El gobierno de Javier Milei decidió desregular la economía y uno de los que cayó en la volteada fue el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), al que se le quitaron por decreto varias funciones, como la de de determinar un precio de referencia para esa materia prima de forma semestral.
A eso se sumó que se liberó la importación de yerba desde países limítrofes, y que este año la cosecha está dando buenos resultados productivos, en gran medida gracias a la ayuda del clima. Ante el exceso de oferta, las industrias imponen sus condiciones comerciales a los agricultores, que en su mayoría son minifundistas, por lo que los precios se derrumbaron.
Ese es el panorama que enfrenta, como tantos otros productores, José Kirilinko, que tiene su establecimiento de 25 hectáreas en la localidad de Campo Viera, provincia de Misiones.
“La situación es complicadísima. El productor no sabe qué hacer con su producción. Está pidiendo que por favor le reciban la mercadería”, describió Kirilinko en una charla con Bichos de Campo.
Respecto de los valores de la yerba, señaló: “En marzo el precio era de 370 pesos. Después fue bajando a 350 y luego a 300 pesos (por kilo de hoja verde). Hay industrias que hoy están ofreciendo entre 270 y 290 pesos con plazos de pago de entre 30, 60 y 90 días”.
Si a la baja del precio nominal se le suma la inflación que hubo entre marzo y mayo, el productor debería estar cobrando cerca de 500 pesos. Se trata de casi el doble de lo que ofrecen los procesadores, que en muchos casos ni siquiera reciben el producto, que corre el riesgo de perder calidad en los campos.
“Hoy te diría que el productor que cosecha lo hace por necesidad, porque no te conviene tocar la planta con este precio. De los 350 pesos que supuestamente pagan, 110 pesos se van en la cosecha (los pagos a los tareferos) y traslado, y te quedan sólo 240. Con esos precios no vale la pena cosechar”, lamentó Kirilinko.
Así, previendo estas crisis sectoriales recurrentes, el misionero se vio empujado a diversificar su producción. Por eso decidió, diez años atrás, incursionar en la piscicultura para tener otra alternativa productiva e incrementar sus ingresos. También analiza empezar a producir maracuyá, ya que encontró una industria que requiere de esa materia prima, una fruta que se da bien en zonas más tropicales. “Nos estamos reinventando, buscando distintas alternativas”, dijo.
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Con la piscicultura, en particular, no la tuvo tan fácil. “No todas las chacras de la zona están con las condiciones de hacerlo, porque por ahí no tienen las vertientes necesarias. Además hay que construir el estanque correspondiente que requiere de cierto plazo de asentamiento”, señaló el productor.
Hoy cuenta con cuatro estanques donde hace pacú, carpas herbívoras, sábalos y el salmón siberiano, entre otras especies.
“Hay que generar un ecosistema. Las carpas por ejemplo filtran el agua y los barredores de fondo limpian el suelo del estanque. Si no se hace así pueden aparecer enfermedades, hongos y se termina generando un problema dentro del estanque”, explicó.
Lo obtenido luego lo comercializa entre los vecinos de la zona, con los permisos correspondientes emitidos por las autoridades municipales.
Para alimentar a los peces recurre a diferentes recetas. En algunos casos da alimento balanceado, pero a otros los nutre con “productos de la chacra, como ser el pacú que también se alimenta de maíz y de frutas. Así quizás no tenés un desarrollo óptimo pero bajas los costos en la producción y mejorás el sabor, que es mejor que cuando se usan balanceados”, detalló.
En cuanto a la alternativa de producir maracuyá, una fruta que hasta hace algunos años era poco conocida en el país, dijo: “Estamos en pleno proceso de capacitación porque en toda producción necesitas capacitarte”.
De hecho, en la localidad de San Javier, provincia de Santa Fe, encontró una empresa que necesita materia prima.
“Tiene todo preparado para producir jugos pero le falta producción, entonces es una buena alternativa. Por eso estamos trabajando con el dueño de esa pyme en forma conjunta. Él se ofrece a darnos una capacitación gratuita y también es quien provee de los plantines a los productores que quieran incursionar en esto. Es algo muy importante poder contar con la opción de comercialización de la cosecha”, contó Kirilinko.
El productor misionero contó que la producción local de maracuyá es tan baja que se importa para cubrir el faltante.
“Tendríamos que buscar una alternativa, tener producción propia y ofrecer al consumidor un producto nacional”, finalizó.