Si de algo saben los cosecheros frutícolas es de sacrificios. Año a año deben separarse de sus familias y trasladarse grandes distancias para realizar tareas zafreras, que sólo duran unos pocos meses y no siempre les asegura un ingreso estable. En aquellos momentos del año en que la actividad se detiene, tienen que poner manos a la obra para conseguir alguna changa que les permita seguir teniendo pan sobre la mesa.
Ahora bien, ¿cómo es la vida de un cosechero y su trabajo? ¿Se trata de una actividad que eligen o que realizan por necesidad? Bichos de Campo entrevistó al tucumano Pedro Luis Villafañe, “Luchín” para los amigos, que ha dedicado gran parte de su vida a las tareas zafreras, tanto en su provincia como en el sur del país.
Villafañe, un hombre aguerrido de 53 años y oriundo de la localidad de Santa Lucía, divide su año entre la cosecha de peras y manzanas en Río Negro, y la de limones y arándanos en Tucumán.
A partir de los primeros días de enero se inscribe para viajar a una chacra en el Alto Valle, y trabajar hasta fines de febrero o principios de marzo, dependiendo de los resultados de la campaña. A su regreso se inscribe para comenzar a cosechar limones en fincas cercanas a su casa, actividad que se extiende hasta finales de octubre. A partir de allí y hasta el comienzo del nuevo año, se dedica a la recolección de arándanos para asegurarse un ingreso durante los meses de noviembre y diciembre.
“Con respecto a los viajes a Río Negro, el gobierno arregla con algunas empresas y pone micros. A partir del 3 o del 4 ya nos podemos anotar. Son más o menos ocho o diez viajes que ponen para todas las personas que viajan al sur. Es gratis”, indicó Villafañe a Bichos de Campo.
Su primer trabajo en la zona del Valle fue en una chacra a las afueras de Villa Regina, a la que podía asistir con su familia. El trabajo en ese entonces demoraba unos 40 días y el pago se efectuaba recién al finalizar la cosecha, en negro. Según el tucumano, Río Negro ya no permite el viaje de los cosecheros tucumanos junto a sus familias (mujer e hijos), por lo que los hombres deben ir solos.
Tiempo después consiguió un trabajo en General Roca, en donde logró estar registrado y recibir aportes, aunque sólo duro un año. Desde hace siete campañas atiende, junto a otros compañeros, una finca en Cipolletti en la que también trabajan sus hijos.
-¿Cómo son las condiciones de su estadía allí?- le preguntamos al cosechero.
-En Río Negro cada uno tiene su pieza. En ese sentido estamos bien de comodidad. Si las condiciones no son las esenciales lo digo, estoy muy en contra de ese tipo de cosas. Nos dan una habitación grande y un baño al lado. Las comidas nos las pagamos nosotros, ellos no nos dan nada. Incluso nos pagamos el gas. El único servicio que no pagamos es la luz. Las piezas están dentro de la chacra, en un galpón. Y pegado a él está el encargado. El dueño tiene una casa en la misma allí mismo también.
-¿Cómo es la modalidad de pago?
-Es mensual. Todos los días 5 cobramos, aunque cerca del 20 nos dan un anticipo. Si necesitamos antes para comer u otra cosa nos lo dan y después nos lo descuentan.
-¿El sueldo es fijo o depende de la cosecha?
-Todo depende de los días trabajados. En Río Negro pagan por bines (contenedores plásticos). Cada uno tiene un precio. De acuerdo a la cantidad de bines que uno hace es más o menos el jornal del día. No es un jornal permanente de todos los días porque todo depende de cómo está la fruta, del corte que uno hace. No es lo mismo la primera pasada que la segunda, donde cuesta más llenar el bin. El año pasado promediamos cerca de los 1800 pesos por jornal por día.
El valor de cada bin se fija anualmente a través de un convenio en el que media el gremio UATRE. Si bien Villafañe no integra el mismo, todas las fincas se ajustan a esas cifras y los cosecheros cobran aproximadamente lo mismo. Cada bin puede almacenar entre 17 y 20 kilos, que luego son depositados en contenedores más grandes, de entre 350 y 400 kilos.
Podés ver acá los valores acordados por UATRE para la campaña 2020/2021:
Escala cosecha 2021Las jornadas de trabajo de Villafañe son de ocho horas de lunes a viernes, y los sábados trabaja solo hasta las 12. Entre las 12 y las 14 cuenta con un receso para almorzar.
-Mucho se ha hablado sobre los problemas para conseguir mano de obra en las cosechas. ¿Notó que faltó gente en la zafra de Río Negro?
-No, la gente siempre se movilizó. Acá no hay trabajo, no hay absolutamente nada. Uno sí o sí tiene que viajar al menos en enero y febrero, hasta que en marzo se pueda empezar con la cosecha del limón.
Una vez que finaliza el trabajo en el sur, Villafañe regresa junto a su cuadrilla a Tucumán. Allí integra la cooperativa La Asturiana, que brinda servicios a la firma Citromax, una de las tres empresas de cítricos más importantes de la provincia junto a San Miguel y Citrusvil.
A diferencia del caso anterior, muchas de las chacras de limones quedan en Santa Lucía, por lo que por las noches puede regresar a su casa con su familia. El traslado hasta el lugar de trabajo se encuentra provisto por el gobierno provincial.
-¿Las jornadas laborales son iguales que en la cosecha de peras y las manzanas?
-No, acá trabajamos quincenalmente. Trabajamos hasta el día 15 y cobramos el día 20. Luego trabajamos hasta el día 30 y cobramos el día 5.
-¿Cuánto está el jornal en el caso del limón?
-En la actualidad está bajo. Lo que marca el convenio del gremio son 1360 pesos de jornal. Pero acá, a diferencia de Río Negro, no todos pagan eso. Aunque estén en blanco, algunos pagan 1000 pesos el jornal. Lamentablemente tenemos un gremio que permite que pasen esas cosas. UATRE acá es un desastre.
Villafañe integra desde hace varios años la Coordinadora de Limoneros Autoconvocados, una agrupación que reclama por mejoras en las condiciones laborales de los cosecheros.
-¿Qué problemas identifica usted en UATRE?
-No estamos bien remunerados, esa es una de las principales causas por las que estamos en contra del gremio. Hay muchas cosas que se tendrían que mejorar para que el trabajador esté más cómodo. Nos dan ropa dos veces al año, pero normalmente cuando ya varios cosecheros dejaron la cosecha y la cuadrilla es más chica. A veces nos falta el agua en los días de calor, y otras, cuando alguna persona se descompensa o tiene algún problema no hay una ayuda directa hacia el trabajador. Estamos ahí bajo las plantas hasta que se les antoja arrimar algún vehículo para llevarlo a un hospital. Por suerte no hemos tenido un caso grave. Lo primero que ellos toman es que no queremos trabajar. Siempre es una presión para exigirnos. Nosotros nos sentimos un poco desprotegidos
-¿Cuál es la situación laboral en Tucumán luego de la cosecha de limón?
-No hay trabajo, queda prácticamente nada. En las fincas grandes quedan las personas estables, o algunos temporarios que hacen tareas de mantenimiento. Lo que hacen es darles un receso en los meses en que no se cosecha. Esas personas luego pueden hacer otro tipo de tareas. Todo lo hacen para no darles un trabajo seguro y que dependan de la misma firma. Al estar todo un año completo la empresa los debería tomar como estables.
A continuación Villafañe agregó: “Luego de la cosecha los muchachos no se pueden quedar parados, tienen que darle de comer a la familia. Lo que hacen es salir a buscar otras changas esos dos meses hasta que la empresa los vuelva a tomar. Así no los dejan de forma estable”.
Cuando la cosecha de limón finaliza, el gobierno otorga lo que se conoce como “planes interzafra” para aquellos que, luego de siete meses de cosecha, no tienen una actividad hacia el fin de año. El mismo supone una erogación de 16.500 pesos: 10.000 como parte del plan, 4000 dentro de la Tarjeta Alimentar y 2500 más de parte del gobierno provincial. Este dinero se entrega en los meses de noviembre, diciembre y enero.
–¿Qué hace usted cuando termina la cosecha de limón?
-Nosotros terminamos normalmente en el mes de octubre y arrancamos la cosecha de arándano. Se hace en noviembre y algo en diciembre. Es un período corto porque es una fruta muy delicada. Ni bien toma color ya se la tiene cosechar.
-¿Qué lo llevó a ser cosechero?
-Es una buena pregunta. Es lo que había, no había muchas opciones. Opté por el campo porque me parece un trabajo bueno. Hoy por hoy, en mi caso, estoy luchando. Se están haciendo muy mal las cosas y mucha gente se dio cuenta.