Orlando Martínez es uno de los fundadores de Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (Fearca) y hoy es presidente honorario de la entidad. El hombre sabe como pocos acerca de la historia de la aviación agrícola en la Argentina porque desde hace casi 50 años que vuela sobre lotes agrícolas: a los 23 años empezó a remontar vuelo instruido por su padre.
Eran otras épocas, otros cultivos y distintas plagas allá por la década del 70. “Mi padre era instructor de aviación y mi madre enteladora”, nos cuenta Don Orlando. ¿Qué es eso? Las ‘enteladoras’se ocupaban de los géneros que cubrían las alas de muchos aviones. “En aquella época los aviones tenían partes de tela que necesitaban mantenimiento”, explica el aeroaplicador.
Bichos de Campo le pidió a Martínez un breve resumen de la historia de la aviación agrícola en el país, que comenzó hace más de 90 años. “Fue en 1927 que Viscarret puso un ‘tacho’ en un avión para aplicar arseniato de plomo para combatir la langosta. Eran épocas en las que pasaban mangas de langostas y no quedaba nada, ni la ropa”, rememora.
Ver: ¿Quién fue Marcelino Viscarret?
“Y mirá que parangón que justo en 1927 es cuando se inicia la fabrica de aviones militares en Córdoba. Así que ya teníamos un aviador agrícola cuando estábamos iniciando la fabricación de aviones en el país”, destaca Orlando.
Aquí la nota completa con el presidente honorario de Fearca:
Según las memorias de Martínez, la mayor expansión de la aviación agrícola en la Argentina se registra en la década del 50. “Con la aparición de los productos clorados para combatir la tucura”, cuenta. Las aplicaciones se hacían con aviones de resabio de la segunda guerra mundial adaptados para pulverizar. “Eran aviones muy nobles, ojo”, aclara.
El uso y la evolución hizo que en 1958 se comience a fabricar el famoso avión ‘Ranquel’ en Córdoba, que servía tanto para vuelos privados como para uso agrícola. En total se llegaron a fabricar 132 de esos aviones. Luego se desarrollaron aviones con licencia americana y hasta el día de la fecha los aviones agrícolas no han cambiado demasiado en modelo y diseño.
-¿Ustedes se sientan más agropecuarios o más aeronáuticos?- le preguntamos al veterano aeroaplicador.
– A mi me gusta sembrar y cosechar, y muchos de Fearca tienen tractores; pero el corazoncito está en el vuelo, el volar. Es una pasión que muchos poetas han escrito sobre esto. Para entenderlo les recomiendo un libro que se llama ‘Fumigando’ de un aeroaplicador de nombre Bonvissuto.
“No te olvides que el avión se desplaza por el aire; lo hace esbelto, con donaire, pero no tiene conciencia. Pilotéalo con prudencia y no molestes a nadie”, recita Orlando, parafraseaba el aviador y poeta Vicente Bonvissuto, en su libro “Fumigando”.