Por Matías Longoni (@matiaslongoni).-
De la última reunión de la Mesa de las Carnes, la sexta en la que participó el presidente Mauricio Macri, lo que quedó en el tintero es una promesa explícita del ministro de la Producción, Francisco “Pancho” Cabrera, de ir reduciendo el nivel de retenciones a las exportaciones de cueros sin curtir hasta desmantelar por completo el régimen que desde hace varias décadas favorece a la industria curtidora y perjudica al sector frigorífico.
¿Será cierto esta vez? La pregunta corresponde, porque han sido muchas las veces que las autoridades de diverso signo prometieron el desmantelamiento de esta “protección” a las curtiembres, que actúa como aquel famoso “cazando en el zoológico”. Lease: como el nivel de impuestos convierte en prohibitiva la posibilidad de exportar cueros salados o Wet Blue (primer grado de proceso industrial), los frigoríficos que obtienen ese subproducto de la faena vacuna se ven obligados a venderlo en el mercado doméstico, a una industria curtidora que los espera sentada y sin competir, les fija los precios qué quiere y se los recibe cuándo quiere.
Tan intensos son los intereses que se mueven detrás de esta “política industrial” que el régimen sobrevivió incluso al huracán desregulador llamado Domingo Cavallo, que sacudió estas costas en la década de los 90. Y es que en aquel momento la principal curtiembre del país era la de la familia Yoma, nada menos. Los cuñados de Carlos Menem.
Pero, además, la Cámara de la Industria Curtidora Argentina (CICA) tiene la potestad cedida por el propio Estado para controlar las calidades de los cueros exportados y eventualmente bajar el pulgar ante ciertos embarques. Tan poco claro es el manejo en este rubro del comercio exterior que así lucen en este mismo momento las estadísticas de exportación de cueros que lleva esa cámara industrial. No hay números de nada a pesar de que el sector curtidor exporta por sumas nada desdeñables cercanas a los 1.000 millones de dólares anuales.
Cuenta Francisco Brunetti, un empresario de la carne de Salta que viene denunciando desde hace mucho tiempo este régimen y ha hecho varias gestiones ante la cartera de Producción, que “desde 1972 nos impiden exportar nuestros cueros. El presidente Lanusse fue el primero que lo impidió mediante un decreto, y en 1984 Lavagna inventó una fórmula estrafalaria tomando como referencia un mercado extraño al nuestro, como es el de Chicago, con calidades, clasificaciones, costos y moneda no nacional”.
En rigor, las retenciones a las exportaciones de cuero salado se aplican en el país a partir del valor del cuero transado en Chicago, que es mucho más caro. Entonces es una retención mentirosa, ya que no representa 15% sobre el valor de exportación del producto “cuero argentino”. El porcentaje, de ese modo, termina siendo mucho más elevado.
Ver: Los frigoríficos no saben qué hacer con los cueros: valen poco, nadie los compra y se les pudren
La situación es más grave todavía porque hay una crisis severa por un exceso de oferta de cueros a nivel internacional, que está deprimiendo fuerte los precios de los cueros, aquí y allá. Esto ha provocado que las curtiembres locales dejen de comprar el subproducto a los frigoríficos, que así se ven obligados a cargar con el costo financiero de salarlo y stockearlo a la espera de que Yoma y sus amigos (en realidad el simpático Emir salió del negocio hacer rato y hoy mandan otras empresas mucho más poderosas y concentradas), se decidan a reanudar sus compras.
Este es el último cuadro comparativo que publica el Consorcio de Frigoríficos Exportadores ABC sobre los valores de este subproducto. La caída en Estados Unidos ha sido brutal en los últimos cuatro años, de casi 4 dólares de 2014 a poco más de 2 dólares hoy, es decir casi a la mitad.
Pero en la Argentina, también expresado en dólares, el cuero se desvalorizó muchísimo más, porque en octubre de 2014 se pagaba más de 2 dólares (la mitad que en EE.UU.) y ahora solo vale 50 guitas, una cuarta parte. En pesos, consuelo de tontos, subió de 10 a casi 18 pesos por kilo, con inflación y devaluación mediante.
La Argentina produce vacas, que como dice Les Luthier son animales “todos forrados de cuero”. Así, inevitablemente cada año la Argentina vuelca al mercado entre 12 y 13 millones de cueros, el equivalente a su faena de bovinos. En estos momentos, según fuentes del mercado, en poder de los frigoríficos existe un stock cercano al 30% de la faena anual, unos 4 millones de cueros, que tienen un periodo de vida útil breve y luego se pudren. En varios lugares ya se están enterrando, porque el mal olor es insoportable.
Ahora la promesa oficial ante la Mesa de las Carnes (donde paradójicamente no se sientan los curtidores) es que las retenciones que impiden la exportación de cueros a medio procesar (salados o Wet Blue) se reducirían primero un 50%, para luego ir tendiendo a la desaparición. Pero todavía es un misterio cómo quedará la fórmula. “En los próximos días saldría el decreto con una baja progresiva de retenciones al cuero crudo”, es el escueto resumen contenido en el comunicado oficial que dio cuenta de lo sucedido en la reunión con Macri y que ilusionó a los frigoríficos.
Ver: Mi cuero no vale: las curtiembres lo pagan a 25% del valor internacional
Jorge Torelli, del frigorífico Mattievich y la cámara Unica, contaba días atrás que con el precio del cuero tradicionalmente un frigorífico llegaba a pagar el costo industrial de una faena, pero que ahora las piezas se acumulan sin poder vender y se deprecian tanto que no llegan a cubrir ni el 30% de los costos. La idea del sector es que desactivando la trampa de las curtiembres se activen al menos algunas exportaciones directas de cueros salados hacia países vecinos, de modo de descomprimir un poco el stock de cueros y que levanten algo los precios.
Cambiemos promete cambiar un régimen de promoción (o protección) industrial que lelva varias décadas y ha sobrevivido a todos los gobiernos. Veremos.