Si el secretario de Agricultura fuera inteligente e hiciera bien su trabajo en vez de ser chupamedias del ministro de Economía de turno para subordinar todos los debates a lo que no haga ruido fiscal, debería estar pensando cómo es posible que se esté produciendo una constante descapitalización de los ganaderos en la Argentina si tanto los productores de carne o de leche están cobrando los precios en dólares más elevados de la historia.
La pregunta correspondía una semana atrás, cuando el Senasa informó sobre una caída del stock bovino por debajo de los 50 millones de animales. Aunque muchos analistas dijeron, tratando de hacer oficialismo incluso frente al dato duro, que esto no importaba tanto porque las vacas que quedaban en pie eran más productivas, el dato cierto es que se perdió capital hacienda en pleno auge de precios ganaderos. Tenemos menos vacas, la fábrica se achicó. No hay debate posible.
Con la lechería pasa algo muy parecido. Los valores cobrados por el productor son históricamente altos (de unos 40 centavos de dólar por litro), pero aún así sigue el drenaje tanto de tambos como de la cantidad de vacas en ordeño. El gobierno eligió no hablar del asunto, porque admitir este fenómeno sería como obligarse a tomar medidas de costos fiscal.
Pero por fortuna el muy buen trabajo del OCLA (Observatorio de la Cadena Láctea) expone mes a mes un derrotero silencioso, a punto tal de que la Argentina está a punto de perforar otro piso peligroso y caer por debajo de los 9.000 tambos en funcionamiento. Es que viene perdiendo unos 18 establecimientos cada mes y en julio quedaban en pie solo 9.002. No es difícil hacer las cuentas.
Quienes prefieren mirar hacia otro costado, comenzando por el director nacional de Lechería, Sebastián Alconada, y el propio secretario Sergio Iraeta, dirán nuevamente que las vacas que quedan en pie han ganado productividad y suplantan la leche perdida. Pero no explican cómo será que con menos vacas y menos tambos la Argentina va a llegar a los 14.000 millones de litros de leche que prometen en todos sus discursos.
El dato duro, en una lechería que actualmente ofrece mejores retornos que nunca, entre julio 2024 y julio de 2025 la Argentina sufrió una caída de 2,59% en la cantidad de unidades productivas de leche. La cantidad de vacas se recuperó algo (2,49%) respecto de julio del año pasado, pero siguen siendo menos que en igual mes de 2023.
En lo que va de este año, siempre según la estadística, se prolongó este proceso de exclusión de jugadores del negocio lechero, pues 2025 inició con 9.129 unidades productivas, de las cuales en julio quedaban 9.002. “Ello implica 127 tambos menos que si lo extrapolamos al año significaría un 2,39% menos, tasa idéntica a la observada en los últimos 10 años (-2,4% promedio anual)”, describe el informe.
“A los fines del presente tablero de control se considera tambo a todo RENSPA que, a la fecha del reporte se encuentra activo (sin fecha de baja), cuya actividad se encuentre vigente (sin fecha de baja), que cuenta con existencias de bovinos mayor o igual a 1 y cuyas existencias de vacas son mayores o iguales a 1”, aclaró la edición del Observatorio, siempre recelosa de que sus datos sean bien utilizados.
Ojalá fuesen utilizados por las autoridades de Agricultura para tratar de entender y frenar este derrotero hacia una mayor concentración de la actividad primaria lechera, si eso fuera posible. Todo el mundo sabe que un tambo andando en el campo es arraigo de familias.
Algo queda claro, la desaparición de tambos mientras la oferta total de leche se mantiene indica que esa concentración está entre nosotros. En el cuadro del OCLA se puede ver que se ha registrado “un crecimiento importante de la cantidad de vacas por tambo, que asciende a 168 cabeza, cifra que creció un 9,8% respecto al promedio de los 10 años anteriores”.
Pero la mirada histórica es contundente respecto de la pérdida constante de establecimientos de ordeño: Estamos a punto de perforar el piso de 9.000 tambos (posiblemente sucede este mismo mes), cuando en 2023 habían sido más de 10.000, en 2018 más de 11.000, y en 2012 más de 12.000; a principios de milenio eran 15.000 y tres décadas atrás eran más de 30.000.
Lo peor es que la fragilidad de la estructura no se alivia a medida que los tambos crecen. Los tambos con más de 500 vacas totales en producción son sólo el 6,2% de los tambos, pero tienen el 27,6% de las vacas y aportan más de un tercio de la producción total de leche. En el otro extremo se encuentran los tambos de menos de 100 vacas totales en producción que son el 33,8% de los tambos, tienen el 8,8% de las vacas y generan menos del 10% de la producción total.
En cantidad de vacas, pese a la leve recuperación de este año, el escenario no es mucho más promisorio. En julio pasado había en ordeño 1.508.194 hembras, cuando 2024 había cerrado en 1.483.587. Pero aún así, al actual es el segundo indicador más bajo de la historia.