Por Matías Longoni.-
Una pulseada rara, que no se alcanza a dimensionar, se está jugando por estas horas al interior de la industria frigorífica.
Dos cámaras de ese sector industrial, que representan básicamente a frigoríficos de consumo doméstico, realizaron el jueves una marcha frente al Ministerio de Agroindustria, para protestar por lo bien que andan las cosas. Eso de por si ya sonaba bastante raro. Protestar en señal de apoyo.
Textual: “El principal reclamo pasa por enfatizar las decisiones del presidente Mauricio Macri orientadas a transparentar la cadena de la carne y evitar las pérdidas millonarias provocadas por la competencia desleal de las cooperativas truchas y los operadores marginales que se ocultan tras ellas, lo cual pone en riesgo de continuidad operativa a las empresas regularmente constituidas y los miles de puestos de trabajo formales del sector”.
Esa fue la explicación de uno de los dirigentes que convocó a la marcha, el presidente de CICCRA, Miguel Schiariti. Durante la protesta se lo vio casi en soledad a pesar de que había realizado esta convocatoria junto a la Cámara de Industria Frigorífica (CADIF). De esa entidad participó solo su presidente, Angel Vitale, pero nadie más. Por ejemplo, no estuvo Fernando Brizzolara, uno de los autores intelectuales del plan para combatir la informalidad que el Gobierno lanzó el 1 de marzo pasado.
Había un tercer actor convocante a la movilización, que prometía poner unas 3.000 personas frente a las puertas del Ministerio pero que finalmente mostró muchísimo menos poder de convocatoria. Se trata de la flamante Cámara de Matarifes Abastecedores. Es un grupo de operadores de la carne del conurbano que eligió “blanquear” sus operaciones a partir de las nuevas reglas de juego lanzada en marzo pasado. Bienvenidos. Ahora marchan contra (o a favor) de lo que aceptaron.
Schiaritti, así las cosas, fue la única cara visible de la marcha, aunque los logos que lo acompañaron fuesen algunos más. Para la historia de la carne, este directivo empresario siempre tendrá una valoración alta porque fue uno de los pocos -si no el único- que decidió enfrentar públicamente al ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, mientras el resto recibía dócilmente sus instrucciones en “la escuelita” y era cómplice del saqueo. Era la época en que la Argentina perdía 10 millones de cabezas, desaparecía del mercado internacional de la carne, cerraba un centenar de plantas de faena, echaba a la calle a 20 mil trabajadores y también provocaba la desaparición de 18 mil pequeños ganaderos. Schiaritti entonces denunciaba, mientras el resto hacía buenos negocios.
Era la época, en rigor, en que crecían de modo exponencial en el conurbano una serie de matarifes que hoy constituyen el núcleo duro de CADIF, una d elas cámaras que convocó a la movilización. Por ejemplo, Jorge “El Negro” Martínez, del frigorífico Panamericano; y Ricardo Bruzzese, creador de la popular “carne para todos” que los K usaban para hacer campaña barata. En esos años Bruzzese logró ponerse al frente del poderoso grupo Penta, con tres plantas. Alguno de sus jefes de faena fue visto en la marcha del jueves.
Por eso no se entiende mucho los motivos reales de esa movilización para protestar o apoyar (ya no se sabe qué, definitivamente) el plan que lanzó el nuevo gobierno (con amplio apoyo político de la mesa de las Carnes) para controlar la informalidad de la que tantos antes abrevaban.
¿Por qué protestan los que protestaban? En algunas notas, Schiaritti explicó que a pesar de los esfuerzos oficiales por poner en regla al sector, existe una permanencia de cooperativas de trabajo que significaban una “competencia desleal”, porque usaban esa figura para eludir luego el pago de cargas tributarias, laborales, y esquivar las reglas sanitarias. Tiene razón, poner en caja a esas cooperativas es uno de los temas pendientes.
En este artículo de Valor Soja están explicados de sobra los motivos que originaron esta marcha. Y mucho mejor, se identifican las cooperativas de trabajo truchas que supuestamente compiten de mal modo con los operadores ahora “blanqueados” del conurbano.
Uno de los grandes méritos de la nueva política encarada por la Subsecretaría de Control Comercial Agropecuario (Succa) es que volvió a ser pública la estadística oficial de faena, datos sensibles que Moreno y sus operadores ocultaron por obvias razones durante mucho tiempo. De allí se puede deducir cuánto porcentaje de la faena de bovinos estuvo este año en poder de las cooperativas de trabajo tan cuestionadas.
El dato objetivo es que esas cooperativas en conjunto suman apenas 2,6% de la faena total de bovinos entre enero y agosto. En ocho meses realizaron la faena de 214.500 bovinos, sobre un total nacional que supera los 8 millones.
Cualquier otro sector de la economía festejaría si enfrentara una tasa de informalidad de solo 2,6%, ya que es común escuchar hablar de tasas de negro de entre 20 y 30%. ¿Entonces de qué se quejan CICCRA y CADIF? ¿Por qué marcharon realmente?
No podemos explicarlo. La sensación es que lo que estamos viendo en realidad es una disputa entre dirigentes y empresarios por ver quién ostenta a futuro la representatividad de la industria frigorífica frente a un gobierno que ya no está en manos de Moreno sino que pretende establecer políticas de más largo aliento.
Desde hace rato, la industria exportadora está bien abroquelada en el Consorcio ABC, presidido por Mario Ravettino, otro de los alumnos que no tuvieron ausentes de “la escuelita”. Pero el grueso de la carne que se produce en el país se consume aquí. Entonces el escenario de la representatividad resulta mucho más confuso.
Schiaritti, ni bien terminó la movilización de protesta/apoyo, se fue hacia Ezeiza y viajó hacia la feria alimentaria Anuga, en Alemania, para reunirse con el resto de los empresarios y dirigentes de la carne. Allí si que estaban todos los que no fueron a la marcha. Suele suceder que todos los que afueran parecen buenos amigos, dentro del país compiten por el poder de forma despiadada.
Esa postal marca una realidad más bien triste, pues a pesar de los cambios visibles que se registran en el país (o la evidencia de lo que debería cambiar), las caras de los directivos de la industria frigoríficas se repiten invariables año tras año. Los que fueron cómplices de la gran liquidación de Moreno ahora se abrazan con quienes se opusieron, como si aquí no hubiera pasado nada grave. Pueden cambiar de bando, pero las caras son siempre las mismas.
La única conclusión que se puede sacar de los sucesos recientes es que la industria de la carne tristemente no actualizó sus sistemas de representación -y mucho menos, los mecanismos democráticos para elegirlos- a pesar de los desafíos mayúsculos que ahora tiene por delante. Por eso unos marchan sin marchar y otros avanzan a media marcha.
Bien o mal, ingresamos a una época pos-Moreno en la que ya no hay “escuelita” que valga. Lo obvio es que ahora hay que reconstruir la política pública, para volver a ganar mercados de exportación y reducir los niveles de informalidad en el sector a niveles razonables. El futuro de la carne depende de eso. Lo que no se percibe es que haya dirigentes a la altura de las circunstancias.