En Santa Fe ya es casi habitual que los ganaderos pierdan animales por ataques de pumas. La más reciente masacre se vivió en la Barrancosa, una cabaña ubicada en la localidad de Amenábar, al sur de la provincia. Allí, los depredadores acabaron con la vida de 10 terneros de la raza Angus y un potrillo de pedigree. Según los propietarios, la pérdida es “incalculable” porque los animales “tenían potencial para ser grandes campeones”.
A raíz de casos como este, la indignación crece entre los productores de la zona, que se sienten maniatados ante la imposibilidad de darle una solución definitiva a estos depredadores. La principal razón para esto es que el gobierno local declaró al puma como un monumento viviente, e impidió mediante la Ley 4830 la caza de la fauna silvestre en todo el territorio provincial, así como el tránsito, comercio e industrialización de sus cueros, pieles y productos.
“En esta zona no era habitual encontrar pumas pero ahora son un plaga que matan terneros, gallinas, ovejas y potrillos. Algunos de muy alto valor”, dijo a Bichos de Campo Soledad Diez de Tejeda, presidente de la Sociedad Rural del Distrito Santa Fe, quien alega que la normativa no es más que “un circo de los ecologistas, apoyados por el progresismo socialista”.
Según contó la ruralista, tanto ella como sus vecinos se las tienen que ingeniar para resguardar a su rebaño durante la época de pariciones, ya que el gobierno, ante los reclamos por los constantes ataque, afirma que “no puede hacer nada”.
“Nosotros criamos caballos de polo, y en época de parición tenemos las yeguas cerca de la casa, muy contraladas, porque los pumas se acercan a los montes cercanos y se lleva a las crías”, relató Diez, quien recuerda haber acudido en una oportunidad a la policía ecologista pero sin obtener respuesta ante la urgencia.
“La provincia tiene una policía ecológica que ante una denuncia debe enjaular a los pumas y reubicarlos. En una oportunidad personalmente los llamé por la presencia de un puma en mi establecimiento, y el peligro que corrían mis potrillos, y nunca vinieron”, denunció la productora.
A diferencia de lo que sucede en la Patagonia, donde el abandono de los campos permitió que el puma gane terreno, en Santa Fe los productores se enfrentan a este depredador en los establecimientos, donde deben lidiar con las pérdidas sin el apoyo del gobierno para garantizar la convivencia entre la fauna silvestre y el ganado.