La iniciativa productiva Naturaleza Viva nació en el norte de la provincia de Santa Fe en el año 1987, de la mano de Remo Venica e Irmina Kleiner. Tras conseguir sobrevivir a mil y una batallas, historia a la que Bichos de Campo le dedicó una extensa nota, los esposos se embarcaron en otra misión también tumultuosa: convertirse en precursores de la agroecología en Argentina sin casi darse cuenta.
Esta cuesta fue la que dio origen al proyecto que hoy está conducido por los hijos del matrimonio, que se pusieron al hombro la tarea de darle continuidad, desarrollo tecnológico y dirección en el mediano y largo plazo.
“Mis padres vuelven de Europa con otra mirada sobre el resguardo medioambiental. No era compatible el modelo productivista con los ideales que traen. Para ubicarnos en contexto histórico, se quemaban los rastrojos. Había que hacer otra cosa. Esa otra cosa no estaba muy clara, pero ellos empezaron con la producción agroecológica u orgánica, sin estar los entes certificadores de orgánicos”, relató Enrique Venica, agrónomo y productor agroecológico, a Bichos de Campo. Por su formación él se ocupa más de la cuestión productiva del establecimiento. Su hermano eduardo está abocado a la cuestíón comercial.
De esta forma, a unos 20 kilómetros de la localidad de Reconquista, comenzó una producción que buscaba compatibilizar el espíritu de colaboración medioambiental y social, con una producción sustentable y sostenible en el tiempo. Los Vénica diseñaron ellos mismos casi todos los detalles.
-¿Qué empezaron haciendo?- le preguntamos al agrónomo.
-Empezamos no tocando el suelo, no tocando la tierra, plantando árboles, reincorporando la ganadería. Esto era un campo en donde se hacía algodón y caña de azúcar. Empezamos diversificando, metiendo frutales, mucha forestación, refertilizando los campos. Con el tiempo se fue incorporando algo de pasturas, verdeo, hacíamos novillo de engorde. Después incorporamos las vaquillas de tambo y empezamos ordeñar. Con el tiempo incorporamos la agricultura y así fuimos pasando de la diversificación, porque empezamos diversificando la producción, al enfoque de integración productiva. Junto con la agricultura nace la agroindustria. Enseguida entendimos que teníamos que poner una marca porque la agroindustria de alta escala no iba a procesar nuestra mercadería.
-¿Cómo me definís la integración productiva?
-Hay una integración horizontal y otra integración vertical. En la integración horizontal, por ejemplo, hacemos leche, queso y con el residuo del suero alimentamos a los terneros. Un residuo, un desperdicio, se transforma en un subproducto o en un insumo dentro de la cadena productiva. Eso es integración. No es incorporar, por ejemplo, gallina, pato, chancho sin sentido. Eso sería diversificación productiva. Cuando hay integración, hay una mirada más comercial en donde un residuo se transforma en un subproducto o en un insumo dentro del sistema productivo. Nosotros cuando empezamos, empezamos diversificando, pero porque no teníamos claro el norte técnico administrativo que se le tenía que dar a la organización.
-Empezás a pensar qué hago para que el residuo me deje un nutriente.
-Exactamente. Por un lado transformo el residuo en un subproducto y voy resolviendo problemas técnicos propios de nuestro sistema agroecológico. Por otro lado, está la integración vertical. Producimos el fertilizante, la materia prima, lo elaboramos, ponemos marca y se vende. Eso es una integración vertical en la cadena, que también nació por necesidad, no por convicción directiva, porque teníamos poca escala, no lo podíamos meter dentro de la cadena, no había valor.
Naturaleza Viva cuenta actualmente con 370 hectáreas, de las cuales 150 está asignadas a la ganadería. Otra parte se destina a pasturas destinadas especialmente para el tambo, y el resto para agricultura con destino a consumo humano.
La paleta de productos se integra por quesos, aceite de girasol y harina de trigo de molienda propia, que se combina con otros productos de fabricantes regionales de baja escala como yerba, té, aceitunas y aceite de oliva.
-¿Cómo se las arreglan en materia de rendimientos?
-En trigo estamos obteniendo desde 1.200 kilos de rendimiento magro a 3.500/3.800 como rendimiento bueno.
-¿Es competitivo eso al año?
-Es muy difícil comparar los rendimientos. La sociedad está acostumbrada a comparar en términos lineales. Los rendimientos en pasturas de alfalfa, por ejemplo, después de 15 años de investigación y desarrollo logramos muy buenos resultados. Somos muy competitivos en la zona, de hecho tenemos rendimientos superiores a los convencionales en lo que es ganadería.
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-¿Y eso con qué tiene que ver? ¿Con un esquema de rotaciones o con la riqueza del suelo?
-Identificación de variables edafológicas y climatológicas y cuestiones de manejo. La agroecología te invita a estudiar profundamente las variables que definen el rendimiento. Esos son años de estudio e investigación. Nosotros estamos trabajando pasturas sin herbicida, sin fertilizante, pero con muy buenos índices de productividad. La alfalfa nos llevó 12 o 15 años más o menos desarrollar el sistema productivo sin agroquímicos. La soja nos está llevando más o menos diez años, pero ya estamos empezando a tener muy buenos resultados.
-Todo esto no estaba escrito cuando arrancaron. Hoy ya hay mucha literatura.
-Absolutamente. Esa es la parte en que uno honra a los fundadores, que son mis padres. Ese espíritu y esa convicción de sostener la cosa sin un librito. Hoy todos queremos tener el librito, la recetita para mover el primer recurso. Hoy sí ya hay bastante material y un desarrollo tecnológico hecho. Nosotros como empresa hemos asignado muchos recursos y eso también honra a mis padres, que han otorgado esos recursos para investigación y desarrollo.
-¿Qué contenido social le asignas a este proyecto?
-Yo, personalmente, el pulso que le doy es conectar la vida del campo con la abundancia. Mi familia pasó mucha carencia en ese proceso tecnológico, asociada a la vida de campo. El pulso que uno pretende darle es mucha innovación, drenar o eliminar creencias un poco carentes y traer abundancia, belleza, productividad e integridad a la vida del campo.
-¿Se pueden hacer todas esas cosas juntas?
-Sí, claro, pero es una conquista social e individual. Nosotros de esas conquistas individuales lo derramamos hacia nuestro contexto.
-¿Y eso te hace feliz? ¿Te da dicha encarar este proceso aunque sea difícil?
-Tener un proyecto que va más allá de las fronteras de nuestra propia necesidad, colaborar con una necesidad colectiva, me llena de gozo. Me llena de gozo saber que mis hijos y mi entorno van a vivir una vida sana vinculada al campo. Digo sana hablando desde los agroquímicos hasta de determinadas ambiciones. Nosotros venimos de una historia de mucha ambición territorial. El gringo de campo, el asesor técnico, la escala. Había que tener una tasa de crecimiento, una tasa de expansión que sin ella parece que nos faltaba algo. Esas son cosas que hay respetar pero drenan nuestra felicidad. Lo he vivido en cuero propio, como a veces en pos de esa tasa de crecimiento descuidamos nuestros hijos. Después los chicos se no se nos mandan a mudar si no generamos ese vínculo saludable y nuestra familia es algo sagrado.