Es minucioso, dedicado, estudioso y trabajador. Sabe mucho, pero mucho, sobre abejas, miel y apicultura. Martín Braunstein es un porteño, sin un vínculo familiar con el campo, que eligió criar abejas reina y lleva la apicultura por pasión. Actualmente terminando una estadía de tres meses en Francia, donde lleva, vende e instala a sus “reinas” (este año muy difícil porque la actividad se vio golpeada por la sequía), contó en el capítulo de Oli-Nada-Garcas de esta semana todo lo que hay que saber, mitos y realidades, sobre las abejas.
¿Es cierto que una abeja cuando te pica muere? ¿Está bien ponerse barro en la picadura? ¿Quién manda en la colmena? ¿Qué es la polinización y qué adaptación biológica hicieron las plantas para “seducir” a las abejas? ¿Pueden convivir los agroquímicos con las abejas? Pasen y lean…
-¿Cuál es el vínculo entre las abejas y la producción de alimentos?
-Las abejas son un eje fundamental de la biodiversidad. Sin abejas sería prácticamente imposible que hubiese polinización, y la polinización que es el acto mediante el cual los espermatozoides de las flores, es decir, los granos de polen, son transportados hacia la parte femenina de las flores, asegurando la reproducción vegetal.
-Pero las abejas no son las únicas que hacen ese trabajo…
-No, claro. Hay otros insectos polinizadores, pero con el avance de la agricultura y su intensificación al igual que un cambio en la ganadería, ha hecho que la población de muchos de esos otros polinizadores se hayan ido diezmando. Con lo cual en muchas regiones del mundo los únicos polinizadores que quedan son los que son explotados económicamente por el hombre, como las abejas.
-¿Cómo fue tu historia con las abejas?
-Es atípico, porque la apicultura suele ser una actividad familiar que se transmite de padres a hijos. En mi caso, sin embargo, fue espontánea. Fui el primero en mi familia. Tenía 19 años y empecé a interesarme por las abejas. Vivía en Capital Federal, en el barrio de Villa Urquiza, donde mi único contacto con el campo era leer la revista Chacra. Ahí había un columnista ucraniano que, con una prosa perfecta, poco habitual en la gente del ámbito apícola, explicaba todo sobre abejas y su explotación. Estábamos atravesando la mitad del gobierno de Alfonsín y empezaban los problemas económicos camino a la híper inflación. En ese contexto, habiendo terminado el secundario y no teniendo una vocación por una carrera universitaria definida se me ocurrió que lo más prudente era optar por un trabajo que de manera rápida pueda desarrollarlo de manera independiente.
-¿Y qué se estudia para ser apicultor?
-La apicultura no tiene muchas barreras de entrada. Así fue como hice un curso de perito apicultor durante 1987. A su vez, tuve la suerte en ese año, gracias a un compañero de la Sociedad Argentina de Apicultores de poder empezar a trabajar en un laboratorio farmacéutico, Gador. Yo era jovencito, no tenía nada de experiencia, y ahí me quedé hasta febrero de 1990, tiempo ya sí de hiper, Alfonsín ya se había ido, mi sueldo estaba por el piso, y yo quería independizarme. Para eso, me fui a trabajar como criador de abejas reina a Estados Unidos. Trabajé con dos empresas. Me fui en febrero de 1990 y regresé en agosto.
-Entonces, ¿Qué era el campo para vos de chico?
-Recuerdo que cuando tenía 12-13 años, mi papá compró su primer auto y una de las excursiones preferidas era ir al Tigre. Puntualmente me acuerdo del camping del Automóvil Club Argentino. Ahí había un sitio con colmenas. Me fascinaba ver las abejas, era una conexión con lo más primitivo de la vida sobre la tierra, porque yo tenía claro que las abejas existían mucho antes que los seres humanos. Incluso, en caso de una hecatombe mundial, es probable que nos vayan a sobrevivir.
-¿De qué se trata o cómo se cría abejas reina?
-La selección de reinas la hacen las abejas desde hace miles de años. Nosotros, como apicultores criadores, simplemente copiamos los procedimientos que las abejas hacen naturalmente y los intensificamos. Las que nos enseñan la crianza de reinas con las propias abejas.
-¿Qué diferencia a una reina de una obrera?
-No hay diferencia genética entre una obrera y una reina. Lo que las diferencia es su alimentación: en el caso de recibir miel y polen, una larva se va a transformar en 21 días en una abeja obrera. En cambio, si esa larva recibe jalea real, en 15 días será una abeja reina.
-¿Y cómo se distinguen a simple vista?
-La reina tiene todo el aparato reproductivo desarrollado, su abdomen es más amplio y reconocible. La obrera es más pequeña, pero tienen otras adaptaciones como el buche que desarrollan para acumular el néctar que recolectan de las flores, así como dos canastos que están en las patas traseras donde se almacenan las pelotas de polen que es el alimento proteico con el que alimentan a las abejas.
-¿Y los zánganos?
-Es el individuo masculino reproductivo que aparece en la colmena sólo de manera estacional, especialmente durante primavera y verano. Una reina se aparea con muchos individuos masculinos. Se estima unos 17.
-¿Cuánto tiempo vive una abeja?
-Según la casta. Una reina podría vivir de manera productiva, satisfaciendo las necesidades económicas de un apicultor unos dos años. En tanto que la vida de una obrera difiere porque si nace en otoño-invierno, las actividades de mantenimiento son muy mínimas por lo que pueden vivir 3 a 5 meses. En cambio, si una obrera nace durante primavera-verano el desgaste, que es incesante por la recolección de agua, néctar y polen, la construcción de panales con cera, alimentar a futuras crías, etc… generan un desgaste que les acorta la vida a entre 35 y 45 días.
Para crear conciencia sobre la importancia de los polinizadores, las amenazas a las que se enfrentan y su contribución al desarrollo sostenible, Naciones Unidas declaró el 20 de mayo como Día Mundial de las Abejas.
-¿Es mito o realidad que cuando una abeja te pica muere? ¿qué hay que hacer?
-Vamos a convenir que no es agradable que te pique una abeja. Es un dolor como si te quemara levemente, pero no es para volverse loco, es soportable. En nuestro caso, quienes vivimos de esto, aún cuando tomemos los recaudos del caso, hay muchas tareas que deben hacerse sin guante para no perder la sensibilidad. Por suerte es un porcentaje muy bajo de personas que son muy alérgicas a la picadura de abejas.
-Otro mito o realidad, ¿Hay abejas más mansas y otras más agresivas como esas que llegan al cine?
-Si. Es un comportamiento que se selecciona. El criador puede elegir abejas dóciles. Pero la presencia del aguijón va a estar siempre. Y tengamos presente un dato positivo de una picadura. De hecho, hay una rama de la medicina, la apiterapia, médicos especialistas que usan el veneno de la abeja para tratar dolencias de lo más variadas. Con lo cual podemos inferir que las picaduras ocasionales de una abeja estimulan nuestro sistema inmunológico. Yo no voy a decir que una picadura de abeja te hacía resistente al coronavirus, pero sí que mantienen entrenado nuestro sistema inmunológico.
-¿Y qué hay que hacer cuando te pican? Viste que dicen “ponete barro”, hielo…
-¡No! ¡Barro no! Si te pica una abeja hay que sacarse el aguijón arrastrándolo con la uña, y ponerse hielo o vinagre y agua. Nunca barro, porque el barro tiene una fauna microbiana que, al verse vulnerada la epidermis podrían pasar microbios al cuerpo humano y hacer una infección.
-¿Y qué pasa con las abejas cuando pican? ¿Es cierto que se mueren?
-Las abejas cuando pican hacen un acto de altruismo. Se sacrifican por la comunidad que es la colmena. Porque una obrera, cuando pica, queda eviscerada, pierde sus vísceras, entonces, en minutos muere. En cambio, la reina, tiene un aguijón distinto y no muere. Así como el de la obrera es un como un arpón que queda clavado en la piel y por eso queda eviscerada, en el caso de la reina el aguijón es totalmente liso, puede picar infinidad de veces. Tengamos en cuenta que el caso de la reina el aguijón está pensado para pelear con otra reina en caso de que se disputen el liderazgo de la colmena.
-Siempre nos llenamos la boca hablando de la reina, pero en una colmena vos ponderás el trabajo de todos…
-En mi juventud yo veía a la sociedad de las abejas como una sociedad perfecta. Donde lo colectivo era lo que caracterizaba el éxito. Con el tiempo estudié mucho y ahí pude tomar conciencia que el vocabulario que usamos para referirnos a las abejas estaba teñido de una gran subjetividad. ¿De dónde surge que a un tipo de abejas se las denomina obreras y a otras reinas y a los machos zánganos? Con la carga emotiva que tienen esas palabras: una reina que subyuga y domina, las obreras trabajan y un zángano tiene una acepción de inútil, holgazán y vago. Pero eso viene de una etapa del capitalismo, la revolución industrial, donde había una clase dueña de los medios de producción y trabajadores.
-¿Y cómo es en una colmena?
-Nada más alejado de lo que realmente sucede en una colmena. Yo llegué a la conclusión que en realidad las que mandan en la colmena son las obreras. La colmena es una perfecta dictadura del proletariado, donde la reina sigue los dictados de las obreras en cuanto a poner huevos. Si las obreras restringen la alimentación de la reina deja de poner huevos y si falla la reina las obreras crían otra para reemplazarla o directamente la matan. Las funciones de liderazgo de una reina acá son menores.
-Otra cosa curiosa es que ustedes, que crían abejas reina, no sólo las comercializan en el mercado interno, sino que también las exportan. Y esa operatoria es para escribir un cuento…
-Si, nosotros empezamos a hacer exportaciones hace más de 20 años con Sonia (su mujer), arrancamos en 1999. La exportación se hace vía aérea en cajas ventiladas que van en la bodega del avión como cualquier otro animal, perro, gato o un caballo de polo. Lo interesante es que cada reina va acompañada de un séquito de entre 8 y 10 abejas obreras, porque la reina no se puede alimentar por sí sola. Necesita de las obreras que la alimenten con jalea real durante el viaje. En cada viaje tratamos de mandar no menos de 500 reinas.
Durante muchos años las exportaciones se hicieron de manera directa a los clientes finales en Francia (fue el primer sitio), y otros países de la Unión Europea, pero también a Africa y medio oriente. En este tiempo se ha ido complejizando el tema sanitario para exportar animales vivos. Con requisitos más estrictos.
-¿Qué lugar ocupa Argentina en el mapa apícola mundial?
-Argentina es un país muy relevante a nivel apícola. No tan importante como hace 20 años, cuando yo estaba empezando. Ha habido un retroceso significativo que tiene que ver con la reducción de las praderas y el auge de la agricultura intensiva. Pero no voy a caer en la simplificación de que la culpa la tiene la soja. No. De hecho, la apicultura es próspera en muchos países en donde la agricultura es intensiva. Por ejemplo, en Nueva Zelanda.
-¿Y entonces?
-Creo que acá el problema ha sido la debacle de la ganadería, porque si tuviésemos una producción pecuaria en auge, las abejas podrían extenderse. Pero en la realidad los últimos años los gobiernos que han sido anti campo acorralaron a los productores y optaron por la soja como vía de escape. Y la cantidad de colmenas en Argentina los últimos años se ha achicado en un 40 o 50%.
-¿Que nos falta hoy para retomar la senda, volver a crecer? ¿Lo ves posible?
-En otros países el apicultor percibe un ingreso por el alquiler de sus colmenas para la polinización de los cultivos lo cual repercute en una mayor productividad para los agricultores. Es un ida y vuelta entre apicultor y agricultor. En Argentina, sin embargo, paradójicamente, son los apicultores los que le pagan a los agricultores para poner sus colmenas.
-Y entonces, ¿no ves posible un crecimiento apícola?
-Hoy la apicultura ha perdido profesionalismo a la fuerza. Antes se necesitaban entre 500 y 1000 colmenas, según la zona, como unidad productiva, pero ha habido mucho abandono de la actividad. Hoy te encontrás con muchos apicultores a tiempo parcial, que tienen otra actividad principal, y los fines de semana atienden como pueden 250 a 300 colmenas. Esto repercute en la producción de miel.
-¿Te entusiasma algo que haya desde hace unos años más cultivos de servicio, de cobertura?
-Creo que hay varias respuestas. Pienso que no está en el interés de ninguna empresa que fabrica agroquímicos de destruir a las abejas. Las abejas forman parte del medioambiente y de hecho hay empresas que fabrican agroquímicos que tienen un área específica para custodiar a las abejas. Vuelvo al ejemplo de Nueva Zelanda, también en Chile, donde se usan agroquímicos, pero conviven con las abejas. Obviamente, si el agricultor no hace bien las cosas se van a morir todas las abejas. Pero no es que hay una secuencia inevitable de uso de agroquímicos y mortandad de abejas. No hay que mezclar las cosas.
-¿Cómo contarías qué es la polinización?
-Es el acto que realiza el viento o un insecto de transferir el polen, que es la célula sexual masculina o espermatozoide de las flores a la parte femenina. A veces requiere de un auxilio mecánico, y ahí está el trabajo de la abeja, que va a la flor por una recompensa, el néctar. De hecho, es interesante porque desde el punto de vista fisiológico, para la flor no es necesario producir néctar, que es una sustancia azucarada que deriva de la savia de la planta. La producción de néctar es una cuestión evolutiva que las plantas desarrollaron para atraer a las abejas para qué realizaran la polinización.
-¿Tenías un plan B a la apicultura?
-Cuando empecé con la apicultura era muy jovencito y era un tipo de clase media urbana en una familia de las características de la mía se esperaba que fuera profesional de algo. Y me costó mucho vencer esa presión familiar. En ese momento, creí que podía ser agrónomo o veterinario, pero nunca con una gran vocación. Y después, cuando conocí a mi mujer Sonia, que es agrónoma, ya alcanzaba con tener una en la familia. Aparte siempre la vi como una carrera muy inespecífica, que abarca mucho y aprieta poco. Si lo pienso hoy me hubiera gustado ser profesor de historia. Ver el pasado para entender el presente y el futuro.
-¿Qué te gustaría legarle a tus hijos?
-Los aliento a que sean emprendedores, que tomen riesgos, que no busquen la seguridad y que sean ciudadanos del mundo. A ambos los he disuadido de ser apicultores. En el caso del varón durante el verano desde hace tiempo que me ha ayudado. Pero soy consciente que la apicultura tal como la conocemos va a cambiar y se va a transformar en una actividad de hobbistas. Quiero que aprendan de los errores de sus padres.
-¿Qué tema musical elegís para cerrar la charla?
-Elijo la pieza musical “Uno”, del compositor italiano minimalista Ludovico Einaudi.