La historia de los hermanos Coluccio es de resiliencia y superación. Esa actitud les permitió reformular el esquema productivo del tambo familiar La Escondida, para transformarlo en uno de producción orgánica. Todavía están en la fase de transición, pero en dos meses obtendrán la certificación correspondiente.
El campo está ubicado en Luján, provincia de Buenos Aires. Allí el padre de estos cinco jóvenes hermanos, que tienen entre 35 y 45 años, tenía un tambo convención que cerró en una de las tantas crisis sectoriales y económicas de la Argentina a inicios de los 80. Lo transformó en un establecimiento de cría donde logró una carga de mil animales en 600 hectáreas.
Años más tarde enfermó y como sus hijos eran chicos y no podían hacerse cargo de la producción lo alquiló a un pool de siembra. Eso sucedió entre 2005 y 2011, hasta que los más grandes de la descendencia comenzaron a trabajar en el establecimiento.
La primera que se mudó al campo fue la hermana mayor, Luciana, veterinaria, junto son su esposo que es ingeniero agrónomo. Contaban con la infraestructura del tambo viejo, comenzaron a remodelarlo y a ordeñar las primeras vacas. Luego se sumaron Josefina, que es administradora agraria, y Federico, que es biólogo.
“Arrancamos como un tambo convencional hasta que apareció Nestlé con este proyecto de producir leche orgánica, lo que prácticamente significaba un cambio de actividad, modificar los parámetros de producción. Lo fuimos charlando, nos lanzamos y estamos a dos meses de la certificación”, explicó Josefina Coluccio quien se encarga de las cuestiones económicas del establecimiento.
Escuchá la entrevista completa:
Josefina contó a Bichos de Campo cuál fue el motivo que los llevó a decidirse por la producción orgánica: No hay demasiada filosofía, pues para que el tambo funcionara debían contar con un acceso en buenas condiciones de transitabilidad al mismo.
Si bien los Coluccio tienen en claro la importancia de cuidar el medio ambiente, el problema que tenían era que el tambo está a 8 kilómetros por camino rural de tierra de la primera ruta asfaltada. Cuando llovía durante días, en consecuencia, no podían sacar la leche, así que no les quedaba opción que transformarla en masa.
Pero llegó un momento en el que “producíamos tanto que se volvió imposible seguir haciendo masa. Había veces que por 15 o 20 días no se podía entrar al campo por el mal estado del camino y por lo tanto no se podía retirar la leche. Así estuvo el campo durante una década. Años sin que pasara una máquina”, recordó Josefina. Algo nuevo tenían que hacer.
La propuesta que les hizo la industria láctea al principio no lo convenció, pero luego de varias conversaciones, con idas y vueltas, lograron un acuerdo que convenció a ambas partes y así pusieron manos a la obra.
Coluccio explicó qué cambios tuvieron que hacer en el esquema productivo: “Las principales diferencias son en cuanto al manejo animal. El rodeo debe pastorear buena parte del día en el campo, en una superficie acorde a su tamaño. Se puede suplementar un porcentaje bajo de su dieta diaria; la guachera debe ser colectiva y no por estaca; y los terneros deben alimentarse por 90 días de la leche que se saca del tambo. Los tratamientos tienen que ser curativos y no preventivos; no se puede tratar al rodeo general sino que a cada animal se lo debe tratar de acuerdo a lo que se necesita, se lleva entonces un registro y se justifica siempre el porqué del tratamiento”, enumeró.
Pero además la producción de leche orgánica implica cambios importantes en la producción del forraje que requieren las vacas: “En cuanto a la agricultura, ese es el mayor desafío, no se pueden usar herbicidas, cultivos transgénicos ni fertilizantes químicos. La producción vegetal se basa en el manejo de parcelas, las vacas cambian hasta 4 veces por día de lote. Las malezas se controlan con el pastoreo de la hacienda y la fertilización en con la propia hacienda que necesitamos que bostee en cada lote. El sistema exige estar muy encima a los animales”.
En La Escondida se produce todo el alimento que requieren las vacas en ordeñe aunque no es condición que así sea. “En el caso de no tener superficie o no poder hacerlo se puede comprar a otro campo orgánico o en transición como el nuestro”, explicó Josefina.
Otro cambio importante fue el de la raza con la que producen leche. Siempre tuvieron animales Holando, “pero cuando arrancamos con esto de la producción orgánica nos planteamos cambios porque Nestlé nos paga por solidos y no por litros de leche. Por eso fuimos incorporando animales cruzas y los resultados fueron muy buenos”.
En la Escondida ahora trabajan con vacas de triple cruza Jersey-Sueca Roja y Holando Irlandés. Subieron en sólidos y bajaron 3 litros la cantidad producida en promedio por cada vaca. Las Holando producían 27 litros y ahora están en 24, pero les pagan mejor.
Además con las nuevas vacas es más eficiente el uso del espacio y del forraje: “Al ser de contextura más pequeña, donde entran un holando entran dos cruzas, son más rusticas y no necesitan tanto cuidado”, dijo Coluccio.
Esta productora y sus hermanos está muy conformes con los resultados logrados. Le dieron valor agregado a la producción, modificaron la estructura, lo sanearon financieramente, pueden continuar con un plan de inversiones apostando al crecimiento y mientras tanto cuidan del camino rural que beneficiar a la comunidad agropecuaria de la zona. La mayor rentabilidad que obtienen por vender la leche a Nestlé se los permite.
“El balance es muy positivo. Estamos con muchas ganas de seguir incorporando tecnología. Hay que seguir apostando, no podemos parar estemos mal o bien económicamente, este es un proyecto a largo plazo que nos entusiasma mucho”, finalizó.