Esta es la historia acerca de cómo los Miguelez pasaron de ser reparadores de los viejos costales de arpillera a fabricantes de bolsas para el agro, de papa fundamentalmente. Simón Miguelez es el hijo de Antonio Miguelez, quien comenzó zurciendo los fondos de las bolsas para cereales, trigo básicamente, en la localidad bonaerense de Nicanor Otamendi, allá por la década del ´60. Miguelez montó un taller de reconfección de bolsas en tiempos en que existía sólo la bolsa de arpillera y no la de polipropileno actual.
“Mi viejo reparaba bolsas y las zurcía con una máquina especial. En esa época no se tiraba nada, se usaba todo. La materia prima venía de Brasil, Pakistán y Afganistán, en tiempos en que los granos se almacenaban en bolsas”, dijo Simón Miguelez en diálogo con Bichos de Campo.
“Incluso hubo una época de mucha escasez de yute entre 1940 y 1950, y viejos clientes llegaron a comentarme que utilizaron bolsas de algodón blanco para papas; hoy se llegan a ver algunos repasadores hechos con esas bolsas, los cuales tienen una capacidad de absorción superior a cualquier tejido de la actualidad”, recordó.
Mirá la entrevista completa a Simón Miguelez:
La bolsa se cuidaba muchísimo porque era un bien preciado y todos intentaban darle la mayor utilidad posible. Cuando luego de tanto uso se cortaba la bolsa, Miguelez rememoró un proceso llamado “boca fondo” por el cual lo que era boca pasaba a ser el fondo y viceversa. “Era un proceso complicado porque actualmente las bolsas se cosen y el dobladillo queda para afuera pero antes el proceso de confeccionado de una bolsa de arpillera era mucho más artístico; era un trabajo casi de sastrería te diría, porque el dobladillo quedaba antiestético si quedaba mirando hacia afuera”, destacó.
El papá de Simón murió joven en 1970 cuando el negocio que había montado también era joven, tenía unos 5 años de vida. “Continuó mi mamá por un tiempo y ya en los ´80, con la aparición de polipropileno o tejido plástico y producido en la Argentina, se fue reemplazando a la vieja bolsa de arpillera que salía más cara y era más pesada y difícil de manipular. Esta nueva bolsa trajo otro sistema al trabajo y redujo los volúmenes”, remarcó.
En el caso del trigo el embolsado se comenzó a hacer sólo para la semilla, debido a que el grano para consumo se distribuía a granel, y el uso final de la bolsa de arpillera lo dieron los paisanos en el campo, que las utilizaron como medias con las viejas botas de madera para protegerse del frío, algo que se usó mucho en efecto, según recordó Miguelez.
En Otamendi los Miguelez producen bolsas para papas pero no toda la papa sale embolsada. “Lo que es consumo fresco y va a mercados nacionales o regionales va embolsado en bolsas de 18, 20 o 25 kilos y acondicionado de distintas maneras, ya que algunas bolsas se hacen directamente en la chacra con la papa recién sacada de la tierra la cual se embolsa y se envía, pero en otros casos esa papa pasa por un un lugar donde se procesa, se cepilla, se lava y se embolsa. Ahí hay una papa de otra categoría pero en definitiva, siempre sale en bolsa”, manifestó.
Los Miguelez también fabrican las llamadas “big bags” que son grandes bolsas que al igual que para transporte de arena también se usan para papas, para industria del puerto y exportación de harina de pescado. También hacen bolsas para la cebolla, ya que se están buscando tierras frescas para cultivarla en la zona de Otamendi saliendo de su tradicional lugar en Bahía Blanca o Villalonga donde se están quedando sin agua de riego.
Un punto de cuestionamiento marcado por el embolsador es acerca de la reducción de las medidas de las bolsas, con el objetivo de ofrecer menor producto y de competir mejor con alguien. “Lo que pasa es que en esa competencia se fue perdiendo el volumen lógico de una bolsa de papa que para mi debería ser, no de 50 kilos como antes pero 30 kilos sería algo lógico; sin embargo hoy utilizamos bolsas de 17 a 18 kilos que no convienen a nadie. No es lo mismo fabricar una bolsa por día que fabricar dos. Se requiere de mayor personal y de más tecnología. Si a mi me preguntan, yo preferiría hacer 100 bolsas diarias de 30 kilos y no 170 bolsas diarias de 18 kilos”, refrendó.
Queda claro que para Miguelez el ritmo que lleva el sistema de embolsado no es el que corresponde y consideró que “alguna entidad deberá regularlo. No puede ser que un productor embolse 17 kilos de papa y la venda por bulto y otro productor, alambre de por medio, ponga 20 kilos de papa y la venda también por bulto. No se puede vender por bulto en un momento en que hasta la banana se vende por unidad y por peso. Debería estar más regulado, la bolsa para todo el mundo debería pesar determinados kilos y listo”.
“Lo único que deberían discutir entre compradores y vendedores es el precio porque la calidad y el peso siempre están; pero acá hay que discutir el precio, el tamaño de la bolsa que se ofrece, la calidad del trabajo que le estoy dando al producto y cuánta papa que se descarta y no debiera ir a la bolsa igual se pone. Es complejo el tema en torno a la comercialización de la papa”, concluyó.