No es nativo de la zona, pero en el Delta del Tigre, en Buenos Aires, hay mucho bambú. A la mayoría de las personas esta caña les resulta indiferente o una molestia y quieren extirparla, sin embargo Belén Fernández encontró aquí la forma de materializar sus juegos de niña. Es que esta profe de música y compositora, perteneciente a la cooperativa Origen Delta, es la creadora de Suflaifla, un emprendimiento de instrumentos didácticos lúdicos y sensoriales hechos en bambú (Y no, no hay que buscar ningún significado porque es una palabra inventada, que nació, justamente, jugando).
“El bambú es una planta con cientos de especies diferentes; hay algunas nativas de nuestro país, sin embargo, las que han proliferado en el Delta son Phyllostachys aurea, Phyllostachys viridis, o Bambusa tuldoides, originarias del sudeste asiático que fueron traídas a la región en la época del cultivo de frutas para proteger al suelo de la erosión”, explica Belén.
“Y cuando decayó la fruticultura, muchas plantaciones quedaron abandonadas, la caña se asilvestró y se mimetizó con el lugar. A veces se arma polémica en las redes sobre si tal especie es bambú o es tacuara, pero en verdad son dos palabras de origen idiomático diferente para denominar a una misma familia de plantas: bambú es de origen malayo mientras que tacuara es de origen guaraní y puede traducirse como ´piedra hueca´, y hace referencia a la dureza de la caña”.
La creadora de Suflaifla cuenta que la idea de hacer estos instrumentos nació porque quienes trabajan con infancias hace rato que sentían que se necesitaba más que panderetas, triángulos y toc-toc, que además siempre resultaban caros para las escuelas. Por este motivo ella empezó a pensar y crear desde la concepción del cotidiáfono, que consiste en utilizar elementos de la vida diaria para hacer sonidos, como por ejemplo un frasco con bolitas. En las edades tempranas (aunque también para los adultos) esto es importante porque es una forma de acercarse al juego y a la música, de una manera simple y natural.
Algunos de los instrumentos disponibles en bambú son el shereke, el carajillo, las castañuelas con mango, el carpintero, el kazoo y la “estrella”, que es el tambor de trueno, confeccionado con la caña de variedad viridis, que llega hasta los 10 centímetros de diámetro.
Por supuesto que dentro de la luthería “purista” estos no serían “instrumentos” porque no están afinados en una determinada nota o no están atemperados; pero ese es otro tema.
“Descubrí el bambú en 2006, cuando empecé a venir al delta. Un día me puse a jugar con una caña, hice un raspador y, aunque muy rudimentario, sonaba bien así que algo quedó ´prendido´ en mí ”, recuerda y agrega que aunque no tenía mucho tiempo entre las clases y las responsabilidades de la maternidad, siempre hacía “alguna cosita” con bambú.
“Un día me decidí y llevé cañas a una de las escuelas donde era profesora y gustó mucho, despertó el interés de los colegas, así que cuando Manu cumplió 4 años se me ocurrió hacer como souvenir kazoos y carajillos y causó tanto impacto que otros profes y amigos me empezaron a pedir que hiciera para vender. Así nació mi emprendimiento, en 2012”.
Fue entonces cuando se lanzó de lleno, desde el vamos con la idea de hace “algo distinto”, por eso se puso a investigar sobre instrumentos autóctonos de otras culturas. Fue leyendo y mirando videos que creó su propio carajillo, que es una adaptación en relación al original, que se hace con cáscara de nuez en España y Portugal. Al principio su objetivo era fabricar para vender en instituciones y a los profesores de música a un precio económico y eso lo cumplió. Después vinieron más y más ideas.
“En el bambú vi que iba por buen camino. Si bien todo era muy trabajoso porque me ocupaba mucho tiempo, espacio y esfuerzo físico (serruchar, limar, cortar) y estaba sola para todo, yo sabía que esto era la materialización de lo que soñaba de niña”, reflexiona. “A medida que creaba mi cabeza no paraba y se me ocurrió empezar a hacer ´instalaciones vinculares´, es decir elementos de gran tamaño en bambú que permiten que varias personas a la vez toquen e interactúen, como una forma de encontrarse con el otro desde el sonido y el juego”.
Así nacieron las “esculturas sonoras” que fue un servicio que brindó para escuelas, festivales y centros culturales. Actualmente Belén tiene varias líneas de creaciones, como los cuadros sensoriales sonoros que miden 60 por 60 centímetros con 13 de profundidad, juegos heurísticos que emulan formas de la naturaleza y por eso son multiformes y mandalas gigantes para armar, entre otras cosas.
Con respecto al manejo del bambú como cultivo, su forma de trabajo es a través de acuerdos con vecinos que tienen cañaverales en sus predios: ella realiza el manejo (raleo, limpieza, poda con sierra) para lograr una producción eficiente y capacita a las personas que están interesadas.
“Acá se lo considera un yuyo y muchas veces tratan de exterminarlo, por eso otro de mis objetivos es difundir las bondades del bambú ya que su utilización con manejo adecuado es sustentable y representa un recurso económico para quien lo tenga en su predio”, asegura.
“La clave es que las cañas tengan distancia entre ellas y siempre limpiar y quitar lo seco, así produce cada vez mejor. Trabajo con sierra sable y el momento ideal para la cosecha es en luna menguante y en invierno, aunque todo depende de los tiempos de cada uno”.