Jeremías Chauque (40) nació en Comodoro Rivadavia, Chubut, y tiene sangre mapuche, aonikenk. Es músico, autor, compositor y productor artístico, hijo del reconocido artista Rubén Patagonia, cuya banda musical integra hasta hoy. Pero también ha acompañado a Marcelo Berbel, Hugo Giménez Agüero, León Gieco, Almafuerte, Divididos, Fabulosos Cadillacs, La Renga, Víctor Heredia, Lito Vitale, Illapu, Arbolito, Javier Calamaro y Peteco Carabajal.
En una de sus giras artísticas por el Festival de Cosquín, fue a una peña y conoció a una bella mujer, con aspecto de huinca, diríamos de gringa, proveniente de Desvío Arijón, provincia de Santa Fe. Comenzaron a noviar, hasta que un día decidieron juntarse, tuvieron dos hijos, y mientras tanto decidieron vivir en el pueblo de ella, y trabajar la tierra, una huerta familiar de 4 hectáreas.
Desvío Arijón tiene unos 4000 habitantes, en su mayoría gente humilde que llegó del norte para las cosechas de las frutillas, y que se fue quedando. Es que queda a 32 kilómetros de Santa Fe capital y a 11 de Coronda.
Con el tiempo, los jóvenes fueron descubriendo muchas falencias en esa comunidad y en ese pago, al punto de quedar frente a una disyuntiva: o nos vamos, o nos quedamos pero comprometiéndonos en cambiar esta dura realidad. Y decidieron quedarse y comprometerse. Comenzaron a organizar reuniones con sus vecinos, con largas mateadas, y paso a paso fueron derivando en una naciente cooperativa, hoy en vías de ser registrada, entre todos los campesinos, que desarrolla lo que llaman agricultura ancestral, agroecológica, de huertas orgánicas, a la que bautizaron “Desvío a la Raíz”.
Fue una lenta labor de recuperar los valores y las tareas que, casi sin darse cuenta habían ido perdiendo, hasta quedarse -según analizan ellos mismos- sin identidad, sin rumbo futuro, trabajando apenas para subsistir, y ya sin tiempo ni oportunidades para tener sus gallinas ponedoras, sus vaquitas como antes, su huerta familiar, y muchos con enfermedades causadas por las fumigaciones de los campos sojeros aledaños, o por fumigar ellos mismos, a mano, o de a pie, las frutillas.
En aquellas reuniones comenzaron a recordar que hubo un tiempo en que el pueblo respetaba a sus abuelos, que sus hijos y nietos jugaban libres y sanos, que el campo era sinónimo de salud y de fertilidad respecto de las ciudades contaminadas. Y hasta recordaron que el pueblo se cubría por completo con un exquisito y fresco manto de aroma a frutillas. Por eso hoy insisten en que “hay que avanzar retrocediendo”, recuperando todo aquello bueno del pasado, que consideran nunca debieron haber perdido.
No fue fácil. Pero tanto esfuerzo dio sus frutos, y recuperando la cultura de los patios sagrados de los pueblos chicos, fueron consiguiendo semillas, cultivando, rearmando sus gallineros, creando huertas orgánicas, y organizándose para ir a vender a la capital, captando clientes por las redes. Hoy hay muchos vecinos que poseen entre 1 y 4 cuatro hectáreas cultivadas. Ganan más que cuando eran contratados.
La cooperativa ya integra a 35 familias agrupadas, que llevan sus cosechas para consumir entre unas 150 familias de la ciudad. Y cuando llegan con precios módicos a vender a Santa Fe, cuentan que los clientes se sacan fotos con sus productos saludables, y junto a ellos, porque los reciben como a “superhéroes” que llegan con vida y esperanza de un mundo mejor para nuestros hijos.
Jeremías fue desarrollando su capacidad de líder, y hoy es Coordinador del proyecto de agricultura ancestral “Desvío a la Raiz”. También es eferente del Foro de Agricultura Ancestral en Santa Fe, y además, del Grupo de apoyo santafesino a las comunidades Mapuche.
Él nos cuenta que, residiendo en Santa Fe, no puede dejar de revivir su cultura ancestral patagónica, y acostumbra preparar Muday, esa bebida refrescante, de tradición religiosa, que los mapuches ofrecen en su sagrado nguillatún, y que incluían en los entierros, a la que pueden beber sin alcohol, o fermentada, con baja graduación alcohólica, como se hace la cerveza.
El Muday de Trigo: Si se lo prepara como un jugo fresco, sin alcohol, sobre todo para los veranos, es como la añapa de algarroba, pero si se lo fermenta, pasa a ser como la chicha de los noroesteños, apropiada para estos helados inviernos. Sus ingredientes son:
- 3 kilos de Trigo
- 9 litros de agua
- ½ kilo de Miel
- Molino o mortero de madera o de piedra para moler el grano de Trigo
- Menkuwe o vasija o recipiente donde preparar el Muday.
Para la preparación, se lava el trigo con agua fría y se cuece en agua que cubra los granos durante una hora. Luego se cuela el trigo cocido y se muele en el molino o en mortero de piedra o de madera, mojado o con poca agua. Antiguamente las mujeres lo mascaban.
Se guarda el agua cocida que conserva el sabor del trigo, a la que se le suman los 9 litros de agua limpia. Se le echa el trigo cocido y molido. Se coloca a fuego lento. Se va revolviendo el trigo cocido y molido en el agua, y echando la miel, y se va calentando, sin hervir, por un total apenas, de 10 minutos.
Se deja reposar hasta el otro día, y se sirve frío en vasos para disfrutar como lo hacen los mapuches, y actualmente los patagónicos en general. No se quitan los granos que quedan en el fondo del recipiente, y el color es amarillento, o amarronado, muy sabroso y nutritivo.
Un detalle: también se hace en la Patagonia el Muday del piñón del Pewén o Pehuén, considerado el maná cordillerano, la semilla comestible de toda la Araucanía, como señala el sabio Héctor Alegría, de Chos Malal.
Jeremías nos quiere dejar una canción que trata de esos valores ancestrales que hay que recuperar. Se trata de “El abuelo y el pehuén” por Rubén Patagonia: