Por Alejandra Groba.-
Desde hace cerca de un par de décadas, la mayor conciencia ambiental y nutricional y la presión de los consumidores llevó a las grandes fábricas de alimentos del mundo a ir utilizando ingredientes más sanos, sustentables y con mejor calidad industrial.
En esta línea, la demanda de aceite de girasol alto oleico -que tiene un alto contenido de ácidos grasos insaturados y es menos susceptible a cambios oxidativos durante las frituras, el almacenaje o la refinación- viene creciendo fuerte a nivel global.
La movida pegó en la Argentina, que hace diez años atrás llegó a tener la mitad de la superficie de girasol sembrada con variedades de alto oleico, de acuerdo con un estudio realizado por la consultora AgriStrat. Pero hoy, en vez de haber crecido, apenas ronda un 15% del área.
Ese estudio fue encargado por la alimentaria estadounidense PepsiCo y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el marco de su alianza Agro con Propósito. El martes lo presentaron en un acto que contó con representantes del Ministerio de Agroindustria y de la Coordinadora de Productos Alimenticios (Copal), entre otras entidades.
Pepsico es, como otras multinacionales del sector alimentario y exportadoras, una gran demandante de aceite alto oleico, especialmente beneficioso para los productos fritos. En cuanto al BID, creó hace cerca de un año y medio en Washington un área de agronegocios que busca desarrollar cadenas de valor en América Latina, la única región del mundo netamente exportadora de alimentos.
Más cantidad pero no calidad. En la Argentina, las retenciones a la exportación que sostuvo el gobierno kirchnerista hasta su final, a fin de 2015, desalentaron la producción de girasol (como la de cereales), ya que esta oleaginosa tributaba derechos de exportación enormes, pese a que desde antaño produce el aceite más consumido en el país y se siembra en zonas marginales: la exacción alcanzaba el 32% en el caso de los granos y 30% en los productos de su industrialización (aceite, harina, pellets y tortas). Esa política llevó a que los productores optaran por producir soja, y así cerraron varias plantas de molienda más orientadas a girasol, mientras la soja además incorporaba un mercado adicional, el biodiésel.
Según Alejandro Reca, de AgriStrat, el girasol fue el cultivo que más respondió a la reducción a 0% de las retenciones agrícolas (a excepción de la soja) que implementó el gobierno de Mauricio Macri: su producción aumentó 30% el primer año y 15% este. “Pero el incremento cuantitativo no se vio acompañado de una mejora de la calidad. En este rubro estamos yendo del speciality al commodity, al revés de la idea de ser el supermercado del mundo”, sostuvo.
Un problema clave que desalentó la producción de alto oleico tiene que ver con la poca transparencia de los precios y la falta de claridad de la demanda de los grandes usuarios, que suele aparecer a fin de año, una vez que el cultivo está implantado.
Si bien el alto oleico tiene una prima de US$ 15 este año, los problemas de segregación, los descuentos por calidad y las deficiencias en la logística también desalientan su producción. Otros temas que aparecen como conflictivos tienen que ver con lo regulatorio, la disponibilidad de semilla y la coordinación de la cadena de valor.
Puntas de solución. Más allá del trabajo público-privado en la solución de algunos de esos temas, una propuesta del estudio fue fomentar la formación de pequeños clusters productivos en las zonas de cultivo, como Chaco y el norte de Santa Fe, que fueron las zonas que más respondieron con el girasol.
La idea es montar plantas que, a diferencia de los mega complejos sojeros de los puertos en torno de Rosario, sean mucho más pequeñas, para acaparar la producción de 2.500 a 3.000 hectáreas, y solo muelan, sin refinar. Esto daría una gran ventaja logística, ya que evitaría transportar el grano entero, que tiene un 40% de cáscara y otras cosas, y trasladar solo el aceite.
A nivel de la demanda, la recomendación fue trabajar a nivel local con la información para los consumidores y, a nivel internacional, apuntar a abastecer a los vecinos Chile y Brasil y luego China e India, en lugar de pelear la Unión Europea, donde Ucrania y Rusia le llevan una ventaja enorme a la Argentina.