Desde hace 15 años, unas 20 familias de Añatuya, en Santiago del Estero, crían cabritos de manera agroecológica con asesoramiento de INCUPO, una organización de la sociedad civil que trabaja a favor del ambiente. Los productores de pequeña escala atraviesan múltiples dificultades en su actividad, no sólo por el avance del desmonte sino también por la barrera que implica el poco acceso a las políticas públicas de desarrollo del sector.
La importancia de este modelo de producción del cabrito añatuyense radica en que permite mantener el monte nativo en pie y valorar la biodiversidad natural para la alimentación y cría del animal frente a modelos productivos que modifican el ambiente, dijo la INCUPO en una gacetilla.
El cabrito se vende en el puesto Kuskas Yamkayku (en voz quechua, significa “Trabajando Juntos”), que atienden los mismos productores, en la Feria del Mercado Municipal de Añatuya. Es muy buscado, según los productores, porque el cabrito se alimenta de frutos del monte y hasta recibe tratamiento veterinario a base de medicinas naturales. Según ellos, la alimentación y sanidad natural para los animales le da un sabor distinguido a la carne.
“Hacemos sanidad preventiva con la menor cantidad de productos químicos posibles y curamos los animales con medicamentos de elaboración casera para poder consumir un producto sano. Tratamos de mantener lo más limpio posible el corral para una buena higiene del animal; les mantenemos sanas las pezuñas -porque el cabrito que no camina, no come- y realizamos cerramientos, parcelando el territorio para que las cabras puedan disponer de sectores del monte con todos sus frutos en los tiempos críticos del año donde suele escasear el alimento”, señaló Diego Silva, productor caprino de la región.
“La gente valora la carne de cabritos y cerdos, por el sabor y por los precios justos. También porque ofrecemos productos del monte, que forman parte de su cultura y que con el desmonte se están perdiendo”, explicó Silvia, que atiende el puesto Kuskas Yamkayku.
“Somos familias que compartimos saberes ancestrales, como las propiedades de la tusca, el chañar, la algarroba, o el macerado con leche y ajo”, señaló el productor Ignacio Avellanal. “Nosotros también pensamos en la salud del consumidor porque les vendemos lo que nosotros también consumimos”, añadió Marta Gómez, productora agroecológica y presidenta de la Mesa Zonal del Ámbito de Tierras (Mezat) de Añatuya.
Según señala un informe técnico del INTA Santiago del Estero, esta es “la provincia con el mayor número de animales caprinos del país con aproximadamente 953.000 cabezas y, al igual que en el resto del noroeste argentino, se desarrolla mayoritariamente en sistemas campesinos”. Estos sistemas “se caracterizan por el carácter familiar de la unidad productiva, la fuerza de trabajo familiar, el carácter parcialmente mercantil de la producción agropecuaria, la escasa disponibilidad y acceso a los recursos productivos, la irregularidad en la tenencia de la tierra y la pluriactividad de la unidad familiar”.
Los técnicos de INCUPO dieron un pantallazo de la situación actual por la que atraviesan los productores caprinos de Añatuya: “El sector cuenta con un alto nivel de informalidad causada muchas veces, por las normativas y legislaciones vigentes que no se adaptan a las realidades y contextos sociales y culturales propios de los productores y las comunidades campesinas”, advirtieron.
“En Argentina existen algunas políticas públicas destinadas al sector de cría caprina agroecológica, pero que no son accesibles para los productores campesinos y por lo tanto no son eficaces ni tampoco cumplen con el objetivo para el que fueron creados. Se trata de un sector donde hay un gran trabajo y fortaleza de los productores, donde se requiere de una mayor presencia del Estado y donde constantemente se convive con la amenaza de desalojos de la tierra para dar lugar al desmonte y al daño que generan modelos productivos con énfasis en los agronegocios”, añadieron.
Según datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), en octubre de 2020 se exportaron 424 toneladas de cabras y chivitos, el doble que las comercializadas en octubre de 2019, a destinos como Sri Lanka, Vietnam, Bahamas y Angola. Dichas carnes fueron faenadas en frigoríficos ubicados en Santiago del Estero, Chaco, La Pampa, Mendoza y Córdoba.
Sin embargo, desde INCUPO que hay dificultades administrativas y burocráticas por las que atraviesan los productores ganaderos agroecológicos a la hora de crecer y expandirse: “Para los pequeños productores es muy difícil poder proyectarse más allá de la producción a pequeña escala porque la mayoría tampoco puede acceder a las políticas públicas de desarrollo e incentivo, muchas veces debido a las dificultades administrativas o burocráticas”.
“Esta situación de informalidad hace que cuando se destina la producción al mercado nacional o de exportación, los grandes productores y/o comerciantes dan un menor precio a la producción de los campesinos. Esto no ocurre con los mercados de cercanía donde son muy bien valorados”, se añadió.
Añatuya se encuentra dentro de la zona del Chaco semiárido, donde hay un clima mayoritariamente seco, con precipitaciones de entre 600 mm y 700 mm concentrados en pocas jornadas de lluvia entre diciembre y febrero. La región presenta un monte con una amplia vegetación con especies autóctonas que configuran el paisaje y la identidad de su población, como por ejemplos los característicos quebrachos colorados, quebrachos blancos, algarrobos, múltiples especies de arbustos y una vegetación que es valorada culturalmente por las comunidades locales, debido a sus propiedades nutricionales y medicinales.