Puede que sea un mal momento para que Milei vuelva a expresar sus intenciones de retirar a Argentina del bloque del Mercosur, porque, tras 25 años de negociaciones, al acuerdo comercial con la Unión Europea sólo le falta poner el moño. Según los análisis, nuestro país podría sacar provecho de la baja de aranceles para mejorar las exportaciones agropecuarias, y de paso en el agro podrían ilusionarse con el requisito de disminuir las retenciones que impone ese pacto.
El primer tercio del año fue agitado en términos geopolíticos y comerciales. Puertas afuera, la guerra arancelaria iniciada por Trump obligó a un cambio de posiciones y a reformular ciertos vínculos comerciales. Puertas adentro, la salida del cepo coincidió con la confirmación gubernamental de que volverán a subirse los derechos de exportación a partir de julio, y los productores aún no tienen en claro cuánto deben preocuparse.
Dicen que, a río revuelto, ganancia de pescadores. Probablemente el refrán aplique al sector agroindustrial argentino, sobre todo en vistas del acuerdo con Europa que pareciera que finalmente se concretará. El visto bueno se dio el pasado mes de diciembre en el marco de la Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y Estados Asociados celebrada en Uruguay. Ahora, sólo falta que el Consejo Europeo ponga el sello, un paso que podría apresurarse por la incómoda posición que le dejó Estados Unidos a ese bloque.
Lo jugoso de este acuerdo negociado por más de dos décadas es la supresión mutua de aranceles entre la segunda y la quinta economía mundiales. Aunque esto alcance tanto a bienes industriales como a productos agrícolas, parece que el plato jugoso para Argentina se reserva, sobre todo, para las principales cadenas del agro. De acuerdo con el análisis que hizo Maximiliano Díaz, socio de la consultora Endógena, las mayores oportunidades las tendrán los complejos soja, maíz, sorgo y arroz.
Todo lo que refiere a la soja, tanto en granos como sus derivados, significa un impacto grande para el sector productivo nacional. Sin ir más lejos, en 2024 el complejo realizó envíos al exterior por más de 19.000 millones de dólares, lo que significó un 40% de las exportaciones argentinas. De acuerdo con el análisis que hizo Endógena, ese sector podría sacar gran provecho del nuevo pacto con el bloque europeo.
En lo que respecta a harina y pellets de soja, los subproductos más exportados desde el complejo, Argentina es el segundo proveedor más importante de Europa y se estima que puede mejorar su participación y hasta su precio, en un 19%. El caso del aceite es similar, porque actualmente menos del 2% de estos envíos llegan al Viejo Continente, cuando podríamos cubrir toda su demanda con nuestra producción.
La baja de aranceles, que será paulatina para no afectar la competitividad de cada bloque, también podría darle oportunidades a los exportadores de porotos de soja. Actualmente, la mayor parte se dirige a China, pero la promesa europea es cobrar menos que la potencia oriental. No sería descabellado sumar un nuevo socio comercial en ese sector.
Además, un punto clave del acuerdo es el compromiso de barajar las retenciones a la soja, que alcanzarán el 18% a los cinco años de celebrado el compromiso y, desde ese momento, bajarán un punto por año hasta llegar al 14%. Ese esquema contrasta con los tributos que hace décadas se imponen puertas adentro y con los valores que se restablecen en julio tras la baja temporal decretada por el Gobierno.
Si se tiene en cuenta que el poroto de soja volverá a pagar 33% de derechos de exportación, y sus derivados 31%, la reducción propuesta por el acuerdo multilateral significaría sería de más del 50% en un plazo de 5 años.
El complejo maicero también mira con buenos ojos al mercado europeo, porque se estima que, gracias a la baja arancelaria, podría mejorar su rentabilidad en un 10%. Incluso, se contempla una cuota de 1 millón de toneladas para que crucen el Atlántico sin ninguna alícuota, y Argentina podría participar de eso.
Lo mismo sucede en el caso del arroz, que ya de por sí se vio favorecido por la eliminación definitiva de las retenciones desde enero. Se estima que podría mejorar su precio si se vende a la Unión Europea. También podría haber cambios en los envíos de sorgo, un complejo en el que Argentina se consolida como el tercer exportador mundial y que acapara, sobre todo, el mercado chino. La cuota libre de aranceles que inaugura el acuerdo podría motivar a que se redirija nuestro sorgo hacia Europa.
También hay incisos alentadores para muchas otras economías regionales. En el caso de cítricos, hortalizas y algodón, regirá el libre comercio, que se implementará en el plazo de entre 4 y 10 años. Para la miel, de la cual Argentina es el mayor exportador del Mercosur, más de la mitad del flujo de ventas no tendrá aranceles. Nuestro vino, por su parte, correrá con la misma suerte cumplidos los 8 años desde la implementación del nuevo esquema comercial.
La concreción de este pacto se la debemos, sobre todo, a las gestiones que impulsó Brasil. Muchos confían en que podría ser la vuelta de tuerca que necesita el Mercosur para erigirse como un bloque comercial fuerte y cohesionado. Por lo pronto, sólo es necesario que un sólo congreso de alguno de los países lo ratifique, y sería el que mayor ventajas tendría en el corto plazo, estiman desde la consultora Endógena.
Sin embargo, aunque parezca inminente su aprobación, no hay que cantar victoria. La creación de esta suerte de mercado integrado entre bloques, que alcanza a más de 700 millones de personas, afronta resistencias en Europa. Uno de los principales opositores es Francia, que teme por los efectos que tendría el libre comercio para su propia producción agrícola, mientras que Alemania se posiciona entre los más destacados promotores del acuerdo.
Tal vez lo más determinante para que se diluyan los obstáculos y se ponga el sello en la Comisión Europea es la necesidad casi urgente que tiene el Viejo Continente de tomar posiciones en esta nueva geopolítica. En la búsqueda de nuevos socios, Latinoamérica surge como una importante fuente de materias primas y un importante mercado para colocar sus productos. Entretanto, también se lo ve como una buena alternativa frente a la dependencia energética con Rusia, la tecnológica con China y la de seguridad con Estados Unidos.
Todavía queda por conocer en profundidad la letra chica del acuerdo para evaluar de forma global el impacto que tendría tanto para Argentina como para la región. Queda la incógnita de cuánto de las demandas de Latinoamérica fueron escuchadas, sobre todo respecto al agregado de valor para la exportación de minerales y el tan resistido Reglamento (UE) 2023/1115.
“Para maximizar el impacto del acuerdo, es necesario que exportadores y asociaciones de productores se anticipen para posicionarse estratégicamente frente a este cambio de escenario”, recomienda el informe elaborado por Endógena, que llama a adquirir una “estrategia ofensiva” y adelantarse a las gestiones necesarias para que no nos tomen luego por sorpresa.