Los Llorente son una familia que desde hace décadas puebla y produce en la zona de Arenaza, en el partido de Lincoln. Rafael Llorente, el padre, fue hace unos años presidente de AACREA, lo conocimos allí, y por eso bromea con Bichos de Campo cuando nos recibe en la estancia llamada Mitikile, con pantalón de fajina: “¿Viste que no era solo un burócrata?” De todos modos, a la hora de la entrevista, cede su sitio a Álvaro, su hijo. Reconoce en él el mérito de haber impulsado la innovación en la histórica empresa lechera que ambos manejan.
Mitikile quiere decir algo así como “mi cabaña” en el País Vasco, región desde donde llegaron los antepasados de los Llorente en 1901, hace más de 120 años. Instalaron primero en Arenaza una cabaña de toros Shorthorn, donde había un pequeño tambo pero solo a los fines de alimentar a las crías. La cabaña duró hasta mediados del siglo pasado, mientras la lechería iba consolidándose como actividad principal. En la estancia llegaron a montar tres tambos de buena envergadura, que primero fueron pastoriles por completo y luego mutaron hacia el sistema dry feed (de intensificación a cielo abierto).
“Se dejó de pastorear, se empezó a brindar una dieta en el comedero. Fuimos migrando, fuimos intensificando también hacia lograr una mayor concentración de vacas por tambo y entonces el paso siguiente era elegir el esquema de producción para la escala que tenemos”, recordó Álvaro. El mayor problema de la estancia era que los tres tambos estaban en el mismo campo pero bastante alejados entre sí y del patio de comidas unificado, donde se armaban las raciones. Adicionalmente la empresa comenzó a manejar un cuarto tambo, pero ubicado a varios kilómetros de distancia. En total, llegaron a tener más de 1.000 vacas en ordeñe.
-¿Y qué sucedió? ¿Qué fue lo que le propusiste hacer a tu padre?
-Dijimos ‘tenemos que empezar a concentrar un poco la producción en un solo lugar por temas de eficiencia, porque si no teníamos que recorrer como cinco kilómetros para llevar el alimento con un mixer, y así de un tambo al otro. Y por una cuestión de logística es lo máximo que hay que recorrer: 5 kilómetros. Ida y vuelta, dos veces por día. Entonces era un acarreo innecesario. Hay muchas eficiencias que se podían lograr por tener todo más agrupado.
Lo que le sugirió Alvaro a Rafael fue concentrar los cuatro tambos en uno bloque con cuatro galpones, en un proceso que ya se puso en marcha con un primer módulo o galpón, el primero de cuatro, que además tiene robots ordeñadores. Comenzó a trabajar en febrero pasado.
Mirá la entrevista:
-Tu viejo dice ‘fue Álvaro el culpable de traer la idea del galpón’. ¿Cómo empezó la idea?
-En la pandemia se muda al lado de mi casa un amigo del colegio, que trabaja en una distribuidora de GEA. Empezamos a conversar con él de todo lo que nos movilizaba, incluyendo esto de buscar ganar eficiencias. Ahí surge lo de los sistema de robot. Pero era un sueño. No era algo que veíamos. ¿Cómo lo pagas?
La conversación entre los Llorente y su amigo, que representaba a esta compañía de insumos y tecnología lechera de origen alemán, fue evolucionando hasta que también comenzó a despejarse el panorama: llegaron a la conclusión que la empresa agropecuaria podría aspirar a pagar los equipos de ordeñe con la mayor producción de leche esperada con la intensificación, que incluiría la construcción de un enorme galpón, camas adecuadas para las vacas lecheras de 18 metros cuadrados por animal, un sistema de drenaje automático de los efluentes y hasta un sistema de refrigeración para evitar las olas de calor. En ese contexto se instalaron los primeros tres robots de ordeñe. “Con la misma productividad de las vacas yo debería poder pagar el crédito, o mejor dicho el leasing”, explicó Álvaro..
-Es un sistema voluntario de ordeñe automatizado- nos dice el productor, que habla de sistema y no simplemente de robots de ordeñe.
-¿Eso quiere decir que las vacas se ordeñan cuando tienen ganas?
-Es la vaca misma la que va a ordeñarse y se mete adentro del robot y el robot la ordeña. Primero define si tiene derecho a ordeñarse o no y luego, si la acepta, le da un balanceado que es el cebo para que la vaca venga a ordeñarse. Luego se va y sigue con su vida.
-Decís que es es todo un sistema. No es solamente el robot. ¿Si vos tirás el robot en medio del campo no funcionaría?
-Todas las vacas tienen un aprendizaje, una enseñanza. Las tenés que entrenar a que reconozcan que el robot es algo bueno, que no le hace nada de mal y que le da comida. Ese reflejo tiene que estar muy acentuado en actos positivos. El comportamiento de las vacas tiene que ser bueno. Por eso también un buen trato a la vaca es fundamental, porque si no la vaca ve una persona y sale corriendo. Acá vos te acercás a las vacas y tienen un signo de cautela, pero no están asustadas. Les podés pasar por el lado, tocar y acariciar, y no se alejan.
En este esquema, los trabajadores del tambo que antes se ocupaban del ordeñe ahora solo se meten en el galpón si fuera necesario buscar alguna vaca que está demorada. Es el propio robot, a través de sensores y collares inteligentes, el que detecta que tal o cual vaca no se han ordeñado en un tiempo prudencial y requieren de la atención del tambero, pues podrían estar enfermas o sufrir alguna molestia.
-El imaginario común dice que la vaca en medio del prado, al aire libre, comiendo pasto, pasa una mucho mejor vida que aquí, bajo techo y con la comida siempre a disposición. Que es más feliz.
-La realidad es que después la vaca afuera tiene mucha mayor competencia por el agua. No es algo que tenemos que solucionar. Luego el calor. El calor es terrible como lo sufren los animales. La vaca es un animal que no transpira, no es su forma de bajar la temperatura corporal, lo hace por la respiración. Entonces vos le ponés un sistema de aspersión o una buena sombra. Acá no solo tiene sombra, sino que de vez en cuando las rocían con agua y además tiene los ventiladores. La vaca está mucho mejor con todas esas facilidades que en el campo.Allá está con una apariencia de más libertad, pero sigue teniendo alambres alrededor. Yo creo que está mejor acá adentro que pastoreando.
-De hecho asumen ciertas actitudes, como vos dijiste, voluntarias. Evidentemente el sistema tiene sus beneficios en términos de bienestar animal. ¿Y en términos productivos han podido medir esto?
-Desde el 20 de febrero de 2022 que estamos funcionando con el ordeño robótico. Aunque durante todo el verano hubo un rodeo que estuvo acá adentro con la sombra y los comederos, para acostumbrarse. En 2021 la producción promedio de todos los tambos cerró en 29 litros/día/vaca para todo el año. El último mes aquí está en 39 litros y medio aproximadamente de producción por vaca. En todo lo que va del año, este tambo debe estar en 36 o 37 litros por vaca.
-¿Entonces vos ya notas claramente que hay mayor producción?
-Son casi 8 litros más por lo menos por sobre la producción promedio anterior.
-¿Y qué otra ventaja pudiste detectar en este sistema?
-Para trabajar, para la gente. O sea, acá a las 19 de la noche se cierra, se apaga. Obviamente los robots siguen ordeñando, sigue funcionando todo durante toda la noche y necesito alguien que esté alerta por si pasa cualquier cosa, pero no tengo a nadie acá durante más de 12 horas.
-Ya no está el tambero que se levanta a las 4 para venir a ordenar.
-Esto es ahora un trabajo de día, que es lo natural del humano. Y tiene otras facilidades, tiene una detección de celo, cuando llueve trabaja bajo techo, no hay más barro. Hay un montón de facilidades y desafíos para el tambero, porque también el intelecto está bueno que sea desafiado. Eso es lo más diferente a la otra rutina de los tambos.
-¿Y no es que haya que despedir gente?
-La usas en otras tareas. Esta unidad de tambo emplea prácticamente la misma cantidad de gente que uno de los tambos que tengo afuera. La diferencia es que tenemos mayor productividad. Tengo mucha mayor productividad por los 8 litros de más en promedio este año. En los otros tambos necesito la misma cantidad de gente laburando de sol a sol, prácticamente para sacar menos litros.
Álvaro, está claro, debió convencer de las bondades del nuevo sistema primero a su padre, Rafael. Los indicadores productivos, de bienestar animal y las respuestas de los propios empleados por ahora le van dando la razón y refuerzan la idea de que, en cuanto se pueda, a este primer galón robotizado le seguirá un segundo, y luego un tercero, y hasta un cuarto, para completar el proceso de intensificación en los cuatro tambos que maneja la empresa.
“La idea es que esto que hicimos con uno de los cuatro tambos vamos a hacerlo con los otros tres”, nos promete el joven productor.
-¿No hay vuelta atrás?
-Es parte de de un plan maestro que hicimos cuando nos propusimos crecer, cambiar el sistema de producción y todo lo demás. ¿Cuántas vacas queremos ordeñar? Estimamos que 1100 vacas. Bueno, entonces este tinglado con estos robots son el primero de cuatro módulos para llegar a casi mil vacas en ordeñe.
-¿Y qué consejo le darías a los productores que se imaginan siguiendo el mismo camino?
-Primero hay que soñarlo, después imaginar cómo lo harías. Y empezar a jugar. Te vas envalentonando solo. Creo que lo último es la forma de ejecutarlo; la clave es soñarlo y creer que se puede hacer.