El uso de drones en el agro ya no es una novedad. Han demostrado ser muy prácticos para el mapeo de suelos, aplicaciones en cultivos intensivos y hasta se han probado para sembrar, pero aún es una tecnología costosa que requiere de mucho conocimiento y que el grueso de los productores se resiste a incorporar. Aún así, cada año la importación de unidades crece exponencialmente y en 2025 se espera el ingreso de unas 2000 nuevas unidades al país.
Como en todo proceso de cambio, las posiciones encontradas se discuten sobre la marcha y no queda claro hasta qué punto estos nuevos fierros podrían reemplazar a los sistemas tradicionales. Por el momento, el mercado local lo acapara China, con sus firmas DJI y XAG, y tanto en el país oriental, como en Estados Unidos, su uso es tan extendido que una tercera parte del área agrícola es pulverizada sólo con drones.
Aferrados a la tradición, en suelo argentino aún predomina la maquinaria de antaño, que aún así tiene tecnología de punta. Si de aplicaciones se trata, las pulverizadoras autopropulsadas y los aviones siguen siendo los más elegidos, aunque eso no quita que los drones vengan a ofrecer soluciones interesantes.
En un informe que realizó al respecto, la Red de Manejo de Plagas de Aapresid (REM) analizó las ventajas y obstáculos que tiene usar esta tecnología para la aplicación de fungicidas, herbicidas e insecticidas. Más que reemplazar a los equipos tradicionales, consideran que servirá para complementarlos, y advirtieron que “su adopción y eficacia dependen de la implementación de regulaciones adecuadas”.
En pequeñas superficies la aplicación con drones resulta ser muy útil y menos costosa. Si está creciendo su incorporación en establecimientos que hacen agricultura intensiva es porque les conviene mucho más invertir en eso que en aviones o máquinas pulverizadoras. En cultivos extensivos suelen hacer agua, porque es más lento, difícil y costoso trabajar sobre un área tan amplia.
“Las baterías permiten cubrir entre 3 y 4 hectáreas por vuelo y la carga del tanque no supera los 40 o 50 litros. Esto implica tiempos adicionales de recarga y logística”, explica el informe.
De todos modos, desde la REM señalaron que, como permite “tratamientos más localizados”, el dron podría usarse sin problemas en manchones o zonas específicas. También destacan su versatilidad, sobre todo para aplicar en terrenos donde no ingresa la maquinaria, ya sea porque están anegados o por la altura de los cultivos.
Esto último implica no sólo mayor seguridad para el trabajador, porque opera el aparato con control remoto, sino también un menor pisoteo del lote, que muchas veces se cobra entre el 1 y el 5% del rinde.
Lo que aún no ha podido resolver esta nueva tecnología son las cuestiones específicas que hacen a la aplicación. Hasta ahora, se destaca más por su movilidad y tamaño que por ser efectiva para un proceso que es clave en toda producción agropecuaria. Es que, tal como observan desde Aapresid, si bien se destacan por usar un menor volumen de productos, lo que se traduce en menos impacto ambiental, aún despiertan dudas en cuanto a si esa forma de operar es la ideal.
El listado de “contras” lo lidera el “mayor riesgo de deriva y de ´corte´ de mezclas puras” que tiene hoy usar drones pulverizadores. La cuestión está en que, como trabajan con una gota mucho más pequeña, decae la concentración del activo y, si las condiciones climáticas no son las ideales, puede perderse gran parte de la aplicación. Lo más complejo es que no se saben sus efectos hasta semanas más tarde.
Asimismo, como sus tanques son pequeños, sólo puede operar con dosis bajas, lo que no suele ser ideal en el caso de ciertos herbicidas. Y, al no contar con sistemas agitadores, obliga a descartar el uso de formulaciones como suspensiones concentradas, polvos mojables, gránulos dispersables o mezclas.
Pero, sobre todo, es en el marco regulatorio en el que la entidad santafesina recomienda profundizar. El año pasado, por medio del decreto 663/2024, el Gobierno regularizó el uso de drones o vehículos aéreos no tripulados (VANT), en base al Código Aeronáutico y alineado con regulaciones nacionales e internacionales. Eso facilita la importación de nuevos equipos y reglamenta la actividad para las muchas empresas que se insertan en el sector.
Hoy por hoy, ya está claro que quien desee prestar servicios con drones debe estar registrado en la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), y que se necesita un piloto matriculado para operarlos. En donde no hay aún definiciones es en el terreno de los fitosanitarios, que no pueden aplicarse con esta tecnología porque carecen de normativas propias.
La principal razón de la demora desde Senasa es que aún no se tiene certeza de qué impacto podría tener sobre la salud humana y cuán eficaz sería usar esta tecnología. Por el momento, cada empresa debe solicitar al organismo permiso para avanzar con los ensayos y posteriormente agregar los drones como sistema de aplicación en las etiquetas.