La Cooperativa de Trabajo Agropecuaria de la Cuenca del Samborombón se constituyó en noviembre de 2020 con unas 10 familias de pequeños productores y trabajadores rurales de la zona de La Viruta, al sureste de la ciudad de La Plata, en la provincia de Buenos Aires, sobre la Ruta 20. La misma surgió a partir de una necesidad coyuntural concreta: corrían los tiempos oscuros de la pandemia y algunos puesteros rurales de esa zona tenían como trabajo extra, para reforzar sus ingresos, el permiso de sus patrones de ordeñar algunas vacas. Lo mismo hacían algunas familias campesinas que practicaban allí la agricultura familiar.
Era el caso de Javier Lencina (44), por ejemplo, quien cuenta: “Yo era empleado de un tambo ubicado a 1 kilómetro de La Viruta y el dueño me daba 10 vacas Aberdeen Angus negras, para ordeñar, que daban un promedio de 4 a 5 litros de leche diarios. Con mi señora hacíamos masa de queso para consumo y vendíamos algo para mozzarella, para sumar un ingreso extra a mi sueldo. En la zona éramos unos cuantos que hacíamos lo mismo, cuando de repente nos dejaron de comprar y se nos cortó ese ingreso a todos. Otros, hasta hoy producen miel, o crían gallinas y venden huevos, o crían corderos”.
Cuenta Andrea Lencina (24), hija de Javier, que en aquella época un grupo de vecinos, en su mayoría rurales, de La Viruta, se venían reuniendo con el objeto de crear una sociedad de fomento en ese pueblito que tenía apenas 20 casas. Habían hecho campeonatos de truco y hasta una jineteada para juntar fondos. Era mayo de 2020 cuando, un vecino, productor rural de la zona, el ingeniero Manuel Bertoldi, se enteró de la crisis que les había sobrevenido a los trabajadores que hacían queso y les propuso juntarse para buscar una solución.
Se reunieron y el ingeniero les propuso crear una cooperativa para aunar esfuerzos y buscar fondos para crear fuentes de trabajo independientes, y por qué no, también para levantar la deseada sociedad de fomento. Cuentan que al principio les costó mucho porque la gente no confiaba, pero en noviembre de 2020 lograron inscribirla con el nombre de Cooperativa de Trabajo Agrícola de la Cuenca del Samborombón, integrada por unas 10 familias.
Andrea se mudó a Chascomús hace tres años para estudiar la Tecnicatura en Administración, con orientación en Marketing, y cuenta que este año ya terminará la carrera, que eligió para poder ejercer con profesionalidad la tarea administrativa que oficia como secretaria de la Cooperativa Samborombón.
Recuerda Bertoldi: “Enseguida logramos una buena empatía con los intendentes de Verónica, el actual y el anterior. Tanto que hasta hoy seguimos siendo asistidos por la Municipalidad. Para empezar, la misma nos ayudó con los camiones. El predio no tenía entrada desde la ruta porque había una zanja. Tuvimos que llevar 55 camionadas de tierra para hacer el camino de 200 metros hasta la entrada del predio. Presentamos varios proyectos, a la Subsecretaría de Agricultura Familiar y a través del Programa Sembrar Soberanía, al Ministerio de Desarrollo Social, y conseguimos en concepto de subsidios, un total de $21.000.000 para la infraestructura. Tuvimos que hacer un alambrado perimetral con categorías para parque industrial. Alambramos las 30 hectáreas y pusimos una tranquera”.
Reflexiona Andrea: “El ingeniero Bertoldi nos cayó como del cielo y hasta hoy es un pilar fundamental de la Cooperativa. Hoy integramos la misma unas 70 familias, de pequeños productores rurales que en su mayoría practican la agricultura familiar y de algunas que viven en zonas urbanas, oriundas de Magdalena, Punta Indio, Chascomús, Lezama, Bavio, Pipinas, Jonte, Verónica, Vieytes y La Viruta. Realizamos una asamblea por mes”.
“Con el asesoramiento del ingeniero Bertoldi –continúa Andrea- elaboramos y presentamos un proyecto productivo a la municipalidad de Verónica y ésta nos cedió 30 hectáreas a la altura del kilómetro 143 de la Ruta 36. Lo hizo en concepto de comodato por 10 años y con la posibilidad de, más tarde, otorgarnos la propiedad. El proyecto consistía en 3 módulos productivos: Primero: una planta de elaboración de alimentos balanceados para la terminación de cerdos, recría bovina, tambos de 18 %, 16 %, terneros de estacas, engorde de novillos, ovejas, pollitas, ponedoras de 1 a 8 semanas, y también de 9 a 16 semanas. Es un compuesto a base de maíz, soja y núcleos, que compramos. Segundo: un centro de multiplicación de gallinas ponedoras. Tercero: producción hortícola agroecológica en invernáculos, para el abastecimiento de la zona”.
Cuenta Bertoldi que, tanto en Pipinas como en Verónica, no había producción hortícola que alcanzara a abastecer a toda la región y los verduleros se tenían que ir a La Plata a comprar la mercadería para vender en sus locales. “Comenzamos a abastecerlos nosotros y hoy, los vendedores de la zona han abaratado sus costos de flete, porque ya no tienen que ir a comprar a La Plata y logran vender a precios más competitivos”, explica el ingeniero.
Detalla Javier, el papá de Andrea: “Hicimos la primera casita entre todos, porque no teníamos plata para comprar una prefabricada. La hicimos de madera revestida con paneles de yeso por dentro. Después, fuimos haciendo de a poco 2 casas más, para José Suárez y para Víctor con su familia. Yo fui el primero en decir que me iba a vivir con mi señora. Levantamos un galponcito, después un galpón grande para el balanceado, y llevamos la luz de una cooperativa de Pipinas. Fuimos consiguiendo otros fondos más chicos. Compramos una mezcladora para el balanceado”.
Continúa Javier Lencina: “Montamos el centro de multiplicación de gallinas, pero debido a la peste aviar, quedó suspendido. Yo seré quien esté a cargo de este módulo, pero hasta que reactivemos el proyecto el mes que viene, trabajo en el módulo del balanceado ayudando a José Suárez, el responsable de ese módulo, que es soltero y vive en otra casa, dentro del predio. Llenamos la tolva con maíz, soja y expeller de trigo. Pasa a una moledora que tiene debajo una mezcladora que une todo con el núcleo, que le aporta vitaminas, minerales, conchilla, calcio, fosfato, etc. Hoy vendemos entre 30.000 y 40.000 kilos de alimento balanceado por mes, abasteciendo a los productores de la zona”.
Agrega Bertoldi: “El INTA apoya el proyecto y nos va a dar, por convenio, 600 gallinas y 100 gallos. Ya hicimos 2 gallineros para la recría, el gallinero de posturas (de huevos), con una sala ‘nacedora’, con 2 máquinas de incubación y la sala donde se vacuna y se despica.
Es Víctor quien se ocupa del módulo hortícola y explica: “Levantamos 4 invernáculos de 45 metros por 60 metros, en una hectárea. Tenemos proyectado sumar huertas a campo abierto. Pusimos en funcionamiento el primero, cultivando lechuga de 3 variedades, espinaca, acelga, perejil, ciboulette, albahaca y ya estamos por poner en marcha los otros tres. Ya levantamos dos cosechas de lechuga y 4 de acelga, y vamos a empezar a sembrar tomate y morrón. Tenemos conformada una red de comercialización y ubicamos los productos en todos los pueblos”.
“Hoy hay dos personas trabajando en la elaboración del balanceado –completa Bertoldi- y una persona en la quinta bajo invernáculo, que es Víctor, ayudado por su hijo y su señora, Gloria. Las 3 familias viven en el predio. Actualmente estamos ocupando 7 hectáreas, del total de 30, y estimamos que pronto necesitaremos 5 o 6 personas más. Se trabaja de lunes a sábados. Todavía no tenemos transporte propio. Vendemos todos los productos de las familias, huevos, quesos y miel al centro de acopio de cooperativas ‘El Acopio’ en La Plata, y éste los comercializa. Hoy toda la ganancia se reinvierte”.
“Ahora estamos en contacto con todas las cooperativas del país, participamos de encuentros y somos parte de la Federación Rural para la Producción y el Arraigo –continúa contando, Andrea-. Hemos recibido hasta gente de la universidad Agrícola de China, y a integrantes del movimiento Sin Tierra, de Brasil. Cuando vienen a nuestra cooperativa se asombran de cuánto hemos crecido en tan poco tiempo. Mi papá está muy feliz, porque ya no es más empleado, sino copropietario de una planta industrial con mucho futuro. “Nada que ver con trabajar bajo patrón”, suele decir mi padre. Él, ahora gana apenas un poco más que cuando era empleado en el tambo, pero sabe que ahora tiene posibilidades de crecer y de ganar más. Yo, recién ahora cobro un sueldo, porque manejo la administración. Estamos pensando en montar una fábrica de mozzarella”.
“Con los fondos de la cooperativa pudimos, además, avanzar en la construcción de la sede de la Sociedad de Fomento La Viruta, en el pueblo. Ya tiene cocina, baños, puertas, un parrillón, y las paredes están sin revocar, pero antes nos congelábamos. Ya funciona como un club de actividades deportivas para los chicos, con talleres de folklore, se festejan cumpleaños y demás”, sigue contando la hija de Javier Lencina, que es un orgullo para su padre, por su compromiso social.
Culmina Bertoldi: “Hace poco hemos conformado una mesa de cooperativas de Punta Indio. Nos reunimos cada 15 días. Se armaron comisiones, de prensa, administración, proyectos y más. Hemos hecho un convenio para generar un polo productivo en Bavio y ya fue a vivir a allí, una familia de nuestra cooperativa, para tal fin. En lo organizativo conformamos un grupo interno de 22 miembros para organizar las reuniones generales. La inflación nos complica a la hora de poner los precios y nos obliga a revisar los costos de los insumos todo el tiempo. Pero a pesar de todo, no bajamos los brazos, porque nuestro proyecto genera arraigo, y ahora todos en la zona se dieron cuenta de que nuestros sueños se hicieron realidad y que esto venía en serio”.
Los integrantes de la Cooperativa Cuenca del Samborombón eligieron dedicarnos “A desalambrar”, de y por el uruguayo Daniel Viglietti.