Nacida y criada en el paraje Legua 60, a 12 kilómetros de Corzuela, Chaco, Marcela Chávez, de 39 años de edad, estudió dos años en Las Breñas, en la escuela técnica. Me cuenta que ella, desde muy niña, buscaba agua para llevar a su casa, en una zorra tirada por un caballo, a una distancia de 4 kolómetros. Más lejos iba en busca de leña, al monte bajo, que es el chaqueño, a diferencia del misionero. Sabe hachar, como la mayoría de las mujeres de ese lugar, y de pequeña su padre la llevaba a carpir la tierra y a cosechar algodón. Su padre compró una chacra de 10 hectáreas, y usaba 30 hectáreas más mientras las iba pagando.
Marcela es mamá soltera de 3 hijos y tiene 6 hermanos. Su papá murió en 2015, con 59 años de edad, de cáncer de pulmón. Como fumaba mucho, no saben si resultó de eso, o si de sus años de tractorista, porque en esa época no se protegían al fumigar. Ella creció criando gallinas, patos, chanchos, chivos, vacas y trabajando la huerta que amaba su madre.
Un día Marcela comenzó a trabajar de cocinera en el comedor de la misma escuela 649 de su paraje natal, Legua 60, en la cual ella había estudiado, y allí comenzó a tomar conocimiento de la cocina profesional. Lo hizo durante diez años.
En el año 1998, la ingeniera agrónoma Gabriela Faggi, responsable de INTA Las Breñas, la convocó para emprender un camino de trabajo asociativo entre productores y quinteros de la agricultura familiar y chacras de Corzuela, al sudoeste chaqueño, con el apoyo socio-técnico del INTA y de la Secretaría de Agricultura Familiar Chaco, para buscar alternativas productivas sustentables que pudieran sacarlos a flote de la crisis económica que sufrían, y sobre todo, de la falta de trabajo.
Todos los integrantes provenían de trabajar en el programa Pro-Huerta. Así crearon en el año 2011 la Asociación Civil sin fines de lucro “Siempre Unidos”, Minifundios de Corzuela, con sede en el centro de la ciudad de Corzuela. Desde el 19 de agosto de 2017 Marcela es la presidente. Hoy exclama con buen humor: “¡Acá mandamos las mujeres!”
Un día al ver que todos los productores tenían en sus casas las plantas de tunas silvestres, con el apoyo del INTA adquirieron una máquina desjanadora, que procesa o desespina unos 847 kilos de tunas por hora.
Llaman “janas” a las pequeñísimas espinas que tienen las tunas, de modo que hay que extraerlas de las plantas con gruesos guantes y cuidando de no agitar las mismas, ni de estar con viento en contra porque las janas se desprenden fácilmente y puede ser que no se las vea venir hacia la propia cara.
Escuchá cómo Marcela elabora milanesas de nopal:
Así es como hoy han logrado tener un establecimiento habilitado para elaborar y comercializar mermelada de tuna en frascos, con la marca registrada “Sabores de Corzuela”. Pero además producen jugos, licores, y de otros frutos como la naranja agria, el pomelo, mamón, flor de Jamaica o rosella.
Montaron una panadería, un taller de costura con 5 máquinas, y cuentan con una oficina de microcréditos. Desarrollaron una huerta orgánica con plantas nativas y vivero, y regalan semillas de algarrobo o de quebracho a los pequeños productores para que hagan sus “cortinas”.
Y como si todo eso fuera poco, ahora a Marcela, la presidente, si pasan por Corzuela, además de hallarla trabajando en la huerta o cocinando mermeladas, amasando panes o recolectando tunas, mientras armoniza con carácter los grupos que integran los 71 asociados, también la podrán encontrar trabajando de albañil o capachera, fabricando aljibes de 16.000 litros, con un sistema que han importado de Brasil, llamado “Cisterna Placa Cemento”. Se construyen en los hogares de los quinteros, porque ayudan a paliar el problema de la escasez de agua, y propician una buena administración de ese recurso, ya que ahora filtran el agua jabonada y la usan para riego de sus plantas frutales.
En el año 2013 me fui a vivir a Weisburd, un pueblo rural donde nació mi esposa, cerca de Quimilí, en el lado Este de la provincia de Santiago del Estero. Allí el clima, la falta de agua y las tunas y los quimiles (éstos no son comestibles) silvestres eran muy similares a los de Corzuela. Por la falta de oportunidades decidimos regresar a Buenos Aires. Pero tal vez otro hubiese sido nuestro destino si hubiésemos conocido a las ingenieras agrónomas del INTA, Gabriela Faggi y Fabiana Gutiérrez, de Las Breñas, Chaco. Tal vez, con mi carácter de emprendedor, hubiese encarado semejante patriada, que no es nada fácil en los tiempos que corren.
Al menos conocí a muchas mujeres luchadoras y líderes de la altura de Marcela Chávez, que hoy es una “Modelo de Mujer”, sí, mucho más que las de las pasarelas. Ella eligió obsequiarnos el chamamé “La Oma”, letra de Daniel Altamirano y música de Pedro Favini, por Los Nocheros. ¡Gracias, Marcela!
https://www.youtube.com/watch?v=d6nldYywZJQ