En Las Flores, provincia de Buenos Aires, hace unos años un grupo de productores y trabajadores rurales se unió y formó un grupo llamado Vellón de Oro. Primero arrancaron con un proyecto de Cambio Rural para producir ovinos y ahora, hace poquito, se convirtieron en una cooperativa formalmente conformada, lo cual es una gran noticia porque los habilita para realizar diversas acciones de forma colectiva y trabajar en los temas que aquejan a las distintas producciones agropecuarias.
Sol Vignasse es ingeniera agrónoma y desde 2014 acompaña al grupo desde distintas instancias: primero como asesora Cambio Rural, luego desde el Programa de Desarrollo Rural Bonaerense y ahora desde la Dirección de Asuntos Agropecuarios de la Municipalidad de Las Flores. Además, ella misma es productora de ovinos, así que sabe cómo son las cosas desde la teoría, la práctica y el bolsillo.
“Cuando se inició el grupo arrancamos con capacitaciones vinculadas a la mejora del manejo productivo y reproductivo, y a temas de agregado de valor tanto de la lana a través del tejido como de la carne por medio de chacinados. También se obtuvieron créditos para la mejora de instalaciones, como los corrales, y hoy el grupo ya es una cooperativa y uno de los objetivos –entre varios- es jerarquizar la producción ovina que en la zona está creciendo mucho y de la mano de productores familiares, algunos que son propietarios y otros que son trabajadores rurales. En total son 13 familias y 25 productores y productoras”, explica Sol.
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Dadas las buenas perspectivas, la cría de ovejas goza de un gran potencial para crecer y recuperar los valores históricos que tuvo en la zona. Tiene, además, el valor de permitir un manejo familiar y ser animales alimentado de forma natural, con pastoreo, lo cual cada vez es más requerido por los consumidores que le buscan un producto bueno para la salud y, en lo posible, amigable con el ambiente.
Hoy los productores de El Vellón de Oro tienen muchas expectativas con el hecho de haber conformado una cooperativa ya que esto les permite, entre otras cosas, lograr mayor escala en la producción y organizar en conjunto la faena y la comercialización, que son cosas que un productor individual no puede abordar con facilidad. En este sentido, más allá de la “formalidad” y de la pertenencia a un equipo que tira para adelante, la cooperativa es una herramienta concreta para mejorar la producción y la venta del producto.
“Tuvimos dos experiencias de faena común para probar un nuevo canal de comercialización que es la venta directa al consumidor”, describe Sol. “Realizamos la faena, trozado y envasado al vacío en un frigorífico de Chascomús, y esta posibilidad de trozado es clave para vender al público, generar un vínculo con el consumidor y dar a conocer el nombre del producto ´Cordero de Las Flores´ que también habla de una identidad, de un lugar de procedencia, y es la oportunidad para contar quiénes somos, que pertenecemos a un grupo organizado y que producimos en familia”.
La cooperativa apunta a llegar a las mesas de los argentinos de forma más simple y directa, para instalar la idea de que se puede comer carne ovina cualquier día de la semana y del año y no solo esperar a fechas especiales, como pueden ser Las Fiestas o un cumpleaños, para “hacer un cordero”. En este sentido, el deshuesado y envasado es clave para que el urbanita incorpore esta carne de forma más habitual en su alimentación cotidiana.
“La idea es acortar la cadena y lograr un precio justo para productores y consumidores”, explica Sol. “El año pasado estuvimos a la búsqueda de otros mercados fuera de los locales y participamos con la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra) de un ´corderazo` en Avellaneda, Gran Buenos Aires, en uno de los puntos de venta que tiene la organización. Se llevó el cordero deshuesado y envasado para vender a los consumidores y fue todo un éxito, el consumidor acepto muy bien esta presentación de la carne porque le resulta más fácil incluirla en una comida diaria y así salimos de la idea de pensar el cordero para hacerlo entero a la parrilla, es empezar a sacarle la estacionalización y volver a un consumo como eran antes, más cotidiano.
“Además, como grupo, fue una gran experiencia participar en un canal de venta de esas dimensiones, de una escala muy superior a lo que es un mercado local”, se entusiasma Sol. “Ojalá podamos hacer que el cordero este en la mesa de todos los días porque es una carne saludable proveniente de productores familiares y una posibilidad para la gente de ciudad que no tiene una vinculación directa con el campo, ese es nuestro desafío”.
Hace algunos años dejé de comprar (y de comer) cordero, porque no conseguía aquí en Capital Federal, carne con gusto a cordero. Y hoy no se la ve en carnicerías de barrio. Y si la veo, no la compro, porque no tiene gusto a nada.