¿Qué es lo prioritario a restaurar luego de un incendio en áreas naturales? Esa pregunta es la que se formularon investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), que este año realizaron un estudio sobre los fuegos ocurridos en el noreste de Córdoba entre agosto y septiembre de 2020.
Utilizando la herramienta de teledetección satelital, clave para caracterizarlos y monitorearlos –incluso cuando ocurrieron en el pasado-, se logró establecer su extensión e impacto. Los primeros resultados arrojaron que, con una intensidad de moderada a alta, el fuego afectó 110.000 hectáreas de vegetación natural y redujo la productividad de la vegetación hasta un 10%. Sobre esa base, el trabajo se centró luego en definir los sitios en los que resulta prioritario recuperar la vegetación.
“Estudiar los incendios en el lugar y el momento en que ocurren es casi imposible, pero hacerlo ‘desde arriba’ es más sencillo. Las imágenes satelitales son ideales para saber, por ejemplo, el tipo de vegetación que se quemó o establecer la magnitud de la superficie afectada, la intensidad de los incendios y el impacto sobre variables clave de los ecosistemas”, dijo Pablo Baldassini, docente del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información (FAUBA) al sitio de divulgación Sobre la Tierra.
“En total se quemaron 110.000 hectáreas, de las cuales el 40% presentó una severidad entre moderada y alta. El 93% de lo que se quemó fue vegetación natural, en particular pastizales y arbustales. El resto fueron bosques abiertos y cerrados”, determinó Balfassi junto a Hebert Castillo, egresado de la Especialización en Teledetección y SIG en la Escuela para Graduados FAUBA.
Según explicaron, la combinación de la información satelital con otra de tipo socioambiental, como vegetación, distancia a pueblos cercanos y a cuerpos o cursos de agua, densidad de población o pendiente del terreno, fue clave para establecer “áreas prioritarias de restauración post-fuego a partir de un abordaje llamado multi-criterio”.
De acuerdo con este abordaje, una de las variables del ecosistemas más afectadas fue la evapotranspiración, que integra las pérdidas de agua a la atmósfera desde el suelo y la vegetación. En los sectores donde el fuego fue más severo, cayó hasta un 25%. Además en esos mismos lugares, la productividad de la vegetación cayó un 10,6% y la temperatura del suelo aumentó un 10,2%.
Esto permitió identificar cuatro áreas prioritarias: “Al 50% del área afectada —mayormente cubierta por pastizales naturales— le correspondió una baja prioridad. Por otra parte, solo al 7% —con arbustos y bosques naturales— le correspondió una alta prioridad en cuanto a su restauración”, detalló Baldassini.
“Lo más destacable es que usando teledetección pudimos obtener información detallada sobre los incendios en áreas naturales. Esto debería facilitar la toma de decisiones y la asignación racional de recursos para recuperar primero los sitios más afectados, recursos que siempre son escasos”, señaló el investigador.
“Desde la academia generamos información robusta que está disponible. Ahora, quizás lo que falta es el vínculo con quienes deben tomar decisiones. Me parece un aspecto clave, aunque muchas veces difícil de lograr”, concluyó.