Después de unos días en el pueblo ya extraña el olor del mar y al cabo de unos días a pura lancha empieza a extrañar el aroma de las colmenas. Esta situación, que podría generar la idea de vivir en una constante insatisfacción, es todo lo contrario: Ambas actividades constituyen la vida que Marcelo Zotta eligió, dado que es apicultor desde hace 22 años (hoy tiene 50) y pescador desde… desde que se acuerda.
“A los 28 años quedé viudo y no sabía qué hacer con mi vida”, describe este hombre oriundo de Aldea San Adolfo, un pueblo de 200 habitantes del partido de Villarino en el sur de la provincia de Buenos Aires. “Para colmo yo trabajaba en la producción de papa y cebolla que en ese momento, en el 2000, no valía nada, así que tenía la cabeza a mil. Entonces unos primos que ya eran apicultores en Pedro Luro me sugirieron comprarme unas colmenas y arrancar, y así fue”.
Al principio fueron 40 colmenas y hoy tiene 900 que le dan unos 30.000 kilos. En este crecimiento sostenido y sustentable (porque continúa vigente) fue de gran ayuda el INTA Ascasubi, cuyos profesionales le enseñaron a preparar los núcleos y dónde comprar las reinas fecundadas, entre otras cosas. Este apoyo, más la necesidad de Marcelo de estar ocupado y de generar ingresos, sumado a su habilidad para trabajar la madera (él hizo sus propios marcos y cajones), fueron factores que contribuyeron al éxito.
“Recién a los 10 años las colmenas fueron realmente rentables porque hubo mucho ensayo y error, pero en el mientras tanto me sirvió para poner la cabeza en algo y, además, el olor de las abejas tiene mucho de terapia porque resulta muy calmante”, explica al tiempo que menciona algo que muchos apicultores dicen acerca de la fina percepción de estos insectos.
“Nuestras abejas son mansas y además trabajamos con movimientos suaves, pero la clave es estar tranquilo porque si uno va nervioso ellas responden picando, porque son muy sensibles a lo que pasa a su alrededor y es más, si detectan que uno les tiene miedo, lo pican. Y lo sé porque eso me pasaba de chico”.
Con respecto a uno de los grandes problemas actuales de los apicultores sobre no tener campos dónde ubicar las colmenas, Marcelo está tranquilo: “Como en esta zona no hay tanto monocultivo no tenemos inconvenientes para colocarlas”, dice, “lo que sí nos para es que a veces la densidad de colmenas es demasiado alta porque muchos apicultores de otros lugares vienen para acá porque en donde viven ya no tienen campos que reúnan las condiciones para ubicarlas”.
En 2004 junto a otros apicultores Marcelo fundó la Coproserpa, la Cooperativa de Provisión de Servicios para el Apicultor. El objetivo era tener una propia sala de extracción que finalmente se construyó en el predio de la Escuela Agraria de Ascasubi, con un doble beneficio: los chicos aprenden a trabajar y tienen su propia miel y los 25 socios de la cooperativa tienen su propia sala.
En 2014 fue cuando Marcelo empezó con la pesca en el balneario al que fue toda su vida: playa La Chiquita, que de chiquita no tiene nada porque son 25 kilómetros de playas enormes y tranquilísimas, ya que en el pueblo viven 6 personas. Se ubica a 840 kilómetros de Buenos Aires, a 150 de Bahía Blanca y a 70 de Pedro Luro.
“Lancha tuvimos siempre en la familia porque a mi tío Rino, que era italiano, le encantaba pescar, así que desde muy chico estuve familiarizado con el lugar. Empezó mi padre con esto y luego seguí yo”, cuenta. “Y la verdad es que cada vez viene más gente porque se saca de todo: lenguado, pescadilla, corvina, congrio, gatuzo… también ofrecemos el servicio de fileteado para que el turista no tenga que encargarse de nada”.
“Es un lindo trabajo porque es la posibilidad de estar en la naturaleza y conocer mucha gente. Vienen mujeres pero en su mayoría son hombres que llegan muy ilusionados con pasar un día pescando y luego comer lo que ellos mismos sacaron”, describe Marcelo. “También para muchos es un momento de catarsis, ya que al estar lejos de su vida cotidiana ven las cosas de otro modo y eso les dispara la necesidad de hablar”.
“Realmente me gusta mucho esto porque estoy en un lugar muy querido por mí: me paso gran parte de los días en el mar, cuando extraño las colmenas me vuelvo al pueblo… y cuando extraño el mar me vuelvo a La Chiquita”, resume. “Es la combinación ideal”.
Si van así a la sala son 120 alzas 3/4 llenas de tierra.hay nuevas disposiciones de SE.NA.SA.
Q ignorancia tienen los q manejan el mercado de la miel x q muchas mieles oscuras contienen depende de las flores más medicina q muchas mieles más claras