A veces las minorías ruidosas nos hacen creer que sucede algo diferente a lo que realmente sucede. En el mundo occidental -y también en la Argentina- hay una parte de la población que ha decidido no comer carne o comerla menos. Veganos y vegetarianos son grupos cada vez más numerosos y suelen ocupar cada vez más espacio en la agenda pública. La evidencia de su progreso es que las compañías alimenticias están lanzadas a buscar opciones alimenticias que los contengan dentro del mercado.
Aparece la “carne vegetal”. Hasta las palabras son territorio de esta disputa.
El error está en creer que si estos grupos son cada vez más visibles y ganan en influencia, eso significa que todo lo demás esté decayendo. Es lo que propone la prédica del movimiento vegano, que se autopercibe desde la oposición activa contra “los que comen carne”. Desde esta visión binaria, los que dejan un bando pasan a ubicarse en el bando contrario.
Pero no sería tan así: la producción mundial de carnes (pollo, cerdo y vacuno) viene creciendo sin prisa y sin pausa. Y hasta “se puede afirmar que en el 2021 la producción de carne ha alcanzado su mejor desempeño histórico”.
Lo dice un informe elaborado por los economistas de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) a partir de datos preliminares del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés): en 2021 a nivel global se produjeron 263 millones de toneladas de carne aviar, porcina y bovina.
El récord previo a este año correspondía a los 262,5 millones de toneladas que se produjeron en 2018. Y para 2022 -según los cálculos del USDA-, podría producirse todavía más carne que ahora, con 263,2 millones de toneladas, una suba de apenas 0,1%.
¿Entonces qué pasa? ¿No es cierto que haya cada vez más gente que deplore el consumo de carne y elija alimentarse solo con vegetales? Sí, es cierto, pero este fenómeno se registra sobre todo en ciertas sociedades que en general han resuelto ya sus necesidades alimentarias básicas y pueden ponerse a pensar en ese tipo de dilemas. Pero el grueso dela humanidad bien lejos está todavía de llegar a eso. Por el contrario, en los países asiáticos están en un camino inverso, saliendo de una dieta basada en unos pocos cultivos para empezar a incorporar paulatinamente las proteínas animales.
Por eso este cuadro, concluyente, sobre el fenómenos de fondo:
Otro espejismo en esta discusión que solemos ver los argentinos es creer que la carne bovina es la más importante a nivel global, solo porque aquí es la carne más abundante. Pero a escala global, solo el 22% de la carne producida es bovina (57,7 millones de toneladas equivalentes a res con hueso), mientras que un 37,7% de la carne es de pollo (99,1 millones de toneladas) y el 40,3% proviene de los cerdos (106,1 millones de toneladas).
Los datos preliminares del USDA muestran que menos del 15% de la carne producida en el mundo se comercializa hacia otros países, es decir pasa de manos entre exportadores e importadores. En 2021 fueron unas 37,2 millones de toneladas, divididas casi en proporciones iguales entre los tres tipos de carnes. Los envíos de carne de pollo representó 34,9% del comercio (13 millones de toneladas), la porcina el 33,6% (12,5 millones de toneladas) y la bovina el 31,5% (11,7 millones de toneladas).
Como se observa, la tasa de crecimiento histórica del comercio de estas tres carnes es todavía muy superior a la de la producción. Esto confirma lo que decíamos antes: que muy lejos del debate de los veganos en contra del mundo hay una mayor proporción de personas que incorporan las carnes a sus dietas, pero como sus países no producen suficiente, entonces recurren al comercio.
Esta tendencia parece gozar de muy buena salud: “Se proyecta que las exportaciones en el 2022 superarán los registros del año previo, totalizando 38 millones de toneladas, lo cual resultaría en un incremento del 2,1%”.
Para tener una visión acabada de este fenómeno, vale observar que en 2000 -cuando arrancaba el milenio- se comercializaban 14 millones de toneladas de las tres carnes, contra los 37 millones actuales. La demanda internacional de carnes más que se duplicó en apenas 20 años.
Esto explica otro proceso de fondo: una suba de los precios del alimento. Los argentinos también solemos mirar con lupa casera este fenómenos y por eso erramos muchas veces a las recetas si suba la carne en el mercado local.
Un indicador que resume esta variable (el precio internacional combinado de las tres carnes) se ubicaba en 109,8 puntos en noviembre de 2021, cuando un año antes se encontraba en 93,3 puntos. Es decir que, más allá de alguna corrección bajista reciente, el crecimiento de los precios internacionales de la carne ha sido en promedio del 17,6%.
Dirían los productores, en este contexto: “Vegano, no te tenemos miedo”.