Los abuelos de Liliana Renko eran campesinos ucranianos que escaparon del desastre y terminaron, como tantos otros inmigrantes de esa nación, en el Litoral argentino.
En este caso se radicaron en Concepción de la Sierra, localidad del sur de Misiones, en donde se hicieron de un campo de apenas 20 hectáreas, en el que actualmente Liliana sigue cultivando yerba mate con el mismo entusiasmo y sacrificio. “Nuestros abuelos nos enseñaron mucho y nos dejaron la lección del trabajo”, explicó.
El 30 de noviembre se celebró el Día Nacional del Mate, la infusión más autóctona de los argentinos, que acompaña en las buenas y las malas y que se convirtió en “un signo de amistad”, sostuvo Renko en diálogo con Bichos de Campo.
“Fue un año bueno en el precio, no nos podemos quejar, el que tenía hoja verde pudo hacer un poco de dinero”, comentó la productora. “Económicamente este año fue bueno para la yerba mate, no como los anteriores, en los que veníamos luchando y muchos abandonaron los yerbales; creemos que el próximo año será parecido al actual dado el faltante por la seca”, agregó.
En octubre pasado las autoridades de la Secretaría, Agricultura y Pesca de la Nación determinaron un precio mínimo de 24.390 $/tonelada para la hoja verde de yerba mate puesta en secadero. Sin embargo, debido al recorte de la oferta –producto de la sequía– en un escenario de demanda firme, los molinos están abonando unos 35.000 $/tonelada.
Si bien la suba del precio es la consecuencia de una caída en los rendimientos del cultivo, Liliana dice que genera alivio la suba del valor de la hoja verde que entregan a los molinos porque “hace muchos años que luchamos por un precio justo y real; somos los que sacamos la hoja verde la llevamos al secadero, tenemos el riesgo del clima y del personal, la movilidad para llevarla al secadero donde la entregamos”.
Renko comentó que en algunas regiones productivas llovió en los últimos días y eso mejoró el estado del cultivo, lo que va a permitir que los productores hagan la “zafrinha”, es decir, una segunda cosecha, de menor volumen y rendimiento por hectárea, pero que le genera un ingreso adicional en el cierre del año tanto al productor como al tarefero encargado de la cosecha.