“Yo creo que en la vida uno siempre se reinventa un par de veces, yo me reinventé una y ya me quedo con esta. Pasé de financiero a chanchero y estoy feliz siendo productor agropecuario. El campo y la ruralidad para mí son todo. Amo el campo y no entiendo cómo pasé tantos años de saco y corbata en una oficina perdiéndome amaneceres y atardeceres, y todo lo que te da el aire libre”, resumió Mario Aguilar Benítez, ingeniero industrial de carrera que volvió a regañadientes al pago, se incorporó a la empresa fundada por su padre, y hoy no imagina estar en otro sitio.
Padre de cuatro hijos: Trini, Simón, Paloma y Camilo, Mario contó en el capítulo 49 de El podcast de tu vida (grabado en mayo de 2022) cómo abandonó una vida ligada a las finanzas viviendo en Chile, para venirse a Argentina a buscar su lugar en “Las Chilcas”, la empresa creada por su padre en la que ya estaban trabajando sus hermanos.
Hincha de Talleres de Córdoba (“la mejor hinchada del país”), Mario de chico recuerda acompañar a su padre al campo: “Era puro monte. Mi viejo venía de la industria también, tenía una laminadora de hierros para la construcción, pero invirtió en campo, entonces laburaba en lo suyo en la semana y los fines de semana íbamos al campo que, la verdad, estaba bastante desprovisto de todo. Dormíamos en un colectivo o en la misma camioneta”.
¿Qué es hoy Las Chilcas, de la cual Mario es Director? Creada en 1980, con sus cuarteles centrales en el norte de Córdoba, es una empresa icónica en el agregado de valor proveniente del campo. Producen granos, cerdos, carne, biofertilizantes, balanceados, biogás, biocombustibles… Todo en un esquema de reutilización de residuos.
Algunos números de referencia: 11.200 hectáreas de superficie agrícola, un feedlot con 22.000 cabezas de capacidad instantánea (por el que pasan 50.000 cabezas por año), ganadería extensiva en 2.100 hectáreas; una granja porcina que produce 38.000 capones/año y ya está en segunda fase, con capacidad para 1.200 madres (arrancó en 2013 con 500 madres); y 6.000 millones de litros por año de bioetanol, 19.000 toneladas/año de burlanda y 1.800 millones de metros cúbicos de biogás.
En otro capítulo de El podcast de tu vida, lo convoqué a Mario para hablar de cómo él se desarrolló primero por fuera de lo agropecuario, incluso en desacuerdo con su padre por invertir en campo y no en otras herramientas de mayor retorno, y después se enamoró de ser productor. Pasen y lean…
-Infancia y campo. ¿Qué recuerdos tenés de tu infancia? ¿Hay ruralidad en esos primeros años de vida?
-Sí, claro. Pero en distintas etapas. Mi padre fue el fundador de Las Chilcas. Hoy está retirado del día a día de la empresa. El arrancó en una etapa muy difícil porque cuando compró el campo era puro monte, había que hacer ganadería, era un negocio de largo plazo… no digo que hoy no lo sea, pero son negocios que en ese momento significaban invertir, invertir, invertir, pensando en el futuro… muy futuro… algo que en algún momento iba a producir flujo de caja. Era comprar barato y desarrollar. Y mi padre fue un pionero, yendo a un lugar inhóspito, inhabitable y lejos en esa época. Fue a desarrollar el campo en el norte de Córdoba, que era un lugar complicado. No había absolutamente nada. Sólo monte. Si, es verdad, que las tierras eran buenas, se podía hacer agricultura también, pero nadie lo había hecho.
-¿Tu viejo era agrónomo?
-No. Mi padre viene de la industria. Tenía una laminadora de hierros y producía hierros de construcción. Mi padre con algunos ahorros empezó a desarrollar el campo pero seguía con su actividad, por lo tanto, al campo iba solamente los fines de semana. Y como trabajaba mucho, para poder estar con él el fin de semana, no me quedaba otra que acompañarlo.
-¿Y era divertido?
-¿La verdad? Era un embole porque paraba en todos los pueblos a hacer trámites, que es lo que hoy tengo que hacer yo. Te pegabas unas aburridas fuertes. Porque era lindo estar en el campo pero había que llegar al campo, que tardábamos 4-5 horas según los trámites que hubiera que ir haciendo. Era difícil. Y no había mucho para dormir. Tenía que ser en verano que dormíamos en un ómnibus o en el auto o volver de noche.
-¿Vos cuántos años tenías ahí?
-Entre 8 y 11.
-¿Cuántos hermanos son?
-Yo soy el segundo. El más grande de los varones. La más grande Liliana, que me lleva un año. Después mi hermano Santiago, María Eugenia, y el último, el más chico, Andrés. Los cinco estamos en el directorio, pero sólo los tres varones estamos en la parte operativa.
-La pregunta viene a cuento de aquellos viajes, si ibas solo eran un embole, pero por ahí si ibas con algún hermano se alivianaba… recordemos que era una época “analógica”, nada de celular ni jueguitos ni nada…
-Sí, totalmente. A veces iba solo, otras con algún hermano. Generalmente con Santiago, el que me sigue. La primera etapa, lo que recuerdo del campo era un monte impenetrable y la única diversión que había si hacía mucho calor era meterse a un tanque australiano. Nos metíamos felices. Montar a caballo también. Hacer puntería con una honda o un aire comprimido. La verdad que era un campo muy rústico, no había infraestructura, pero era lindo.
-Cuando decidiste qué carrera querías seguir elegiste ingeniería industrial. ¿Por qué? Ahora que te escucho entiendo que viene por el lado de tu viejo. ¿lo que te imaginaste cuando arrancaste tuvo su correlato cuando luego la empezaste a desandar?
-Yo creo que no podría haber estudiado otra cosa. Ma fascina resolver ecuaciones. Tengo un toc que es casi enfermizo que es que no puedo dejar una ecuación sin resolver o un juego sin terminar, o una tarea sin terminar, incluso cuando ya no hace falta que la terminemos. Incluso hoy cuando jugamos con mis hijos a la ajedrez o al TEG y ellos se cansan y yo digo “no, hay que terminar esto”. Siempre me gustó resolver problemas. Me dio una base muy buena. Pero después me dediqué mucho a las finanzas, que no era lo que imaginaba al principio. Lo disfruté mucho, la verdad. No me arrepiento, no digo “¿por qué no fui agrónomo?”.
-¿Y por qué las finanzas?
-Porque me fui a hacer un posgrado a Estados Unidos y alguien me dijo “si querés ganar plata tenés que estudiar finanzas”. Y yo quería ganar plata, independizarme económicamente, algo que era importante para nuestra generación. Soy del ´71 yo. En nuestra época muchos de mi camada salimos fuera de Córdoba y muchos del país con la posibilidad de tener salida laboral. No es como ahora que los chicos están en una situación más difícil. Creo en nuestra época había pleno empleo. Pero bueno. Finanzas corporativas, me metí en ese camino.
-¿Y cuándo decidiste ingeniería industrial, ya no te pensabas entonces volviendo al campo a laburar con el viejo?
-No, sabés que no. Es más, yo veía que lo que estaba haciendo mi padre era una locura. No lo aprobaba. Le decía que no tenía ningún sentido invertir y enterrar tanta plata en alambrados, tanques australianos y bebederos en el campo. El empezó comprando 1351 hectáreas hasta llegar a un campo hoy que tiene 5300 hectáreas propias y trabajamos más de 10.000 hectáreas en agricultura. Después tenemos un campo ganadero. Volviendo a cuando él empezó, yo, que estaba en el mundo de las finanzas, le decía no entierres esto, invertí en otra cosa, que vas a tener más renta. La renta inmobiliaria era esperar 1 o 2 por ciento en dólares. La ganadería, más en ese momento, era muy de patrimonio, no de flujo. Pero él seguía. También veía que la ganadería tenía ciclos, teníamos dos años malos y uno bueno y todo eso. Pero yo no me imaginaba viviendo en el campo. Yo quería vivir fuera del país y tener independencia económica. No tenía miedo de irme del país. Mis amigos también se habían ido. A los 23 años me había ido. No extrañaba. Volvía a pasar las fiestas pero mi vida estaba proyectada afuera.
-Vos te fuiste a Estados Unidos y después estuviste en Chile.
-Sí, siete años estuve en Chile, de 2002 a 2009, trabajando para empresas americanas. Fueron 15 años y medio fuera de Argentina. Fue muy lindo. En Chile estaba arraigado. Me compré un terreno, construí mi casa. eché raíces. Estábamos muy bien ahí. En lo social, profesional, laboral. No había posibilidades de volver. No me lo imaginaba. Mi esposa se vino en febrero de 2009 y yo iba y venía de Chile a Argentina. Ho siempre digo que mi esposa hizo abandono de hogar. Ella decidió volverse. Cuando me dijo la primera vez que se quería volver yo lo veía como algo imposible. ¿Qué necesidad había de volver a un país de locos? Que era como yo veía Argentina desde allá. Donde la propiedad privada estaba cuestionada, el mérito no se recompensaba, todo lo contrario a donde yo me había criado en lo profesional. Pero así como te digo eso, te cuento que hoy, una década después, no me imagino encerrado en una oficina todo el tiempo. No veo la hora de irme siempre para el campo.
-¿Cuándo hiciste el clic? ¿Cuándo dijiste, bueno, si, puedo estar en el campo, y en Las Chilcas?
-Ese clic no fue un año. Lo primero que pasó fue que cuando volví, vi algo distinto. Yo me imaginaba el campo para ir a comer un asado y andar a caballo. Los negocios pasaban, como te dije, por otro lado. Pero ya en 2009 vi que mi padre y mis hermanos tenían una empresa agropecuaria con una impronta ganadera muy fuerte, ya haciendo agricultura, involucrados en el CREA. Habían ido corriendo los animales para hacer agricultura. Armaron un feedlot. Año tras año crecía la cantidad de corrales. Mi padre fue de los primeros feedloteros en Córdoba. Mi padre no se quería desprender del todo de los animales, así como habían hecho otros miembros CREA que se habían ido a Santiago del Estero con el ganado y habían hecho todo el campo agrícola. El concepto en Las Chilcas era que el maíz saliera en cuatro patas, convertir granos en carne.
-¿Y cómo te incorporaste vos en ese esquema?
-Al principio no tenía mucho lugar. Yo veía la empresa que le faltaba de profesionalismo y gestión. Yo propuse incorporarnos a la Cámara de Feedlot y de allí surgió la idea de empezar a hacer hotelería, no sólo ser un feedlot zafrero con hacienda propia. Con hotelería podíamos recuperar IVA. Armé una presentación, se la hice a mi padre y a todos, y recuerdo que mi padre, cuando terminé me miró fijo y me dijo: “sobre mi cadáver, en este campo algún día va a entrar alguna hacienda que no sea propia”.
-Uff… arrancó liviano…
-Sí, ahí me di cuenta que la cosa venía difícil. Después de unos años llegamos a tener hasta el 100 por ciento de hacienda de terceros. Pero en ese momento, esa respuesta fue demoledora.
-¡Qué bueno que no fue sobre su cadáver!
-Jaja.. Hoy se acuerda y se ríe, pero lo dijo, y lo dijo en serio. Yo veía todas cosas positivas, no podíamos llenar el feedlot con nuestra hacienda, teníamos alimento que nos sobraba, era capital que no circulaba. Había muchas bondades de meternos en la hotelería. Pero en ese momento no lo convencí. No era un tema de números sino de convicción. Pongo ese ejemplo porque yo me siento bastante culpable de haberlo corrido a mi viejo de la empresa. Él es del año 1943/44 y se fue joven, con pilas, dio un paso al costado, que es difícil. No muchas primeras generaciones de empresas, fundadores, lo hacen. Y es durísimo. Los primeros enfrentamientos fueron terribles. De hecho, como vi que no había espacio para mí me fui a Buenos Aires a trabajar en una empresa de energías renovables hasta 2012.
-Vos en una charla, contaste que es difícil que esa segunda generación puede dejar su impronta cuando están Messi o Maradona en el equipo. ¿Cómo llevarle la contra alguno de estos dos? Le debe pasar a muchos…
-Yo cuando vine de afuera, tenía 38 años, tenía ganas, experiencia, yo no quería ser sólo empleado de mi viejo o hacer sólo lo que él quería que se haga. Yo venía a otro ritmo. Con otro nivel de presión y exigencia en lo laboral. Eso me mataba. Me molestaba la informalidad, la empresa familiar, que por definición es poco profesional. El asado del domingo, ahí se charla y se toman decisiones. Yo pedía que lo hagamos en un directorio, más formal. Una agenda de reunión. “¿Qué agenda?” Me decían. Yo quería entrar a Las Chilcas como socio, no como empleado. Fue muy duro para mí llegar a Argentina y enfrentar todo esto. Los primeros dos años me quería volver a Chile todo el tiempo. Yo lloraba, fueron duros. No encontraba mi lugar. Incluso invertí con mis ahorros y me fue pésimo. Agricultura por alquiler y me tocaron años de sequía fatales.
-¿Y en 2012 sí entraste de lleno?
-Sí, me había cansado de viajar Buenos Aires-Córdoba. Surgió la posibilidad de hacer una granja intensiva de producción porcina. Yo veía el concepto de la granja de cerdos como un feedlot pero mucho más profesional. Pensé hacer una granja de 250 madres. Conseguí un socio. Cuando lo hablé con el directorio, para incorporarlo al circuito de Las Chilcas, me dijeron que si conseguía el financiamiento apuntáramos a 500 madres con un plan a 2500 madres. Y ahí me lancé con todo. Conseguir financiamiento era lo que yo estaba acostumbrado a hacer. Así arrancamos con un crédito.
-Llegamos al pin-pong de este podcast, y la primer pregunta tiene que ver con saber de qué manera despejás tu cabeza. Después de un día largo de trabajo qué te permite cambiar la bocha…
-Cada vez que puedo hacer algo para distraerme pienso en los caballos. Me gusta montar. Ensillar y salir a cabalgar en el campo. También hacer deporte con el caballo. Con los criollos. Hace poco empecé a practicar deporte con ellos y le dedicás más tiempo a entrenar, aprendés vos y el caballo y formas equipo. También hago cabalgatas y las disfruto mucho. Y cuando hay competencia con criollos me meto.
-Juguemos un poco, supongamos que tenemos la máquina del tiempo, tus 18 años, estabas empezando la carrera de ingeniería industrial. ¿Qué le dirías a ese joven?
-No miro mucho para atrás. A los 18 años hubiera hecho lo mismo. Haber estudiado ingeniería, soy muy racional, ordenado, sistemático, de procesos. Tengo un pensamiento ingenieril y lo disfruto. Me encantó haber vivido afuera, haber hecho finanzas. No me gusta mirar para atrás. El pasado me encanta lo que vivido pero para mí ir para atrás es malo. Me genera mucha expectativa el futuro. Incluso te confieso que me gusta juntarme y hablar, cuando estoy en grupos, con los más jóvenes, que tiene esa energía, ganas de emprender. Eso me motiva.
-¿Tu lugar favorito?
-Estuve en San Diego, California, un tiempo y tiene un clima increíble. Si pudiera pasar un tiempo ahí me encantaría, pero ahí me faltaría el campo. Me gustaría estar en Las Chilcas, que hoy, cada vez más, es mi lugar en el mundo. Bueno, podríamos hacer seis meses en cada lugar (se ríe). Si no, me quedo en Las Chilcas.
-¿Y algún lugar que te gustaría conocer?
-Conozco muy poco de Europa. Me gustaría conocer también Asia.
-¿Tu comida favorita?
-Un costillar de vaca o cerdo. Sin dudas. Una costilla bien jugosa no hay con qué darle.
-¿Serie, película, libro?
-Hay un libro muy viejo que me gustó en su momento y sigue vigente, que es “Padre rico, padre pobre”. Es muy bueno y deja enseñanzas para tus finanzas personales. Básico pero aplicable.
-Si pudieses tener algún superpoder ¿cuál te gustaría tener?
-Me gustaría ser cada vez más empático con la gente. El superpoder sería poder leer la mente de la otra persona para tener la mejor conversación con ella. Algo que rápidamente me ayude a conectar. Y ser mejor persona. Hoy las relaciones son lo más importante.
-Te hago jugar de nuevo con el tiempo, con viajar en el tiempo, si pudieras subirte al Delorean, el auto de Volver al Futuro, ¿Algún momento en la historia de la humanidad al que te gustaría ir?
-Yo perdí a mi madre, que tuvo una enfermedad terminal muy joven, alzhéimer, la perdí muy temprano. Me encantaría volver a tenerla yo más grande porque la aprovecharía más, podría hablar otras cosas. Y segundo, mi familia siempre me dice que yo debo ser de la edad media, época en que las cosas se solucionaban con las espadas y me gustan esas series ambientadas en esa época. Iría a esa época supongo.
-¿Qué tema musical te gustaría dejar sonando?
-Me gusta mucho un tema que se llama “The nights” de Avicci, que es un tema que tiene mucha significancia porque tiene que ver con vivir el momento. Siempre he estado ansiando el futuro y desde hace un tiempo trato de estar en el presente y disfrutar el instante. A veces un mate con un hijo, algo con el caballo.
Que buena nota la verdad.
Conozco a Mario de Twitter solamente, y se nota que s una gran persona y le pone mucha pasion a lo que hace.
Se ve el progreso y que siempre quiere mejorar.
Ojala surjan mas personas como el, siempre evolucionando, sumando valor agregado al trabajo que hace y aprovechando cada oportunidad.