La Mesa de las Carnes, que agrupa a los industriales que procesan vacunos, equinos, pollos, cerdos y ovinos, presentó sus demandas de política pública el martes en una reunión en Buenos Aires. Curioso fue que allí una de las frases que más se escuchó haya sido “preocupación por el Senasa”. Pero así fue: toda esa industria luce inquieta por el desempeño actual de ese organismo clave para certificar la calidad de los alimentos tanto en le mercado local como en la exportación. De hecho, su suerte comercial muchas veces está ligada a lo que haga o deje de hacer ese sector del Estado.
De todos modos, esta suerte de imploración privada para que el gobierno de Javier Milei meta mano de modo urgente en el organismo sanitario está lejos de ser un pedido convencional de ajuste (achicar estructuras, recortar presupuesto y despedir personal), como los que la propia La Libertad Avanza impulsa en muchos sectores del Estado, comenzando por el INTA o el INASE.
Por el contrario, los privados fueron claros en el diagnóstico, al decir que en el Senasa “falta personal” (o en el mejor de los casos, está mal distribuido) y se requieren de más recursos. Incluso desde la Mesa se llegó a sugerir que se podría declarar la autonomía financiera del organismo, permitiendo que la millonaria recaudación por aranceles que se les cobra no sea absorbida por el Palacio de Hacienda sino que quede y se use para asegurar la operatividad del servicio.
Pero, además, el sector faenador de vacunos, aves y porcinos reclamó sin sutilezas que el gobierno ponga fin a la situación de aparente ingobernabilidad que vive el organismo técnico, que depende de la Secretaría de Agricultura que maneja Sergio Iraeta, pero está intervenido administrativamente desde Economía por Juan Pazo, mientras que su presidente, el agrónomo Pablo Cortese, se recuesta políticamente en el ministro desregulador Federico Sturzenegger.
Este clima de zozobra interna es una constante en los últimos meses, y se fagocitó desde el desembarco de una interventora de Pazo, María Eugenia Barbieri, en la gerencia general. Ahora esa funcionaria fue destinada a Transporte, pero las disputas internas subsisten.
“El Senasa está metido en una interna complicada. Hay ciertas líneas de Senasa que tienen que tomar decisiones, pero entre los funcionarios técnicos existe temor por tomar esas decisiones y que los rajen”, expresó sin pelos en la lengua el coordinador de esa Mesa de las Carnes, Dardo Chiesa, dando cuenta de que el organismo sanitario también sufre los coletazos de una visible disputa política entre Sturzenegger y el ministro de Economía, Luis Caputo.
Como sea, la preocupación por el funcionamiento actual del servicio veterinario fue compartida por Miguel Jairala, por los frigoríficos exportadores del Consorcio ABC, por Sebastián Bendayán por los frigoríficos de consumo agrupados en FIFRA, por Carlos Sinesi por las empresas avícolas de CEPA, por Daniel Fenoglio de la Federación Porcina Argentina, por Francisco Do Pico de la Cámara de Cgacinados CAICHA, y por Ernesto “Tito” Lowenstein por los frigoríficos equinos reunidos en UNICA.
Los malos diagnósticos sobre el desempeño del Senasa se repitieron a lo largo de todas las intervenciones de estos referentes de la industria cárnica. Pero siempre con cuidado, como para no despertar el monstruo de la motosierra, que podría complicar todavía mucho más las cosas.
En ese sentido, se acordó que uno de los problemas más acuciantes es la falta de personal que certifique la faena en los distintos tipos de plantas. Luego se remarcó que, más allá de que se avanzó bastante en la digitalización de varios trámites, queda mucho por hacer en esa materia.
Pero especialmente, todos reclaman poner manos a la obra en el llamado “estandar sanitario único”, que iguale las exigencias sanitarias que se hacen a todas las plantas de faena del país, más allá de su escala. En la Mesa de las Carnes consideran un contrasentido que Senasa cuide más la salud de los consumidores del exterior que la de los propios argentinos.
Pero al acento se puso en la parálisis de muchas decisiones debido a la fragilidad política que sienten los funcionarios de un organismo que debería ser técnico. La presión política que ejerce el gobierno sobre ellos saltó a la vista en muchos casos recientes, como la flexibilización de la barrera patagónica o el debilitamiento de controles sobre los productos veterinarios, solo como recurso para poder terciar en la disputa entre laboratorios por la provisión de vacunas contra la fiebre aftosa. En estos casos, la injerencia de Sturzenegger y Caputo es paralizante y contraproducente.
Y tiene consecuencias claras, como un relajación de los controles sobre productos y medicamentos importados, el avance de algunas plagas agrícolas por el debilitamiento de los planes de lucha en los territorios, y hasta le pérdida de mercados. En el caso de la industria de la carne, fue muy resonada la inhabilitación de muchas plantas de faena de vacunos que habían empezado a exportar carne a México pero luego no pasaron la primera inspección veterinaria.
“El Senasa tiene funcionarios excelentes, asó que es cuestión de ordenar un poco su funcionamiento”, deslizó Lowenstein, que recordó que hace unos años UNICA presentó un plan de modernización del organismo, al que nadie le llevó el apunte.
A su lado, Chiesa incluso llegó a proponer dotar al Senasa de autarquía económica y financiera, para que tenga presupuesto acorde a sus responsabilidades y no dependa de los humores de un funcionario gris de Economía preocupado solo por el superávit fiscal. “Si dispusiera de todo el dinero que se recauda, posiblemente el presupuesto que tenga Senasa pudiera cubrir todos los aspectos”, sugirió el propio Chiesa, que siempre se ocupó que al organismo se lo debe “fortalecer” más que debilitarlo.
Sobre el personal, incluso, llegó a decir que “quizás lo que está mal es la distribución en el territorio”, pero en ningún momento se habló de excedentes sino de déficits de gente capacitada para controlar todos los procesos.