La historia de la empresa agropecuaria Lartirigoyen es quizás un fiel reflejo de los avatares económicos que vivió la Argentina en los últimos 30 años. La empresa, fundada en 1984 por Ignacio Lartirigoyen en Catriló, provincia de La Pampa, comenzó a operar como un acopio de granos y cereales que movía apenas 2.000 toneladas y contaba con una pequeña red comercial. A fuerza de inversiones y junto con el crecimiento de la producción intensiva de granos en el país logró expandir su negocio hasta convertirse en un gigante del agro con diversos segmentos de negocios. Eso sí, no todas fueron rosas en su historia.
Para mediados de la década del 90 ya tenía una capacidad de acopio de 20.000 toneladas. Con ese crecimiento también nació la necesidad de contar con un socio. Fue entonces que ingreso en 1996 Oleaginosa Moreno, una empresa que hasta ese momento se mostraba sólida, que con un fuerte aporte de capital se quedó con el 50% de Lartirigoyen y Cia.
La historia dio un vuelco en 1997 cuando Oleaginosa Moreno comenzó a mostrar serios problemas financieros, con deudas que superaban ampliamente su patrimonio neto. Con esta turbulencia en marcha, Lartirigoyen comenzó a sentir la presión de sus acreedores, sobre todo los bancos. Justo un día antes de que se declare la quiebra de Oleaginosa Moreno apareció en escena la gigante suiza Glencore –hoy Viterra- quien hizo una oferta para quedarse con el 51% de la firma caída en desgracia a cambio de hacerse cargo de sus pasivos que en ese momento ascendían a más de 450 millones de dólares. En simultáneo se quedó también con el 50% de Lartirigoyen.
Sin preverlo este grupo empresario argentino y que hasta ese momento se manejaba como una pyme familiar ampliada, pasó a ser socio de un gigante como Viterra. Otra turbulencia llegó poco tiempo después en 2001/2002, con deudas tomadas en dólares y una economía que de golpe fue pesificada, la firma pampeana tuvo que sentarse a negociar con su mayor acreedor, nada más y nada menos que la gigante Viterra.
A partir de estos vaivenes el grupo empresario local se hizo más fuerte y no paró de sumar unidades de negocios mientras el campo argentino crecía a pasos acelerados en una economía que se mostraba más sólida, con el agro como motor de crecimiento y exportaciones.
Más acá en el tiempo, Lartirigoyen y Cia cuenta con 14 unidades de negocios y 1150 colaboradores que se ocupan de proveer de insumos a más de 4300 productores, origina 2,6 millones de toneladas de granos y factura unos 900 millones de dólares al año.
Más precisamente, la empresa cuenta en la actualidad con más de 35 sucursales y 17 plantas de acopio. Comercializa además diversos insumos para el agro que van desde semillas, pasando por fertilizantes, agroquímicos, productos veterinarios y silobolsas y combustibles, entre muchos otros. Provee también asesoramiento técnico y comercial a sus clientes.
Con el boom de la transformación de los granos en proteína animal, Lartirigoyen se subió en 2008 a la cría intensiva de cerdos con la inauguración de un criadero ubicado en Dorila, provincia de La Pampa, que hoy tiene una capacidad de 1.100 madres y vende alrededor de 31.500 capones y hembras sin servicio por año (totalizando alrededor de 3,9 millones de kilogramos de animales en pie).
En 2016 inauguró su segunda granja de cerdos en Reconquista, provincia de Santa Fe, y agregó 1.050 madres a su producción.
En lo que respecta a la ganadería bovina, alquila campos en el sureste de La Pampa y el sur de Buenos Aires, donde maneja unas 22.500 cabezas. En los campos de cría posee un stock de alrededor de 5.700 madres.
Los terneros producidos son recriados e invernados en planteos pastoriles (pasturas y verdeos) y terminados mayormente a corral. En paralelo posee dos feedlots con una capacidad de 6.500 cabezas, donde además de terminar los terneros de producción propia también engordan invernada de compra.
Este negocio se complementa desde 2011 con la venta de carne a granel destinada principalmente a grandes supermercados y carnicerías. A su vez, a través de la sociedad Lartirigoyen y Oromí SA, se dedica a la comercialización de hacienda con unas 100.000 cabezas al año.
La empresa también se dedica a la siembra y producción de granos. En total maneja unas 150.000 hectáreas, la mayoría alquiladas y en asociación con terceros. Esta unidad de negocios lo ubica entre los grupos de siembra más grandes de la Argentina.
En el segmento de alimento balanceado, su foco está en el negocio de las mascotas, donde vende alrededor de 25.000 toneladas de alimento al año. Cuenta con una planta de producción localizada en Junín, provincia de Buenos Aires, desde donde sale alimento balanceado para gatos y perros bajo las marcas Infinity, Keiko, Pompy y Tassy. Esta unidad se complementa con la cadena de petshops Puppis, que tiene gran incidencia en Capital Federal y posee además venta on line.
Continuando con el negocio del agregado de valor, en 2017 compró Molino Tassara, ubicado en Junín donde produce alrededor de 70.000 toneladas de harina al año (tipo 000, 0000 y premezclas, entre otras variedades) que comercializa en panadería, para la industria y exporta a Brasil y Bolivia.
En cuanto a la exportaciones de granos, la empresa opera a través de la firma Alea y Cía, y según la estadística oficial, hasta octubre pasado había exportado un total de poco más de 398.000 toneladas de diversos cultivos.
Finalmente, según el registro del Banco Central, Lartirigoyen y Cia posee una deuda bancaria con entidades y bancos locales, de poco más de 1.000 millones de pesos, todo en situación 1, sin atrasos en los pagos. El 61% del total ha sido tomada con el Banco ICBC y el 19% del Comafi, mientras el resto se reparte entre diversas entidades pero un porcentaje no superior al 10% cada una.