y membrillo.
-¿Y cómo fue ese comienzo? Porque vos, obviamente, no eras cocinero…
-Compré cinco moldes, unas cajas, y probé. Subimos a las redes, los vendimos y estalló. Fue increíble. Vendíamos 40 cajas de dos dulces por día que era un montón, no tenía ni la capacidad de cocinarlos. Vivía quemado. Toda la casa llena de dulces. Y decíamos, ¿cuándo se termina esto? No lo podíamos creer. Trabajábamos y vendíamos todo lo que podíamos porque no sabíamos si cuando se terminara la pandemia la gente iba a seguir comiendo dulces o, al menos, nuestros dulces.
-¿Y el nombre La Sucrerie de donde viene?
-El nombre fue un chiste en twitter una noche. Me gustaría tener un restaurant en la calle Sucre, porque vivo cerca, ¿Y como lo llamaría? La Sucrerie. Y quedó.
-¿Y cómo siguió la cosa? Pasó la pandemia y seguiste…
-Después fuimos sacando dulces más raros, mermeladas, conservas, para mantener al público entretenido. Y fui aprendiendo a cocinar en el medio. Cocinaba rico, pero como hobbie, no como trabajo.
-¿Viene de algún lado ese gusto por la cocina?
-Mamá cocina muy bien, de chico acompañaba mucho a mamá mientras cocinaba. Mi abuela cocinaba muy bien, hacía una mermelada de peras que fue la primer mermelada que hice. No dejó la receta cuando se murió pero traté de emularla. Y mi otra abuela que también cocinaba. Las mujeres de la familia cocinaban muy rico. Pero la verdad que empecé a cocinar de grande. A hacer asados aprendí a los 35. Porque un amigo me regaló una parrilla y casi que no me quedó otra.
-Hoy vivís de esto…
-Sí. Permite, junto con el laburo de mi mujer, alimentar a mi familia. Venía medio asustado, empecé con poco capital, pero ya estamos en una etapa distinta, para ir dando otros saltos y sentimos que tiene muchas posibilidades de crecer. Tenemos más demanda de la que podemos cumplir.
-¿Qué te gusta de lo que hacés hoy?
-Disfruto cocinar, y también contar y mostrarlo en las redes. Me gusta el emprendimiento en sí, tiene muchas aristas, y te permite ser creativo, porque en la cocina siempre podés inventar algo nuevo, y tenés que ir aprendiendo técnicas nuevas. Los picantes son lo que más me gusta hacer. Me divierte muchísimo ir al mercado central a hacer las compras, descubrir productos nuevos, tratar de rescatar cosas que se han ido perdiendo. Ya no se hacen mermeladas de lima. Me gusta usar productos por estacionalidad, hay que entender también como consumidor que está bueno comer los productos según su época de cosecha, que no se puede tener de todo, todo el año y que tenga la misma calidad.
-¿Cuáles son tus desafíos?
-Tengo ganas de seguir en contacto con el campo, encontré que en el desarrollo de mi emprendimiento que quiero seguir formalizando para que sea una empresa, me gusta mucho producir muchas de las cosas que uso, hoy ya lo hago en parte, pero tener la cadena completa. Desde que empieza hasta que termina producirlo yo o estar relacionado con la gente que los produce. Eso me gustaría crecer en 5 años. quiero que todo esté trazado y que se sepa quien lo hizo, dónde y cómo. El sueño máximo de acá a unos años es empezar a exportar mis productos, si un argentino quiere comer un dulce de batata en cualquier lugar del mundo quiero que sea el mío. Que sea un producto de calidad.
-¿Cuál es tu país o lugar favorito?
-Mi país favorito es este. Lo amo. Tuve posibilidades de irme pero me quedé acá. ¿Ciudad? Varias. Salta es una que me gusta mucho.
-¿Y algún lugar que te gustaría conocer?
-Japón. Me fascina esa cultura. Me gustaría ir dos o tres meses y recorrerlo entero, conocer todos los bolichitos, los productores, todo. Me parece un país fascinante y raro. En todo lo quehacen son perfectos.
-¿Tu comida favorita?
-Fideos a la bolognesa.
-¿Un deporte?
-Me gusta pescar.
-Llegás a tu casa después de un día largo, ¿Cómo te reseteas? ¿Qué te relaja?
-Más que nada abrir un vino y escuchar música. Eso me da paz.
-¿Una serie, libro o peli que te haya gustado?
-Uff… Me gustan las series de naves espaciales. “The Mandalorian” de Star Wars me encantó. Soy bastante nerd en eso.
-¿Algún superpoder que te gustaría tener?
-Comer sin engordar.
-Si pudieses viajar en el tiempo, ¿A dónde volverías y para qué? Puede ser un momento en tu propia vida o algún momento en la historia de la humanidad.
-Creo estoy bien en el presente. Lo de 2013 de la inversión en el campo y que me fundí si lo pudiéramos borrar lo borramos, pero ya pasó y acá estoy.
-¿Qué tema musical te gustaría elegir para cerrar la nota?
-“Common people” de The Pulp. Que me gusta escuchar cuando estoy medio bajó.
Muy buena nota.
Coincido 100% de consumir lo de estacion.
Y creo que se va a voler un poco a hacer uno mismo las cosas, como era antes, mas sano, mas natural.