En la pequeña localidad de Loreto, al norte de la provincia de Corrientes, una cooperativa agropecuaria de tan solo 29 socios llena de orgullo a los pobladores de la zona con su empuje y poder de resiliencia.
Bautizada con el nombre de “Eirete Pora”, que en guaraní significa “linda miel”, aquella asociación de productores nació en el año 2006 al calor de la principal actividad económica que tenía por entonces esa comunidad: la apicultura.
Por desgracia, los duros golpes de fenómenos recurrentes como las sequías e inundaciones obligaron a la mayoría de los productores de miel a reconvertirse, virando hacia otra de las actividades de relevancia en la zona como lo es la producción de plantas ornamentales.
“Cuando la producción cambió, la cooperativa mantuvo su nombre pero modificó su denominación, pasando de ser apícola a agropecuaria. Ahí se sumaron nuevos socios porque hoy en nuestra localidad la economía se mueve más por la producción de plantas ornamentales. Son aquellas que sirven para el interior, para casas, oficinas, y la principal demanda la tenemos en Buenos Aires”, contó a Bichos de Campo su actual presidente, Mariana Román.
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Aunque ella era muy joven cuando se dio esa reconversión, la correntina conoce en detalle la historia por su padre, uno de los socios de la cooperativa que logró hacer convivir a ambas producciones.
“En su momento lo que ellos hacían era producir miel, envasarla y venderla en conjunto. Un hito que quedó en la historia de la cooperativa fue cuando los productores se juntaron con otros de la provincia, miembros de otras cooperativas, para exportar miel a Francia. Lamentablemente nunca se volvió a repetir, pero ojala suceda y lo hagamos no solo con ese producto sino con las plantas ornamentales”, señaló Román.
“De los 29 socios que tenemos solo 9 son apicultores. Muchos combinan las dos actividades como forma de sacarle provecho a la superficie que tienen, que no es mucha”, añadió la presidente, que hoy ocupa también el cargo de secretaria en la juventud de Coninagro en Corrientes, y de vocal suplente en el mismo espacio a nivel nacional.
Pero más allá de esos roles, Román se define ante todo como ingeniera agrónoma, algo que le ha permitido entablar un vínculo clave con la cooperativa que representa.
“Luego de recibirme y de la pandemia, comencé a trabajar en una empresa privada. Los reclamos de mi papá por ver quién tomaría las riendas del negocio me hicieron volver y ahí comencé a conocer a los chicos de la cooperativa”, relató entre risas.
“Cuando llegué nadie me conocía porque hacía 6 o 7 años que me había ido a estudiar. Era ‘la hija de’. Pero empezamos a trabajar y de a poco me fui ganando la confianza de los socios, que en abril pasado me dieron esta responsabilidad. Con mucho gusto la acepté”, sostuvo a continuación.
Sorteada la primera etapa de “poner lo administrativo en orden”, la correntina anima hoy a los socios a proyectar nuevos horizontes.
“Un proyecto que siempre hemos tenido en mente es el de tener nuestro propio laboratorio para multiplicación de plantas por cultivo in vitro. Sucede que hay muchos vendedores de plantas pero pocos multiplicadores, por lo que la idea es que la cooperativa sea la que pueda ofrecer los plantines para que terceros los puedan propagar”, indicó.
-¿Lo ves como una forma de profesionalizar el trabajo de los asociados?– le preguntamos.
-Claro. Llega la temporada alta donde todos van y compran y los viveros quedan vacíos. Eso hace que tengan que empezar de nuevo y esperar como un mes para que la raíz de la planta se ponga linda para volver a vender. Con este laboratorio podríamos acelerar ese proceso y evitar que el productor se quede sin plantas. Así tendría todo el tiempo oferta para la demanda que hay.
-¿Y cómo financiarían eso?
-Al tener ya toda nuestra parte administrativa al día, podemos comenzar a buscar socios estratégicos para poder pensar en una financiación. Los chicos de Federación son los que más nos ayudan con ese tema y nos van guiando en cómo hacerlo.