La analista del mercado de invernada Rosgan, Maria Julia Aiassa, dio a conocer sus proyecciones para el sector de la carne vacuna en 2024.
En el próximo año se esperan condiciones distintas a las que los ganaderos atravesaron durante 2023, el año de la seqía, dado que el rebrote del pasto que se está dando en una amplia zona de producción ganadera genera un cambio de escenario que permitirá una mayor retención de terneros en campos de cría y recría.
Sin embargo, la oferta de esos animales será más baja por el impacto de la sequía en las preñeces de las vacas, por lo que la oferta de animales para engorde y posterior faena será menor, y eso va a condicionar a la producción y la oferta para el consumo y la exportación.
En este contexto, Aiassa vaticinó que espera una faena de 13,2 millones de vacunos, lo que significa una baja de 11%.
Por otra parte y como consecuencia de la recuperación de los procesos de recría, la especialista estima un incremento de 1% en el kilaje medio de faena, lo que compensaría solo parcialmente la caída en la faena.
En este contexto, Aiassa consideró que la producción de carne vacuna sería de 3 millones de toneladas, lo que significaría una caída de 10% con relación a lo que se espera que termine resultando en 2023, algo que se sabrá con certeza en pocos días más.
Empero, la exportación y el consumo deberán competir con una oferta más baja. Aiassa aseguró que las exportaciones serían de 950 mil toneladas, es decir, repetiría el volumen de este año, aunque su participación sobre el total de la oferta sería mayor y llegaría al 31%.
Al respecto Aiassa proyectó: “Para el próximo ciclo, con una oferta de carne más restringida, estimamos que la exportación presionará para sostener los niveles de actividad conseguidos este año, a fin de diluir los pesados costos de estructura que recaerán sobre la operación”.
Si baja la producción y las exportaciones se sostienen en los niveles de este año, la que se verá afectada es la oferta de carne para el consumo doméstico, y por eso Aiassa estimó que sería de 44,4 kilos por habitante al año, lo que significaría una caída de al menos 10% con relación al promedio de 2023.
La demanda local es fanática de la carne vacuna y se bancó este año un aumento del precio cercano al 200% cuando la inflación acumulada es menor.
Pero la situación social sigue empeorando y cada vez son menores las posibilidades de que los argentinos compitan con sus salarios en pesos, cada mes más devaluados con una exportación que tendría menos restricciones para comerciar con el mundo.
“Hoy no está claro cuánto más pueda resistir el consumidor local sin comenzar a restringir su ingesta de carne. Si bien los procesos inflacionarios suelen generar fuertes desequilibrios en términos de prioridades de consumo, el reciente ajuste que acabamos de ver en los precios de la hacienda, producto de un consumidor sumamente reticente a convalidar las últimas subas, nos da una primera señal de la respuesta que podríamos esperar por parte del mercado local en los próximos meses” dijo la analista ganadera.