El empobrecimiento de la población argentina es notable y abruma pensar que la casi la mitad de los ciudadanos están en esa condición. Y eso se refleja en el nivel de consumo de productos básicos, como es el caso de los lácteos, que se viene “primarizando”.
Medidos en litros de leche, en el arranque de este año no hay un cambio notable en la cantidad, pero sí se consume lácteos de menor valor.
En enero pasado se registró un crecimiento del consumo de leche que del orden del 10%, pero el de quesos, crema y postres lácteos descendió de manera importante, según el relevamiento mensual realizado por el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (Ocla).
Además, debido a los bolsillos “flacos”, los consumidores suelen buscar segundas y terceras marcas, cuyos productos tienen otra calidad y en muchos casos también canales de comercialización menos formales.
Se estima que la información relevada por Ocla “captura alrededor del 80% de las ventas totales, quedando fuera aquellas que posiblemente puedan tener un comportamiento inverso al descrito en el cuadro”, señala el informe de Ocla sin “pelos en la lengua”.
Sin embargo, así como las ventas informales de lácteos son imposibles de verificar en términos estadísticos, también lo es la composición de tales productos, muchos de los cuales están “estirados” con otros componentes (como almidón) para abaratar su costo de producción.
El documento del Ocla es contundente respecto del impacto de la situación socioeconómica de los argentinos en el consumo de lácteos, al destacar que “es contundente que las ventas y por ende el consumo presentan en los últimos años una tendencia a la baja en general y una primarización del mismo (productos más básicos: leches fluidas no refrigeradas, quesos al peso de segundas y terceras marcas y yogures bebibles de litro) en detrimento de aquellos productos de mayor valor agregado y por ende económico que obviamente afectan el mix de ventas de la cadena de valor láctea”.
Eso es consecuencia del “fuerte deterioro de los niveles de ingresos reales, lo cual al margen de reducir el volumen de consumo, afecta el valor del mix de ventas, haciendo que se facture un menor valor en las ventas internas”.
Finalmente, remarca que “obviamente que el ‘control de precios’ agudiza el proceso de menor recaudación de la cadena y seguramente desemboque, debido al menor incentivo, en un estancamiento de la producción, incluso caída, si no se revierten herramientas como esas, que nunca surtieron el efecto buscado –al menos el manifestado– y no se profundiza el control de la marginalidad, que genera una fuerte competencia desleal y tira hacia abajo todos los precios de la cadena”.