La citricultura es el medio y forma de vida de muchas familias en el litoral, pero cada vez más la viven como una especia de odisea por los problemas propios de la actividad y por los impactos de la política y la economía.
“Estamos en época de cosecha de mandarinas y naranjas, pero por la falta de demanda no se puede vender como un producto fresco y muchos optan por entregarla a la industria”, contó Fernando Borgo, productor en Colonia La Argentina y dirigente citrícola.
Luego confirmó: “Hay chacras en las que la fruta se está cayendo (en cuanto a su calidad), desmejora por la falta de agua y el ataque de plagas o enfermedades”, lo que obliga a mayores gastos en un escenario de precios muy bajos para esas variedades de frutas.
Borgo explicó que por un bin de 460 kilos se están pagando 3.000 pesos. “Eso significan 6,50 pesos por kilo, con un costo de producción que es exactamente el doble. Y eso cobran los que pueden entregar durante todo el año. Los más chicos, que lo hacen de forma, discontinuada cobran 5 pesos por kilo”.
Pero eso no es todo. Ese dinero el citricultor lo va a cobrar dentro de varios meses, por lo que la inflación pulverizará aún más ese ingreso. “Por la fruta que se vendió hace dos meses entregaron cheques a cobrar en febrero, y por la que sale en estas semanas el pago será en marzo o abril”, comentó. De esta forma, el ingreso no es ya del 50% del costo sino mucho menor.
“Por eso también está quedando fruta en las chacras: no se paga ni la cosecha”, estableció Borgo.
Además, los citricultores tienen que hacer frente a costos de producción más altos. “El que consigue urea a 1.100 dólares, y tiene el dinero para pagarla, sale corriendo a comprarla. En cuanto a los herbicidas también hubo subas importantes. En septiembre del año pasado pagamos el bidón 6.000 pesos, en septiembre de este año 16.000 pesos y esta semana ya estaba en 24.000 pesos”, dijo Borgo.
Como si fuera poco existe el visible problema de la falta de personal, que responde a diferentes cuestiones, al menos en el litoral. Por un lado la cosecha de cítricos fue abundante y ahora encima se suma la de arándanos, lo que reduce la disponibilidad de mano de obra. Pero además hay pocos trabajadores porque la anunciada compatibilidad entre los planes sociales y el empleo formal -dispuesta por decreto hace dos meses- parece letra muerta.
En la práctica, confirma Borgo, esa nueva legislación no está dando los resultados esperados. “La gente no se quiere blanquear, quiere seguir cobrando el plan y tener ese ingreso garantizado. Hay trabajadores que prefieren seguir cobrando los planes e ir al hospital antes que tener una mutual que no funciona”.