Por Alejandra Groba.-
Por esos caprichos de la biología, las plantas dan frutos en ciertos momentos del año. En otros, esos frutos escasean y, por esos caprichos de la economía, se ponen caros.
Pese a la escandalosa previsibilidad del asunto, el Gobierno anterior nos tenía acostumbrados a sospechar complots maquiavélicos. Y ni bien detectaba que el precio del tomate, la papa, la cebolla o la calabaza hacía rezongar a los votantes, apostaba al “boicot”.
Había otras opciones. Podía decir algo como “esperen un par de semanas, que se acabó el tomate de tal lado y todavía no entró el de tal otro, aprovechen mientras para comer tal otra cosa que está barata”, restando exasperación y recordándole a la sociedad lo que la vida urbana le ha hecho olvidar.
Podía intervenir más allá de la opinión pública: dando créditos blandos para mejorar plantaciones, construir galpones de almacenamiento o cámaras de frío; censar al sector para tener información específica; fomentar ferias que ahorraran intermediaciones, y seguramente muchas otras cosas.
Pero no: tanto Néstor como Cristina prefirieron quijotescamente armar la escena épica de luchar contra los supuestos especuladores boicoteando. ¿Para frenar a qué poder maléfico neoliberal oligarca? El de los quinteros debió ser, porque a las grandes cadenas de supermercados se les armó un sistema de subsidios millonario para que mantuvieran los precios.
Podemos sospechar que el sistema sirvió para que algunos ganaran poder político o hicieran buenos negocios. Lo seguro es que, como todas las otras intervenciones de control de precios que pergeñó el kirchnerismo, esta tampoco sirvió para lo que decía.
“Lo interesante es que implica un vuelco crucial en el enfoque de esta cuestión, empezando porque busca articular demanda y oferta: acompañar al consumidor en la compra y al productor en la venta”.
Toda esta digresión viene a cuento porque es el fondo contra el que hay que evaluar lo que está haciendo el gobierno actual en esta materia.
Días pasados, en el Ministerio de Agroindustria se presentó la campaña Más Frutas y Verduras. Si bien bastante modesta en términos de comunicación, lo interesante es que implica un vuelco crucial en el enfoque de esta cuestión, empezando porque busca articular demanda y oferta: acompañar al consumidor en la compra y al productor en la venta, para que en vez de que uno salga herido a expensas del otro, los dos sean beneficiados. Una visión, además de útil, socialmente constructiva.
En este sentido, la iniciativa surgió de la Mesa de Promoción de Frutas y Hortalizas, “a pedido no de los consumidores sino de los productores”, dice Mercedes Nimo, directora nacional de Alimentos. La Mesa incluye a la Facultad de Agronomía de la UBA, a organizaciones dedicadas a lo nutricional como Cesni, Cepea y 5 al Día, a Defensa del Consumidor, asociaciones de productores y un montón de instituciones relacionadas con los alimentos.
“La mirada está puesta en traccionar la demanda para mejorar la oferta. Queremos aumentar el consumo de frutas y hortalizas e incorporar más variedad, como recomiendan los organismos internacionales de salud”, explica Nimo.
Si bien no hay datos oficiales ni actuales, el consumo diario de frutas y hortalizas en la Argentina no alcanzaría ni la mitad del mínimo de 400 gramos recomendado por la Organización Mundial de la Salud, para combatir la obesidad, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.
“El consumo diario de frutas y hortalizas en la Argentina no alcanzaría ni la mitad del mínimo de 400 gramos recomendado por la Organización Mundial de la Salud”.
Según el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni), en las últimas dos décadas la ingesta vegetal disminuyó mucho en el país: de acuerdo con un relevamiento que hicieron en 2012/13, los argentinos comíamos 41% menos frutas y 13% menos hortalizas que en 1996/97. El Ministerio de Agroindustria calcula que la cifra siguió en descenso.
Además de pobre en cantidad, nuestro consumo vegetal se queda corto en variedad: las hortalizas que comemos, sin contar la papa, se reducen prácticamente a cinco: tomate, zanahoria, zapallo, cebolla, lechuga. Y las frutas, a cuatro: naranja, banana, manzana, mandarina. Diversas organizaciones, como Cinco al Día, insisten en que es preciso sumar colores en el plato. También a eso debe apuntar #MasFrutasyVerduras, el hashtag de la campaña en las redes sociales, mostrando “cómo incorporarlos en la vida cotidiana de manera amigable, como batidos, sopas, jugos”, dice Nimo.
Para tenga sentido, las acciones y la difusión estarán enfocadas en las frutas y verduras disponibles, cada mes.