Argentina va camino a registrar un importante recorte de su producción agrícola estival, pero los elevados precios internacionales de los granos ayudarán a evitar que el desastre productivo se transforme en un “drenaje” fatal de divisas.
El equipo técnico de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires realizó una estimación preliminar del impacto de la sequía en la producción y la economía argentina. La nueva proyección de cosecha 2021/22 para el maíz es de 49,4 millones de toneladas, mientras que en el caso de la soja se ubica en 42,0 millones. Si la restricción hídrica continua durante el presente mes de febrero para afectar a los cultivos de siembras de segunda o tardíos, no se descarta que la cosecha de maíz pueda caer hasta 43,7 millones de toneladas y la de soja a 37,6 millones.
Parece un auténtico drama para una nación afectada por una severa crisis económica y cambiaria. Pero si se considera el impacto de la menor oferta en la evolución de los precios internacionales de los granos gruesos –tal como viene ocurriendo en las últimas jornadas–, la merma esperada de divisas en el escenario actual sería del orden de 2000 millones de dólares, mientras que con un agravamiento de la sequía treparía hasta los 2500 millones.
Si bien cada dólar cuenta en la actualidad, se trata de cifras “manejables” en términos macroeconómicos. Por supuesto, como el sistema de formación de precios agrícolas a nivel global está influenciado por factores financieros y geopolíticos, nadie puede asegurar en un 100% que una menor oferta mundial de soja y maíz se traducirá en mayores precios en todo el transcurso de la campaña comercial 2021/22. Por el momento, los fundamentos de oferta y demanda operan con bastante precisión sin interferencia de variables desfavorables ajenas a la dinámica intrínseca del mercado.
“Desde una perspectiva microeconómica, hay que destacar los efectos adversos de los escenarios aquí evaluados sobre las empresas agropecuarias afectadas por pérdidas de producción”, advierte el informe de la Bolsa de Cereales.
“Un escenario de sequía severa puede dejar en una situación de fragilidad financiera a gran parte de los productores, afectando la inversión y en consecuencia los niveles de producción para la próxima campaña e incluso poniendo en riesgo la sostenibilidad económica de la empresa”, añade.
Esta advertencia no es menor porque, si bien la cantidad de dólares FOB que recibiría Argentina no se vería comprometida de manera crítica, no sucedería lo mismo con las empresas agrícolas afectadas por la sequía, dado que los valores internos de los granos están deprimidos por derechos de exportación, “retenciones cambiarias”, “retenciones encubiertas” (fideicomiso aceitero), problemas logísticos y, en el caso de los cereales, cuotas de exportación.
Es decir: los valores internos de los granos están completamente “divorciados” de los presentes en el mercado internacional y eso impactará de lleno en la situación económica y financiera de las empresas agrícolas argentinas, que podían quedarse sin “resto” para invertir en la campaña 2022/23. La primera señal, en ese sentido, se verá en la próxima siembra de trigo y cebada que arranca en abril.
En tal escenario, los demás sectores de agro, como es el caso de la ganadería y la lechería, podrían registrar también un proceso de desinversión, dado que ambos suelen recibir liquidez proveniente de actividades agrícolas.
¿Por qué las cotizaciones de la soja en el mercado internacional no tienen techo?