En Gualjaina, en plena Patagonia, al noroeste de la provincia de Chubut, ocho mujeres artesanas vienen hilando y tejiendo desde hace muchos años para agregar valor a la lana de las ovejas de su región.
En 2005 el INTA de Esquel comenzó un camino de trabajo conjunto con los productores ovinos de la región y un proyecto textil con las mujeres que hilan y tejen la lana de las ovejas con antiguas técnicas artesanales. También vienen recibiendo el apoyo del área de Agricultura Familiar.
Mabel Monzón, jefa del INTA Esquel, relata que en 2007 empezaron a realizar ferias de vellones, sobre todo en Gualjaina y en Cushamen, un poco más al sureste, para apoyar a los productores ovinos, porque la mayoría de éstos se asienta alrededor de esas dos localidades. Ya llevan hechas unas 45 ferias, a razón de 2 o 3 por año.
Un grupo de 8 mujeres de la localidad de Gualjaina, si bien estuvo involucrado desde el comienzo, se consolidó en 2009 y hoy es el que lleva adelante las ferias de vellones. En mayo de este año, las mismas, conformaron un grupo del programa Cambio Rural para fortalecer la producción, el cual las impulsará aún más, según sostiene la ingeniera agrónoma. Le pusieron por nombre “Rescatando cultura” porque, por ejemplo, con esta actividad están salvando de su extinción técnicas ancestrales del tratamiento de la lana.
El objetivo principal del grupo consiste en recuperar y transmitir sus saberes, porque no quieren que se pierda el trabajo artesanal, ya que el tratamiento de las fibras naturales, tanto de origen vegetal como también animal, hoy está quedando en muy pocas manos en todo el mundo. Lo mismo sucede con el teñido de las lanas con tinturas vegetales, explica Monzón.
Cuenta la jefa del INTA Esquel que en la Patagonia lo más frecuente es la producción de ovejas Merino, una raza lanera, orientada a la industria. Los pequeños productores tenían unos 250 ovinos de esta raza, y apenas unas 10 o 20 de la raza criolla Pampa o Linca. De éstas, las hay negras, grises, y blancas, cuya lana tiene las características de poseer mecha larga -respecto de las Merino, que tienen mecha corta- y vellón abierto, además de no tener chilla. Miden la mecha con sus manos y saben que por lo general tienen cuatro dedos.
Mabel sostiene que reconocer y descartar la chilla es un saber ancestral, como también saber seleccionar las mejores ovejas. Pues las mujeres, preferían a esta raza y no a las Merino para realizar sus hilados tradicionales con huso, rueca a pedal o eléctrica, porque además es más suave.
El recurso genético es fundamental, porque esta raza estuvo a punto de extinguirse, señala Monzón. Por eso desarrollaron un programa de mejoramiento genético de esta raza criolla y de su lana. Agrega que el grupo viene siendo acompañado por proyectos especiales de Pro-Huerta, por la Ley Ovina y otros proyectos con enfoque de género.
También estas o mujeres reciben el apoyo profesional de Estela Castro, como promotora y asesora del grupo. Ella es parte del equipo técnico de la Dirección de Género y Diversidad de la municipalidad de Esquel, ciudad en la que vive, es Técnica Infanto-juvenil y le falta poco para ser trabajadora social. Cuenta que tienen una reunión mensual y se comunican a diario a través de whatsapp, debido a las distancias patagónicas. Ella las apoya en lo organizativo, en lo productivo y en la gestión para que cada una pueda consolidarse en su propio territorio.
Las mujeres comenzaron a reunirse y en 2014 la municipalidad de Gualjaina les brindó en comodato un espacio comunitario llamado La Casa de las Artesanas, ubicado sobre la avenida principal, a dos cuadras de la plaza. El mismo consiste en un galpón que tenía hogar a leña, pero ahora ya tiene conexión de gas, para calentar agua o cocinar, si bien aún no tienen calefacción. Tiene conexión de agua, pero afuera, y falta llevarla al interior. Es que las mujeres necesitan lavar la lana con mucha agua y la calientan en ollas. A veces se reparten la lana y la lavan cada una en sus casas. Cuando está limpia, la tiñen con tintes naturales de hojas, cortezas y plantas. No usan anilinas.
En los inviernos les cuesta reunirse allí, porque cuesta salir de los campos, y por la falta de calefacción. Pero en verano sí se reúnen, no sólo para trabajar –hilar y tejer-, sino también para exponer y vender a los turistas. En esa época, unas van a trabajar de mañana y otras de tarde, durante la semana, y tratan de reunirse los fines de semana.
Las artesanas son ocho: Gloria Antimán, Rita Basilio, Carmen Huenchumán, Johana León, Silvia Noemí Ramírez, Cintia y Genoveva Sánchez, Sandra Liliana Lara, todas naturales de la zona, menos Rita, que es oriunda de Puerto Madryn. Ellas también crían y esquilan ovejas, pero además compran lana a otros productores de la zona. Todas hacen el proceso de hilado y tejen chalecos, medias, peleras para recados, mantas, ponchos, caminos de mesa, pulóveres, camperitas, tapices, boinas y demás.
Detalla Estela que en verano suelen participar en ferias locales y regionales. Han estado en Esquel, y dos de ellas han ido el año pasado a Gobernador Gregores, donde participaron de un taller de tintes naturales y trajeron aquellos conocimientos para compartir con su grupo. En invierno venden más por encargo. Poco a poco se han ido organizando cada vez más. Ya han logrado tener un stock permanente y son reconocidas en la región por la calidad de sus tejidos.
Orgullosa, cuenta Mabel Monzón: “Hoy la gente sabe que puede conseguir vellones individuales, porque los industriales, de lana Merino, se venden en fardos de 50 vellones. Cada tejido lleva una tarjeta con la información del peso, quién lo produce, qué clase de lana es, si para hilado fino o grueso, y de este modo se determina su precio”.
También dice que “la gente ya pregunta cuándo serán las próximas ferias. La de Cushamen será en noviembre y la de Gualjaina será en diciembre. En mayo se realiza la gran fiesta agropecuaria de Gualjaina, donde venden bien, y para fin de año se realiza el escalamiento de la Piedra Parada, una piedra gigante, erguida en medio de la meseta, a la que vienen a escalar y competir personas de todo el mundo. También venden mucho en la fiesta del aniversario de Gualjaina”.
“Claro que necesitan hacerse más visibles en las redes sociales y mejorar cada vez más en la parte de la comercialización. Día a día irán acondicionando su lugar de trabajo”, sostiene Estela. El INTA les ha ido gestionando proyectos para que el grupo de mujeres se capacitara en la comercialización de sus tejidos, la política de precios y en la logística de la distribución de sus productos.
Es muy pintoresco ver a la extensionista Monzón, tejiendo con lana de ovejas Linca, cuando no le toca manejar la camioneta del INTA en sus extensos recorridos patagónicos durante su trabajo territorial. Ella dice que este arte y oficio le viene de su madre, quien aún sigue tejiendo. Mabel no hila y le gusta comprar la lana a las artesanas para apoyar el trabajo artesanal, convencida como Estela -que también teje-, que les da una independencia económica y les aumenta su libertad.
A este grupo de mujeres luchadoras que hacen patria todos los días, les dedicamos la canción Banderita de mi escuela, de Yoel Hernández.