Tras el récord de producción registrado el año pasado, de unas 8100 toneladas, los productores de cereza comienzan sus nuevas cosechas y ya prevén que, si bien no podrán alcanzar esos volúmenes,por la merma que provocó la falta de frío, sí podrán “sostener la tendencia”.
Así lo evaluó el gerente general de la Cámara Argentina de Productores de Cerezas Integrados (CAPCI), Aníbal Caminiti, quien en diálogo con Bichos de Campo observó que, más que en lo productivo, el desafío en el sector será el de la competitividad, un aspecto muy golpeado por condicionantes internos y factores externos.
El ejemplo de los envíos demorados a China, los reclamos por la apertura de mercados, y la retracción generalizada de la fruticultura: los frentes de batalla que libran quienes producen el “oro rojo”.

Por regla general, la producción de cerezas argentinas siempre corre detrás -muy detrás- de la chilena. Para el país vecino, el sector es el segundo en nivel de importancia en la generación de divisas y sólo lo supera otra actividad clave para su economía, como lo es la minera. Aquí, en cambio, se trata de una producción de mucho menor volumen, que generalmente intenta posicionarse en términos de calidad más que en cantidad.
Por ello es que fue noticia lo que aconteció en el gigante asiático, a donde los productores de Río Negro, Neuquén y Mendoza -que cosechan la cereza local entre fines de octubre y noviembre- suelen enviar a China su fruta para intentar llegar antes que la oferta chilena y no verse perjudicados por ese gran volumen que envía ese país. Pero esta temporada, esa estrategia se vio obstaculizada por las bajas cotizaciones que se encontraron en el lugar de destino.
“Vimos que la fruta que se estaba enviando temprano desde Chile no estaba en buenas condiciones y por lo cual no cotizaba lo esperable o quedaba sin vender. Por eso demoramos nuestros envíos, porque queríamos priorizar nuestra calidad”, explicó Caminiti.

Hace algunos días, empezó a ingresar fruta en mejores condiciones y los precios se estabilizaron, por lo que los productores argentinos empezaron a vender sus pallets. Sin embargo, el dirigente asegura que “hay que seguir evaluando el comportamiento del mercado” y adelantó que esta cosecha no igualará al año pasado porque “la acumulación de horas de frío no fue suficiente en las principales zonas productivas”, por lo que se observa una merma en Río Negro, Neuquén y Mendoza.
Es que, como menos de un tercio de la cereza argentina se envía a China, en realidad los productores del centro y sur del país pueden echar mano a otros mercados cuando el diagnóstico no es favorable. No es eso lo que le sucede a los chilenos, que destinan allí más del 90% de su producción y no pueden reubicar fácilmente sus buques cuando los precios no son buenos.
“Cuando no hay buen mercado, Argentina tiene margen de maniobra: puede preservar la calidad y evitar que sea castigada”, aseguró el gerente de CAPCI, que igualmente advierte que esa suerte de “ventaja comparativa” termina siendo contrarrestada por los muchos obstáculos que enfrenta el sector tanto puertas afuera como adentro.
Como, a diferencia de Chile, Argentina exporta pallets aéreos -ya que vende mucho menos-, a nivel logístico y de tiempos cuenta con la ventaja de acceder a mercados mucho más recónditos y de bajo volumen. Por fuera de Estados Unidos, Europa y el Reino Unido, la cereza argentina llega también a Medio Oriente y a otros países del sudeste asiático, como Singapur, Malasia e India.
“La lógica del exportador argentino es todos los años incorporar pequeños mercados que para el volumen chileno son invisibles. Pero la gestión para las aperturas viene muy lenta y a nivel de política comercial corremos con mucha desventaja. Es un contexto internacional difícil para defender el precio y calidad de nuestra fruta”, evaluó el referente sectorial.
Si bien el año pasado se habilitaron nuevos destinos, como Egipto, Nepal, Irlanda del Norte y Estonia, la preocupación de los exportadores es que, en los mercados ya habilitados, Argentina no puede ser competitiva por los aranceles. A modo de ejemplo, Caminiti señaló que en China nuestra fruta tributa al 10%, en Europa 12% y en Tailandia 40% mientras que la de nuestros competidores no paga aranceles. La tendencia se sostiene en India, donde el arancel es de 30% contra 0% para Chile y 15% para Australia.

Para un sector que puede aportar mucho valor, la pérdida de competitividad no está dada sólo por lo que sucede en los países destino, sino también por la propia estructura de costos que tienen en Argentina. Y en eso, explican desde la cámara sectorial, no se diferencian en absoluto de lo que le sucede al resto de los fruticultores y las economías regionales en general.
“El sector frutícola nacional está involucionando”, evaluó Caminiti. Lo dice respecto a las cifras de exportación que arrojaron los últimos 15 años, en los que, huelga aclarar, no se incrementó la superficie cultivada pero si la producción.
En el 2008, todo el complejo frutícola -incluído el vitivinícola- exportó 1200 millones de dólares, que en un 80% eran de fruta fresca. En 2024, en cambio, ese porcentaje se redujo a los 24 puntos, pues de 2300 millones sólo 560 fueron de esa rama. “Es curioso, hemos involucionado un 55% cuando generamos la misma mano de obra que los automotrices, unos 150.000 puestos de trabajo”, observó el referente, que señala que eso se debe a que “el sector no es escuchado”.
El reclamo es calcado al de otras economías regionales: bajar el costo laboral, energético e impositivo, desburocratizar y ser reconocidos. “No somos visibles y nuestras demandas no tienen eco porque, a pesar de que generamos trabajo, no representamos más del 1% del PBI nacional”, lamentó Caminiti.
En un reclamo conjunto con otras cámaras sectoriales, agrupadas en el comité de Frutas de Argentina, recientemente han vuelto a insistir que, para bajar el tan citado “costo argentino”, también es urgente actualizar el mínimo no imponible -que está con un valor fijo desde el año 2019- y volver a los valores originales del reconocimiento por exportar, que estaba en un 12% y no llega al 2%.
“Eso depende del gobierno nacional, pero no nos dan respuesta”, afirmó el productor, que asegura que, de no mejorar escucharse sus reclamos, sólo se profundizará la desventaja y pérdida de competitividad del sector.




