Para quien lleva la actividad “en la sangre”, como el mismo productor Juan Traverso se autodescribe, el panorama no es fácil de diagnosticar. Allí, en el Gran Rosario, Traverso es uno de los más de 200 productores hortícolas que continúan la tradición iniciada hace ya 4 generaciones por los inmigrantes, pero también quienes vieron cambiar notablemente su rol.
Al calor de la explosión demográfica en la zona, el sector ha crecido durante muchos años dedicado, sobre todo, a abastecer los circuitos de alimentos frescos. Hoy concentra alrededor de 3500 hectáreas dedicadas a todo tipo de hortalizas, incluyendo la papa, dinamizado por la actividad industrial.
En la zona operan firmas clave, como Inalpa en el caso de los enlatados, Marfrig, para los congelados, y Agrocomercial Vagnoni, dedicada al secado. Eso ha motivado que el polo productivo de la región se encontrara con una demanda renovada y nuevos circuitos para abastecer pero, al mismo tiempo, lo expuso mucho más a los efectos de lo que sucede en las góndolas.
Uno de los principales argumentos que motorizan la apertura importadora en todos sus órdenes, desde la indumentaria, la tecnología y la línea blanca hasta los alimentos, es su impacto sobre los precios. Efectivamente, en muchos casos, la estrategia elegida por el gobierno nacional ha surtido efecto en ese sentido, y hasta ha servido como “aleccionador” de la incontrolable inflación dejada por la gestión de Alberto Fernández y Sergio Massa.
Es así como, durante el último año, las góndolas se llenaron de todo tipo de conservas, comestibles, congelados y hasta frutas que ingresaron desde los más variados destinos. Para algunos, fue la novedad de probar la auténtica pasta italiana o los jamones españoles, pero para muchos, la posibilidad de abaratar el costo de la compra mensual.
El reverso de ese fenómeno es lo que sucede en los cinturones hortícolas, una economía regional que hoy sufre los efectos concretos de la política de importación indiscriminada y ve a muchas de sus tradicionales producciones retraerse por la imposibilidad de competir.

Ejemplos concretos Traverso puede enumerar muchos. “Acá se hacían casi 500 hectáreas de choclo. Hoy se hacen entre 100 y 120 porque entran las latas de Brasil y no podemos competir”, explicó el productor, que advierte que en ese caso concreto el precio del producto importado es menor porque “se suele adulterar con glucosa”.
Algo similar ocurre en el caso del brócoli, que hoy ingresa desde Ecuador a un menor precio, pero también con menor calidad. “El nuestro es más caro porque la diferencia está en el porcentaje de agua, que no supera el 5% mientras que el ecuatoriano llega al 27%”, explicó. En sus mejores épocas, la zona destinaba no menos de 150 hectáreas a esa hortaliza.
La entrada de espárragos peruanos, por su parte, también desmotivó la producción local, y Traverso asegura que en el Gran Rosario ya casi no se siembra.
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Detrás de cada uno de esos casos, que son sólo ilustrativos de los tantos que hay, no sólo hay grandes empresas alimenticias que salen perdiendo, sino también todo un circuito que empieza en el campo y que emplea a muchísima gente. Cabe recordar que, generalmente, gran parte de la producción de hortalizas requiere de procesos manuales.
“Estos son economías regionales, producciones familiares. Acá no hay un fideicomiso que venga y haga 3000 hectáreas de soja, sino familias que viven de eso”, expresó Traverso.
Y agregó: “Los gobiernos no se dan cuenta que no se trata sólo de importación para que coman barato y no saben que detrás de una hectárea de choclo, por ejemplo, hay mucha gente en el campo y en las cadenas posteriores”.
Sin embargo, lejos de quedarse en el lamento, el referente sectorial ensaya también ciertas respuestas para el sector. “Necesitamos más industria, nuevos mercados y salir a exportar lo que hacemos”, expresó, y advirtió que eso requiere, por supuesto, de “infraestructura, acceso al crédito y tecnología”.
En ese sentido, el sector confía en que existen alternativas y que, por el propio dinamismo que han demostrado tener, se pueden aprovechar. Tal como había comentado el presidente de Exphortar, Fernando Cesaretti a Bichos de Campo, lo que se necesita es ser llamados a la “mesa chica” para integrar la toma de decisiones.
En muestras como la que celebran anualmente en Arroyo Seco, lo que queda en evidencia es que la horticultura no le escapa a la incorporación de tecnología, que conoce de tendencias de consumo, que puede atender a mercados muy variados y que hay una cadena muy consolidada.

En la base de todo, sin embargo, Traverso asegura que está la pasión. Aunque no atraviesen sus mejores épocas y ya no sean el sector en el que se insertó su bisabuelo cuando llegó de Génova, el horticultor seguirá apostando a la actividad con la que se identifica.
“Me muero acá, y por eso estoy donde estoy. Esto me corre por las venas”, expresó el productor, que hoy continúa el extenso legado familiar de la mano de sus hijos y es un convencido de que no hay forma de que el futuro no sea con “más industria, más gente y más horticultura”.





Ahora lo importante no es comer barato… Jaja pero q sarta de b… Nos cansamos de decirles q venían a hacer lo q siempre han hecho e igual todos como foquitas aplaudiendo el plan para destruir el estado… No creo q sea tarde para tomar acciones, sin embargo, así de tibios no!