En términos nominales, los indicadores del sector lechero deberían ser para festejar. El precio promedio de la leche en mayo pasado a nivel nacional, según el informe de la Dirección Nacional de Lechería, fue de casi 30 pesos por litro, lo que significó una suba interanual de 63%, muy por encima de la inflación informada por el Indec y también superior a la devaluación del dólar oficial.
Eso les permitió cobrar a los tamberos un precio de 30 centavos de dólar por litro, que es el objetivo histórico reclamado, aunque vale aclarar que eso es resultado de medir el ingreso en función del dólar oficial (100 $/u$s) y no del real (MEP), que ronda los 160 pesos y que sería mucho más representativo para evaluar la competitividad del sector tambero.
Además, es necesario tener en cuenta la fuerte suba de los granos y los fertilizantes, junto con la caída de precios de la vaca de descarte como consecuencia del cierre de exportaciones de carne vacuna. En ese marco, todo el festejo se diluye y “no podemos sacar la cabeza fuera del agua”, como aseguró recientemente el empresario lechero de la zona Abasto Ignacio Bastachuri.
La cuestión es que mientras el precio al productor aumentó –en términos nominales, es decir, sin considerar el impacto de la inflación– un 63%, el precio minorista de los lácteos medido por el Indec ajustó en promedio un 50,8% en el último año, aunque la mayor parte de esa suba corresponde a los quesos, mientras que los demás lácteos (leche fresca y en polvo, manteca, yogur y dulce de leche) siguen bastante retrasados.
Esa breca porcentual la está absorbiendo la industria láctea, que se viene peleando por la poca leche disponible, por lo que algunos operadores del sector creen que al menos durante junio y quizás en julio también volvería a ajustarse hacia arriba el valor que reciben los tamberos.
El “bajo” aumento del valor de los lácteos, muchos de los cuales están condiciones por el programa oficial de precios máximos, representa un problema enorme para muchas compañías lácteas, especialmente aquellas que dependen de las cadenas de supermercados para vender la mayor parte de su producción.
A eso se suma la restricción que se genera por los derechos de exportación, que según fuentes del sector significan una pérdida del orden de 5,0 pesos más por litro de capacidad de pago que el Estado le quita a las industrias.
El mercado interno está muy castigado por una inflación que no da tregua y que el gobierno pretende combatir con acuerdos que no hacen más que reducir el ingreso de los sectores productivos, desalentando inversiones y la posibilidad de aumentos de la oferta futura.
Por eso en el sector privado rezan para que no se toquen las exportaciones. El temor es que haya para la lechería medidas como las que se tomaron en la carne vacuna y para evitar eso se trabajó en un “acuerdo de precios”. Actualmente las ventas al extranjero de productos lácteos significan el cerca del 26% de la producción de leche fluida.