Como todo pionero, Federico Roncoroni puede hacer una larga lista de errores en los que incurrió cuando decidió implantar almendros en Coronel Dorrego. A 15 años de esa decisión que muchos habrán juzgado alocada, también puede anotarse una larga lista de aciertos. Entre ellos, que la actividad hoy pueda desarrollarse de forma intensiva y conjunta a la producción de olivos, otro “boom” que hace varios años atrae a inversores en la región.
Es que gracias a su proto experiencia, que fue perfeccionada con los años, en el sudeste bonaerense los almendros empezaron a ganar terreno como compañeros fieles de la actividad olivícola. Un centenar de productores apuestan por esas vías alternativas a los tradicionales granos. Estos nuevos planteos son intensivos y se han perfeccionado tanto que Roncoroni los bautizó como “agricultura de leñosos”. No le caben dudas de que almendros y olivos tienen todavía mucho por crecer en el sur bonaerense.

En realidad, los planes iniciales de este ingeniero agrónomo no fueron nunca convertirse en el promotor de una reconversión productiva ni mucho menos. Lo suyo con los almendros fue un proyecto personal derivado de una necesidad inmediata. Ni un “amor a primera vista” ni mucho menos
“Arranqué al revés, cansado de los commodities, de los mercados intervenidos (recordemos hace quince años la prohibición de exportar trigo o maíz) y las sequías recurrentes, pensando en un producto mecanizado, no perecedero, en moneda dura, cuya oferta fuera insuficiente para la demanda. Así terminé decantando en el almendro”, explicó Roncoroni en diálogo con Bichos de Campo.
La primera experiencia fueron unas cuatro hectáreas en Pehuen-Có, un balneario a sólo 10 kilómetros de Coronel Dorrego, donde demostró por primera vez que se podía producir almendros muy cerca del mar y que puede ser una actividad por demás rentable. El mercado hizo luego su parte, y varios inversores siguieron luego ese mismo camino.
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Cuando aarrancó, había ya algunos datos que le indicaban a Roncoroni que su idea de los almendros no era disparatada. “La bibliografía daba todos los indicios de que, agroclimáticamente, la zona era apta”, señaló, aunque no estuvo completamente seguro de ello hasta que puso en marcha su proyecto.
A fin de cuentas, una cosa es lo que dicen los libros y otra es la realidad y, como él sostiene, “la única verdad es cuando pones un árbol y ves que crece y produce”.
Con innumerables errores de por medio, los propios de todo pionero en una actividad, llegó a esa verdad y aprendió lo necesario como para asesorar a otros planteos de la zona. Roncoroni, por ejemplo, ahora asesora a uno de los proyectos más grandes de esta región. el de Unión Agrícola, de la familia Chediack, que de producir olivos en Chilecito, La Rioja, está pasando a hacerlo a gran escala también en el sur bonaerense, cerca del mar, donde también puso almendros.
Más allá de los factores climáticos, de suelo y de manejo, lo cierto es que detrás del prometedor escenario para la almendricultura en el sur bonaerense hay un dato no menor: Esa especie de frutos secos “se adapta perfectamente al sistema de súper alta densidad”, explicó el agrónomo, respecto al esquema ya utilizado en la producción de olivos de la zona.
Es que, a diferencia de otras zonas tradicionalmente productivas, como Cuyo o el NEA, la actividad olivícola bonaerense se hace de forma totalmente mecanizada, con una alta concentración de plantas por hectáreas dispuestas en forma de seto. Eso permite ser mucho más eficiente en términos productivos, pero además ahorrar en el empleo e mano de obra calificada, que en esa región no es abundante.
Como los almendros comulgan muy bien con ese sistema productivo, y pueden trabajarse incluso con la misma maquinaria, muchos establecimientos hoy también lo adoptan a sus planteos.

“La idea es ajustar la planta para lograr la mecanización absoluta, desde la plantación, hasta la poda y cosecha”, explicó Roncoroni.
Al disponer de los almendros en setos, con pasillos que ceden el paso a la maquinaria, se pueden abarcar grandes extensiones con un uso muy eficiente de recursos. Por eso el especialista habla de “agricultura de leñosos”, ya que es una forma muy similar al modo en que desarrolla la producción de granos, más allá de que los almendros tengan una larga vida útil y la siembra no debe hacerse todos los años.
Con un adecuado manejo, una plantación de almendros no demora más de 3 años en entrar en producción. Pero para eso, aunque aclara que “no hay una recomendación única”, Roncoroni sí señala que deben cumplirse con ciertas pautas básicas.
La más importante es quizá la elección de la variedad y la ubicación, pues el almendro suele ser muy sensible a las heladas tardías. Eso explica por qué suele ser adaptable a zonas cercanas al mar, que actúan amortiguando ese fenómenos climático tan adverso.
El resto, es un hacer constante y diario, del mismo modo que en toda actividad agropecuaria. Lo que está claro, señala el agrónomo, es que la almendricultura del sudeste bonaerense es, tal como la olivicultura, totalmente viable en términos técnicos, productivos y económicos.
“El ajuste agronómico es permanente. No hay realidades absolutas y no hay verdades absolutas, pero el potencial está y es bien claro”, concluyó Roncoroni, con la satisfacción de quien abre un camino.





