La producción de cerdos tuvo un importante crecimiento en las últimas décadas, gracias a diferentes cuestiones, como el precio en góndola, la competencia con la carne vacuna que decayó en su consumo y mejoras en los costos de producción.
Sin dudas el descuento de precios de los granos consecuencia de la aplicación de las retenciones, y otras medidas que abarataron los insumos, ayudaron a su desarrollo. Lo mismo sucedió con la industria avícola.
Pero, sin dudas, el motor principal del desarrollo fue la capacidad de emprender nuevos desafíos de parte de productores e industriales. Esa fue la clave principal de la evolución de esta actividad.
La historia de la firma Porcomagro es un claro ejemplo de la energía emprendedora de los que participan de este sector.
Omar Alba, de profesión farmacéutico, de la nada misma desarrolló una empresa que va de la cría hasta el consumidor final, incluyendo la venta de cortes y fiambres envasados al vacío.
Todo surgió a partir de una inquietud. En los años 70, Alba visitaba amigos en Santa Fe, y vio como los cerdos se alimentaban de los rastrojos de la cosecha de maíz. Un día, de regreso a su pueblo natal Herrera, en Entre Ríos, le dijo a uno de sus hermanos: “Tenemos que poner un criadero de cerdos”, pero le respondió primeramente que estaba loco. “Por suerte terminó aceptando la propuesta, y le metimos para adelante” cuenta el ahora industrial.
Omar se recibió de farmacéutico y se mudó a la zona de Concepción del Uruguay, donde instaló un nuevo criadero. Allí profundizó la relación con los técnicos del INTA Pergamino (el Ing. Andrés Carden, la Vet. Marcela LLoveras y el Vet. Pedro Goenaga) y comenzó a utilizar la genética que desarrollaban en dicho organismo público, siendo esto de gran ayuda para el crecimiento de su empresa. Con el paso del tiempo avanzó en otros eslabones de la cadena.
En los 90 todavía mandaba hacienda al Mercado de Liniers, “pero siempre había algún problemita, así que cuando se nos dio la posibilidad, construimos un pequeño matadero con habilitación provincial, y a partir de allí, nos desarrollamos y fundamos el frigorífico Porcomagro SRL, con habilitación nacional, donde en la actualidad hacemos faena, desposte, envasado al vacío, cortes frescos, embutidos y fiambres”.
La empresa hoy cuenta con un criadero de mil madres, planta de faena, troceo, envasado al vacío y producción de fiambres, es decir, todo el ciclo completo desde la cría hasta el consumidor.
Desde Porcomagro abastecen a comercios minoristas a lo largo de la costa del Río Uruguay en Entre Ríos y Corrientes, y tienen dos bocas de expendio propias, una en la planta y otra en Concepción del Uruguay.
Las mil madres del criadero producen 32.500 capones al año. La mayoría se faena en la planta y el excedente de producción se comercializa a otros frigoríficos.
Actualmente la faena semanal es de 500 animales promedio, aunque tienen capacidad para más.
Alba tiene 73 años y mucha experiencia. Pasó por varias crisis económicas en los últimos 50 años, y por eso prefiere, por ahora, manejarse con cautela. Sabe que incrementar la producción tiene un costo, y la situación económica y política del país no permite dar pasos en falso.