Este es un año como pocos en la historia de la lechería, una combinación tremenda de clima adverso y políticas erráticas han hecho que el contexto tenga hoy a las unidades productivas en la disyuntiva de cómo definir el futuro inmediato.
Para algunos llegan tiempos de decisiones drásticas, entre seguir agonizando o cerrar el tambo, mientras que para otros empiezan a correr los plazos para achicarse y seguir ajustando costos. En las industrias, entre los aprietes por los precios y las exportaciones, los días pasan planificando de qué manera poder pagar un peso más por la materia prima para no seguir achicando la producción.
En este contexto lo único que pudo esbozar el Gobierno Nacional por el sector lechero fue una línea de subsidios, que llegan lento, tarde y que ni siquiera van a lograr un efecto electoral.
Con varios meses de Dólar Soja encima, el 6 de enero se prometía el programa Impulso Tambero, que se pagaría de marzo a junio en cuotas mensuales. Como la situación no mejoraba, ya en mayo empezaba a haber rumores de un quinto pago que incluso fue anunciado por el propio Sergio Massa. No sucedió, pero después se decidió ingresar a una segunda etapa de este programa de compensaciones.
La confusión entre la quinta cuota y la nueva fase navegó por las aguas turbulentas de la lechería y fue el 5 de julio que el precandidato a presidente del oficialismo y ministro de Economía sentaba a su lado al Gobernador de Santa Fe y candidato a una banca de diputado provincial, Omar Perotti, para pegar el volantazo. Entre ambos hacían difícil la construcción de confianza en lo que se presentaba como el Impulso Tambero 2.
Se prometían 7.000 millones de pesos para esta segunda fase, donde se mezclaban datos de exportación, con precios en las góndolas, pero lo cierto es que no se daba fecha de inscripción, ni pago, aunque se anunció la ampliación del universo productivo.
Con el promedio resultante de la leche comercializada entre los meses de abril de 2022 y marzo de 2023, son dos grupos, los de menos de 1.500 litros diarios, que tendrán un subsidio de 20 pesos por litro, mientras que los que se ubican entre 1.501 y siete mil litros diarios recibirán un subsidio de 15 pesos por litro, llegando como tope a los 800 mil pesos en un mes, así el máximo por productor será de 1,6 millones de pesos.
Se sabía que actualizar el padrón iba a demorar las cosas, pero nunca se pensó que tanto tiempo.
Hace exactamente dos semanas, en el Congreso de Coninagro, Bichos de Campo consultó al secretario de Agricultura sobre la fecha de pago del Impulso Tambero. “Yo creo que será en los primeros días de septiembre” respondía Juan José Bahillo. Como era de suponer el plazo no se cumplió.
En las últimas horas consultamos a otras fuentes de Agricultura que dieron indicios un poco más concretos, en medio de las olas de consultas de los productores que están desesperados por poder comprar algo de alimento para los animales con ese dinero.
El listado de beneficiarios estaba listo el martes y esta madrugada se publicó en el Boletín Oficial. La Resolución 319/2023 ofrece dos anexos con los beneficiarios. En el primer archivo, se pueden recorrer 121 páginas con quienes están aptos para cobrar, con el detalle por cuota y el beneficio total. En el segundo, se pueden leer las razones sociales de quienes no fueron incluídos en el futuro pago.
En total, según la resolución, se aprobaron unas 4.517 solicitudes, por un valor total de 5.955.461.699,46 pesos, que serán divididos en dos cuotas.
Estos son los productores que salieron en el listado positivo:
anexo_6954462_1A partir de esto publicado, que son las autorizaciones, se empieza a gestionar la orden de pago ante la Tesorería General de la Nación, del Ministerio de Economía, que no debería demorar más de 15 días.
La expectativa en la avenida Paseo Colón es que no se demore más que eso la llegada de la primera cuota y el próximo mes debería cumplirse con la otra, sobre todo porque la primera vuelta de las elecciones presidenciales serán el 22 de octubre.
En esto no importa si la devaluación limó mucho el poder de compra de insumos, alimentos o servicios, sino que una medida meramente efectista, que con la demora ya perdió cualquier impacto positivo buscado, por el desánimo reinante ante cada ordeñadora.